lunes, 19 de abril de 2010

Perdida en el cielo


He recuperado la inspiración que un día perdí, apenas sin darme cuenta. Hoy todas y cada una de mis sensaciones se convierten en precisas palabras, para saciar mi apetito de expresión y fuerza. Tengo la necesidad de mostrar al mundo lo que ahora siento dentro de mí, quemándome en lo más hondo, llenando todo mi cuerpo, alimentando entera mi alma.

No recuerdo haber percibido roce tan profundo ni temblor tan cálido. Cada mecanismo de mí se activa en un instante y pierdo el control... entonces, todo dolor o frustración se pierde en la lejanía y parece ajeno a mí. Es como si lo negativo se evaporara en el aire o se convirtiera en polvo delante de mis ojos.

Es lo que llaman la magia del amor, que nos cubre con su halo de misterio, que nos hace felices y vulnerables a partes iguales. Porque cuanto más dichoso es uno, más débil se siente. Y más temeroso. Así, existe el temor a abandonarse a uno mismo... el temor a no decir lo que se quiere... el temor al rechazo... y el temor... a amar demasiado. Aunque "cuando se ama, nunca es demasiado", decía una canción.

Siento que quizá, las palabras más hondas y sinceras son las más difíciles de pronunciar: tienen tan intenso significado que me da pena pensar que pueden desvanecerse al fluir de mis labios. Sin embargo, cuando finalmente se dicen, ese dulce sentimiento flota en el aire: ese único amor.