jueves, 31 de mayo de 2012

Un acoso telefónico sin límites

A comienzos de 2010, entró en vigor una ley por la cual quedaban prohibidas las llamadas comerciales protegidas con número oculto. Esta medida pretendía proteger a los consumidores y usuarios "para que puedan ejercer su derecho a manifestar su oposición a recibir propuestas comerciales no deseadas; cuando éstas se realicen por vía telefónica, deberán realizarse desde un número de teléfono identificable". Hoy solo ha cambiado la apariencia de esas comunicaciones, ya que las llamadas se siguen realizando con la misma frecuencia, aunque en este caso, los números son perfectamente visibles. 

Por tanto, considero que no se ha producido un gran avance en este aspecto. A diario, recibo unas diez llamadas de media en mi domicilio. Números de todo tipo, que ya he conseguido memorizar en cierto modo con el objetivo de ni siquiera molestarme en descolgar el auricular. Otras veces, cojo el teléfono pensando que pueden ser informaciones de importancia, pero cuando descubro que la señorita que está al otro lado pretende venderme una nueva tarifa de conexión a Internet, una colección de libros sobre el apasionante mundo de las orcas o una valiosa cristalería, lo único que se me ocurre es colgar de inmediato. No obstante, a veces consigo llevarle la corriente un rato. 

Creo que la idea es clara y sencilla: si quisiera comprar algo de lo que me proponen, iría yo misma a la tienda especializada en cuestión o me dirigiría por teléfono a quien fuera preciso. No necesito que sean ellos lo que me bombardeen con promociones que no me interesan lo más mínimo, ni tampoco quiero sentirme acosada en mi propia casa. Incluso en algunos casos he rechazado ofertas, y días más tarde, me han seguido llamando de la misma empresa para informarme sobre exactamente lo mismo. ¿Qué es lo que no entienden?

Algunos vendedores aburridos tienen mala uva de verdad. En los tiempos de mayor insistencia, llegaba a recibir cinco o seis llamadas casi seguidas, separadas por breves intervalos de cinco minutos. Llegaba un punto que ni me molestaba en levantarme del sofá para ver quién era, pues lo sabía de sobra. A veces, al descolgar después de esos intervalos que agotarían la paciencia de cualquiera, lo único que hacía quien estaba al otro lado de la línea era quedarse en silencio unos segundos, sin contestarme. Puede que penséis que podía tratarse de algún gracioso con ganas de reírse un rato, pero ya había constatado que era el mismo número de empresa de siempre; como he mencionado antes, los tenía localizados. 

A pesar de mi cansancio por las dichosas llamadas, también sé ponerme en el lugar de los teleoperadores, ya que una vez desempeñé esa función durante cuatro agotadoras horas. Creo que no me equivoco al afirmar que se trata de uno de los trabajos más estresantes a nivel intelectual, ya que te pasas mucho tiempo delante de un teléfono intentando comunicarte con gente anónima que no quiere saber absolutamente nada de ti ni de tus promociones y lo único que desea es la que dejes en paz. A eso debes añadir que la empresa te obliga a alcanzar un número mínimo de ventas si quieres continuar en ese empleo y, lo que es más importante, cobrar. En mi caso, debía vender dieciocho enciclopedias de salud y alimentación al día y transcurridas las cuatro horas de rigor, solo había conseguido una, por medio de técnicas dudosas (me faltó ponerme a llorar junto al auricular). 

Ahora con la crisis, la postura de vendedores telefónicos y consumidores es mucho más complicada. Hay ofertas para trabajar como teleoperador comercial por todas partes, porque solo se cobra por objetivos alcanzados. Y los usuarios cada vez se muestran más reacios a dejarse embaucar por ofertas a simple vista maravillosas, pero envueltas en veneno, en forma de comisiones, gastos de envío, pagos adicionales o compromisos a largo plazo.

No debe sorprender a nadie que mientras me encuentro escribiendo esto, acaba de sonar el teléfono. Era uno de los números comerciales que tanto conozco, y además, me han dejado un bonito mensaje de voz en el que me invitan a ponerme en contacto con ellos "a la mayor brevedad posible". Encima con exigencias y presiones. Mañana mismo corto la línea. 


martes, 29 de mayo de 2012

¿Habrá solución?

En los tiempos que corren, muchos nos planteamos qué estamos haciendo con nuestras vidas. Esta mañana he recogido mi título universitario después de tres largos años de espera, durante los cuales he aparecido unas diez veces por la secretaría de mi universidad con el fin de presionar para que me lo dieran de una vez. Estoy a punto de cumplir ventiséis años y, salvo por el hecho de que tengo en mis manos un gran folio con aspecto de cartulina (sin llegar a ser del mismo grosor) en el que figura que soy licenciada en periodismo, todo sigue igual que cuando dejé de estudiar. 

Siendo sincera, debo reconocer que los mejores momentos profesionales de mi vida los disfruté mientras cursaba la carrera. Tuve la oportunidad de trabajar como becaria en lo que más me gustaba, pero como en todo sueño maravilloso, un día mi suerte se esfumó. Después de todo, no puedo quejarme, ya que soy afortunada gracias a mi personalidad positiva y soy capaz por naturaleza de ver el vaso siempre medio lleno. Por eso, no busco con impaciencia conseguir mis metas, sino que pienso más en disfrutar del trayecto recorrido, de todos los detalles y oportunidades que se me van poniendo por delante. 

Prefiero vivir cada instante al máximo, en lugar de estancarme en una espera que podría ser demasiado prolongada. Confío en que las posibilidades están ahí y soy una persona joven, con aspiraciones e inquietudes, que puede lograr lo que se proponga. El problema principal es que no hay hueco para tanta gente licenciada o diplomada en un país donde el 40% de los jóvenes se encuentra en el paro. Bien es cierto que estudiar garantiza el conocimiento necesario para desempeñar aquellos puestos que más se acercan a nuestros gustos y necesidades, pero poco provecho podemos sacar en una nación perdida en reformas de dudosa eficacia y recortes en materias que deberían haber sido intocables, como son la sanidad y la educación. 

Los más valientes se atreven a huir al extranjero, donde serán tan valorados como merecen o más. Los cobardes permanecemos aquí, recibiendo nuestra dosis diaria de desencanto y frustración, aceptando trabajos para salir del paso y poniendo nuestra mejor sonrisa al entrevistador de turno. Porque esa es otra cuestión: qué estúpida se siente una cuando ensalza las características de la empresa de la que pretende formar parte (tan alejada de aquello que estudió), con el objetivo de convencer a su interlocutor de que es la candidata idónea para el trabajo, cuyo contrato alcanza apenas los dos meses de duración, y por casualidad. 

Es importante acertar con los estudios elegidos. Por ejemplo, hace diez años, los arquitectos ganaban unos sueldos bastante elevados, ya que la construcción y venta de viviendas se encontraba en pleno apogeo. Hoy, la caída del sector inmobiliario ha convertido la carrera de arquitectura en una opción muy oscura y poco recomendable. 
Algo parecido sucede con mi carrera: actualmente, cualquiera puede desempeñar la función de periodista, siempre que tenga labia y sepa escribir con coherencia y cierto sentido común. El nivel de intrusismo es realmente insultante y dañino para los auténticos profesionales. 

Nadie es ajeno al hecho de que es mucho más productivo estudiar módulos de grado medio o superior que ir a la universidad. Varias personas de mi círculo social eligieron esa alternativa y acertaron de pleno, ya que tardaron menos tiempo en terminar y encontraron trabajo bastante antes. Me siento ridícula si lo veo en perspectiva, pues en los cinco años de universidad podría haberme sacado hasta tres módulos, con opción a tres prometedores trabajos más o menos satisfactorios. Si pudiera retroceder, sin duda mis elecciones hubieran sido otras. 

Me pregunto si no debería coger el toro por los cuernos y marcharme a otro país con lo puesto. Imagino que mi instinto de supervivencia me empujaría a aprender a hablar inglés con fluidez (lo que nos enseñaron en el colegio no cuenta), si no quiero morirme de hambre. Reconozco que me falta valor para hacer algo semejante, aunque la idea ronda mi cabeza desde hace tiempo.


lunes, 28 de mayo de 2012

La magia de las nebulosas

Galaxia espiral
En el siglo XIX, el término "nebulosa" se utilizaba para definir a todos aquellos objetos celestes cuyo aspecto era difuso. Hoy, las nebulosas son regiones del medio interestelar (que es la energía y la materia que se encuentra entre las estrellas dentro de una galaxia) y están formadas por gases, sobre todo, hidrógeno y helio, y polvo cósmico integrado por componentes químicos pesados. Son nubes gigantes que pueden adquirir diversas formas en el espacio y que predominan dentro de las galaxias irregulares y las galaxias espirales.  

Son importantes, ya que en ellas pueden surgir estrellas a través de procesos de agregación de la materia y de condensación. En otros casos, las propias nebulosas nacen a partir de restos de estrellas en extinción o ya extintas. Aquellas galaxias en las que se forman muchas nebulosas reciben el nombre de galaxias starburst


TIPOS DE NEBULOSAS
Según su naturaleza, existen tres tipos fundamentales: 

Galaxia irregular
- Nebulosa oscura (también conocida como nebulosa de inspiración o de absorción): es aquella que está alejada de cualquier estrella y por tanto, no surge a partir de ninguna de ellas. Solo se aprecia con claridad si se encuentra sobre un fondo lleno de estrellas, ya que por sí misma no emite ni refleja luz, aunque sí absorbe la luz de todo lo que está detrás de ella. 


- Nebulosa de reflexión: refleja la luz de estrellas próximas a ella y suele tener una apariencia similar a la de éstas. Este tipo de nebulosa está formada por los residuos del gas que formó la estrella. 


- Nebulosa de emisión: es aquella en la que la fuerte radiación ultravioleta de las estrellas cercanas provoca que el gas del que está compuesta la nebulosa brille. Es el tipo más común y se divide, a su vez, en dos categorías:

    * Por una parte, las nebulosas que están vinculadas a zonas donde hay multitud de estrellas jóvenes y muy calientes o a nubes moleculares, es decir, regiones en la que hay una densidad de materia alta y una temperatura baja para que pueda existir hidrógeno molecular. 

     * Y por otra parte, las denominadas nebulosas planetarias y restos de supernova, que también son de emisión y que surgen a partir de estrellas que están a punto de morir o ya se han extinguido.

Nebulosa oscura

FOTOGRAFÍAS
Como cualquier texto podría empañar la belleza de las nebulosas, incluyo varias fotografías que ilustran los tipos y características arriba mencionados. 

Roseta, nebulosa de emisión




Nebulosa de reflexión

sábado, 26 de mayo de 2012

RELATO CORTO: Experiencias de Ana. Juan, ese chico de barrio


El mismo mes que le conocí me había apuntado a una de esas páginas de contactos en Internet para conocer gente (en teoría, dicen que es para encontrar al amor de tu vida). La verdad es que me registré por curiosidad y como para las mujeres era gratuita, pues tampoco perdía nada y en cambio, ganaba en entretenimiento. A través de ahí, un día recibí un correo suyo con su dirección de Messenger. Le agregué y estuvimos hablando virtualmente durante un tiempo hasta que nos dimos los números de teléfono. Sinceramente, se lo di sin la menor intención de llamarle ni esperando que él lo hiciera, pero me equivoqué. Esa misma noche después del intercambio telefónico, me llamó mientras yo estaba con mis amigos. Y lo cierto es que me sorprendí de nuestra conexión, de nuestra facilidad inicial para gastarnos bromas y mantener una conversación alegre e informal, sin apenas conocernos de nada. Recuerdo que me gustó su voz y me despertó una curiosidad muy fuerte por verle en persona, ya que me había transmitido mucho entusiasmo y positivismo, sensaciones que hacía tiempo que no percibía en un chico. 

Varias veces me mencionó que podíamos quedar para tomarnos un helado (era verano, finales de junio) y yo le contestaba que era buena idea, pero sin pensar verdaderamente en ello como una posibilidad real, ya que me parecía extraño conocer a alguien a través de ese medio, sin saber cómo podía ser, qué me podía encontrar en la cita, si tendría que salir corriendo (por miedo o porque él no me gustase en absoluto). Así que la cosa se fue alargando, hablando por el Messenger y a través de llamadas telefónicas (casi todas las noches y casi siempre él). Me parecía un chico muy simpático, pero sin mayores pretensiones. Hasta que un sábado me propuso en firme que nos viéramos para tomarnos algo (el mismo sábado en que yo celebraba mi cumpleaños por la noche) y yo acepté, sin dudar y sin darle demasiadas vueltas (si lo hubiera hecho, seguramente no habría acudido a la cita).

Así que nos vimos esa tarde. Quedamos cerca de mi ciudad, ya que su zona yo no la conocía mucho, ni sabía ni cómo se llegaba (más tarde, me aprendería el camino a la perfección). Y en el punto de encuentro, nada más verle acercarse a mi coche, le invité a que subiera para ir a un bar que yo conocía para tomarnos algo. La tarde transcurrió genial, nos contamos nuestras vidas, nos reímos, y así descubrí a un chico alegre, risueño, optimista, sociable, extrovertido, muy amigo de sus amigos y un gran apasionado de los viajes, con el que congenié desde el primer instante. Ambos nos gustamos nada más vernos, y más tarde, afirmamos que había sido una especie de flechazo mutuo (de esos en los que yo nunca había creído).

Las dos primeras semanas con él las recuerdo con mucha ilusión. Me encontraba muy a gusto con él y coincidió que iba a estar solo en casa unos días y por eso, me quedé algunos a dormir allí, mientras disfrutábamos de ese amor que empezaba a nacer, de esos primeros contactos íntimos, de comenzar a conocernos un poquito y a darnos cuenta de que a ambos nos encantaba estar rodeados de gente. Ese hecho fue una de las cosas que más me gustó desde el principio: su capacidad para hacer amigos con facilidad, integrarse en cualquier grupo, caerle bien a todo el mundo enseguida. Gracias a Juan, conocí a mucha gente interesante, otros ambientes, otros planes, otras formas de diversión, y sobre todo, me sentí querida.

Era un chico bastante afectuoso, a pesar de que su pasado sentimental le había marcado demasiado y, a veces, le costaba mostrarse del todo. Sin embargo, me encantaba estar con él, me gustaba mucho cómo besaba (era capaz de volverme loca con un solo beso suyo, tan suave, tierno, acertado), abrazarle, sentirle, cómo me miraba y me sonreía. Hubo una ocasión en la que me dijo: “creo que me estoy enamorando de ti, eres la mujer que todo hombre desearía tener”. En ese preciso instante, hubiera deseado detener el tiempo, grabar a fuego para siempre su mirada posada en la mía y que todo hubiera permanecido igual con el paso de los días y las semanas, que ninguno nos hubiéramos desilusionado ni hubiéramos perdido la magia que en un principio tuvimos.

Le quise mucho, aunque me di cuenta muy tarde. A los cuatro meses de estar juntos, quise dejarle porque apenas nos veíamos como antes, él siempre estaba muy ocupado con su trabajo y sus actividades y no sacaba el suficiente tiempo para verme. Y yo necesitaba mucho más de él. Por eso, ambos dimos a entender que nos separábamos, aunque dos días más tarde, él quiso quedar conmigo porque no le había quedado claro lo que nos había pasado. Así, me confesó que él quería seguir conmigo, que no quería dejarlo, y yo volví con él, ya que realmente, estaba enamorada. El momento de reconciliación fue auténtico, precioso, lleno de amor y palabras bonitas. Pero la relación sólo pudo aguantar una semana más; yo ya estaba muy quemada y necesitaba otros aires, así que rompí con él definitivamente. 

En los dos o tres meses posteriores, Juan y yo tuvimos encuentros esporádicos, sin compromiso (al menos, por su parte, que lo tenía muy claro) cuando quedábamos para tomar algo y saber de nuestras vidas. En cambio, trocitos de mi alma se quedaban con él cada vez que nos acostábamos, pedacitos de mí eran suyos y me dolía ver cómo se marchaba sin saber cuánto tiempo pasaría hasta que le volviera a ver. Hasta que un día, en que volvimos a besarnos, me dijo que me quería, que no había dejado de hacerlo, pero que no podía volver conmigo porque no quería que discutiéramos ni nos lleváramos mal, porque yo necesitaba verle a más menudo y él no disponía del tiempo suficiente. Fue una conversación muy dura en la que me mantuve firme en mi decisión de no volver a tener nada con él porque me hacía daño a mí misma, y él lo entendió. Sentía rabia por haber acabado con una relación que podría haber evolucionado, pero ya no podía volver atrás, y además, el tampoco quería. Así, todo se terminó y ahora hablamos de vez en cuando como amigos lejanos, conocidos que un día se quisieron. 


viernes, 25 de mayo de 2012

Manchados de sangre

Hace unos días, escribí un reportaje sobre las características y trastornos mentales del asesino. Ahora, destaco algunos de los criminales más famosos de la historia. Casos espeluznantes que parecen obras de ficción. 

JACK, ”EL DESTRIPADOR"
Casi se ha convertido en una leyenda y muchos se preguntan si existió realmente, pues las autoridades británicas nunca le encontraron. Hubo muchos sospechosos de los asesinatos que cometió, pero ninguno claro.

En 1888, en Londres, este hombre mató a siete mujeres (todas ellas prostitutas), aunque las autoridades afirmaban que fueron más. Les cortó el cuello con un cuchillo cuando las sorprendió en la calle de noche, les mutiló diversas partes de su cuerpo, y en algunos casos, les extrajo los órganos con gran limpieza y precisión.
A pesar de desconocer su identidad, su nombre alcanzó tanta popularidad que ha inspirado varios libros y películas que relatan sus asesinatos.

ED GEIN
Sus crímenes inspiraron cintas como Psicosis de Hitchcock, La matanza de Texas y algunos fragmentos de El silencio de los corderos. Se trataba de un caníbal con apariencia de tímido e inofensivo, que era conocido por muchos como “el carnicero de Plainfield”.

Casa de Ed Gein
Vivía en una granja y para todos era un hombre tranquilo y trabajador. La realidad era que asesinó y descuartizó a tres mujeres y profanó tumbas de jóvenes para llevarse sus cuerpos a casa. Utilizaba cráneos humanos como platos o cuencos, y tenía lámparas y sillas forradas con piel, además de cinturones y chalecos hechos con pezones.
Del techo de la granja colgaban cadáveres abiertos en canal y la policía también encontró partes del cuerpo de distintas víctimas, además de un corazón. Se trataba de un enfermo mental que cometió verdaderas atrocidades.

Al ser detenido, confesó que las partes del cuerpo encontradas en su casa correspondían a nueve cadáveres que había sacado del cementerio, y que solo recordaba haber matado a una persona. Fue declarado culpable de dos asesinatos y fue internado en una institución psiquiátrica, en la que permaneció hasta que murió por causas naturales.
La camioneta que utilizó para trasladar los cadáveres que extrajo del cementerio fue subastada y se expuso en ferias de Wisconsin, de donde era el psicópata. 

KLAUS BARBIE, “EL CARNICERO DE LYON”
Su apodo se debió a los crueles asesinatos que llevó a cabo siendo fiel aliado de Hitler.
Poco tiempo después de que el dictador alemán llegara al poder, este hombre entró a formar parte de las Juventudes Hitlerianas. Años más tarde, se afilió al partido nacionalsocialista y pronto se convirtió en alguien de confianza para el dictador.
En 1942, en Lyon, la ciudad francesa donde la resistencia era más fuerte, Klaus Barbie cometió numerosos y sangrientos crímenes entre la población. Además, torturó y asesinó al líder de la resistencia francesa.

Por otra parte, cabe destacar su crueldad hacia los niños, que quedó manifiesta cuando envió a varios grupos de ellos (con edades entre los tres y los trece años) al campo de concentración de Austzwitch, donde fueron esclavizados y posteriormente, gaseados.
Al terminar la II Guerra Mundial, fue condenado a pena de muerte por cometer crímenes contra la humanidad, pero huyó de quienes le perseguían durante cuarenta años.

CHARLES MANSON
No fue el autor directo de ningún asesinato, pero fue el fundador en 1967 de La Familia, formada por un grupo de asesinos racistas que mataron a varias personas. Él siempre negó que existiera este grupo y hablaba de él así: “el término familia solo se utilizaba para caracterizarme como líder y hacerme responsable; lo único que hacíamos era vivir un sueño”. Se trataba de 144.000 miembros que seguían todo lo que les decía su fundador, que les hacía creer que los hombres negros matarían a los blancos y solo los integrantes de La Familia se salvarían. Se ha sabido que muchos de los miembros del grupo tenían relación con sectas satánicas.
Charles Manson
Charles Manson cometió robos, agresiones y una violación homosexual. Se creía que tenía poderes telepáticos y que era capaz de comunicarse con sus seguidores desde cualquier lugar. En 1969, ordenó el asesinato de todas las personas que estuvieran en la casa de Roman Polanski. Allí murió la esposa del director cinematográfico y algunos invitados. Este grupo asesinó también en otra ocasión a un empresario y a su esposa, y a un profesor de música, entre otros.

En un principio, Charles Manson fue condenado a muerte, pero más tarde, la condena se redujo a cadena perpetua. Actualmente, aunque él y muchos de sus miembros se encuentran en prisión, La Familia no ha desaparecido y su líder suele recibir cartas de personas que quieren formar parte del grupo.

“EL GIGANTE ASESINO”
Así es como fue conocido Ed Kemper debido a sus más de dos metros de estatura. Nació en 1948 en California y tuvo una infancia difícil, llena de fantasías y juegos macabros. Sus primeras “víctimas” fueron gatos, que mató de manera cruel a machetazos o enterrándolos vivos. En su adolescencia, asesinó brutalmente a sus abuelos después de pasar una temporada viviendo con ellos. Por este crimen, fue ingresado en un centro psiquiátrico, aunque salió de él unos años más tarde.
Víctimas del "gigante asesino"
Sus impulsos asesinos se intensificaron y se dedicó a matar a chicas jóvenes, a las que metía en el maletero de su coche, las mutilaba, las decapitaba y en ocasiones, también las violaba (cuando ya estaban muertas). Provocar la muerte le hacía sentir poderoso, y no podía dejar de matar, pues sus actos se habían convertido en una droga para él. Tal era su adicción que acabó matando a su madre golpeándola con un martillo.

Tras esto, él mismo se entregó a la policía y fue condenado a prisión por ocho asesinatos. En la cárcel, se descubrió que tenía un cociente intelectual de 145. Se trataba de un hombre muy inteligente, incapaz de expresar sus emociones, que estudiaba al detalle a sus víctimas: cómo eran físicamente, su forma de pensar, sus valores. Nunca mataba por azar.

MARTINA ZIMMERMAN
Solo cometió un asesinato, pero fue tan terrible que es imposible de comprender.
De pequeña, sufrió abusos por parte de sus padres y sus padrastros. Ya adulta, se casó y tuvo dos hijos. En apariencia, se trataba de una mujer normal, pero tenía extrañas aficiones: almacenaba en el congelador serpientes, arañas y ratas, y tenía libros de magia negra y brujería. Su familia ya estaba acostumbrada a sus actividades.

Tenía un amante y le asesinó porque, según ella, él se lo pidió para alcanzar otro “nivel de existencia” y esperarla en la otra vida, ya que en ésa, siendo amantes, estaban dando un mal ejemplo a los hijos de ella. Lo electrocutó en la bañera con la ayuda de su propio ex marido y después, cortó el cuerpo en 44 trozos, que guardó en el congelador. Los pedazos fueron asados y comidos posteriormente. Cortó su cabeza y la conservó, y como ella misma afirmó: “la metía en mi cama, la besaba y la hablaba”. Para esta asesina alemana, su crimen fue una prueba de amor.
Tras confesarlo todo, fue detenida y condenada a ocho años de prisión.

LUIS ALFREDO GARAVITO CUBILLOS, “GOOFY”
Era un hombre alcohólico y sufría depresiones continuamente, acompañadas de intentos de suicidio. Dos de sus vecinos le violaron, lo que pudo haber marcado su conducta. Trabajaba como vendedor de artículos religiosos.

Se trataba de un asesino de niños, todos ellos con las mismas características: chicos pobres con el pelo castaño. Solían tener entre 6 y 16 años, y se los llevaba a lugares apartados donde los violaba y los asesinaba brutalmente. Incluso apuntaba los nombres de las víctimas en un cuaderno. En 1999, este colombiano confesó haber matado a 142 niños, aunque las investigaciones que se llevaron a cabo indican que pudieron ser bastantes más. El psicópata afirmó además con la máxima frialdad que “llegó un momento en el que me aburrí de asesinar niños, por lo fácil que era seducirlos y matarlos”.

Solo un niño consiguió salvar su vida, John Iván, que facilitó la captura de este asesino. El pequeño fue obligado a subir a un taxi con el psicópata, y ya en un bosque apartado, le ató e intentó violarle, pero sus gritos alertaron a otro niño que estaba cerca, y el criminal acabó huyendo. Así, los dos niños consiguieron escapar. El asesino finalmente fue capturado por la policía.

EL ASESINO DE LA BARAJA
Recibió este apodo porque colocaba naipes junto a los cadáveres de sus víctimas; era su manera de identificar todos sus crímenes, su sello de identidad. Nunca se ha sabido con claridad si fue un único asesino o varios, pero solo fue detenido Alfredo Galán, un ex militar y ex vigilante de seguridad que fue acusado de seis asesinatos y otros tres intentos. Asesinó a un portero, a un empleado de la limpieza (que recibió un disparo en una parada de autobús junto al aeropuerto de Barajas), mató a dos personas e hirió gravemente a otra en un bar de Alcalá de Henares, intentó matar a una pareja de ecuatorianos en Tres Cantos (disparó en la cara al chico, aunque no le mató, y la pistola se le encasquilló cuando disparó a la joven) y asesinó a dos inmigrantes rumanos a tiros.
El asesino de la Baraja

El propio asesino confesó los crímenes, presentándose ante la policía bajo los efectos del alcohol, y afirmó que se entregaba porque se había cansado de que la policía no le encontrara. Indicó a los policías que dibujaba con un rotulador azul un punto en el envés de los naipes, lo que muy poca gente sabía, y se encontró una bala en un jarrón de su casa que coincidía con las balas utilizadas en los asesinatos. Explicó que mataba para saber lo que se siente, pero que se dio cuenta de que solo sentía indiferencia cuando lo hacía. Aunque él afirmó que elegía a sus víctimas al azar, lo cierto es que todos eran gente humilde y vulnerable, y todo parecía responder a un plan.

A pesar de esto, existen dos retratos-robot diferentes y algunos testigos afirman que hubo varios autores, que actuaban de manera diferente, pero eran cómplices.

TONY ALEXANDER KING
Según sus conocidos, este británico era un hombre callado y reservado, que estaba obsesionado con la musculatura, los esteroides y el alcohol. Tenía problemas sexuales de impotencia, lo que pudo motivar las violaciones que llevó a cabo como fruto de su frustración.
Le llamaban el Asesino de la Costa y empezó estrangulando a sus víctimas hasta dejarlas inconscientes, para pasar a violarlas y asesinarlas. En 1986, fue condenado a diez años de prisión en Reino Unido por estrangular a cinco mujeres a punto de provocarles la muerte.

En 1997, se vino a vivir a España, en concreto, a la Costa del Sol. En 2003, fue detenido y confesó haber matado a Sonia Carabantes y a Rocío Wanninkhof. A pesar de esto, su madre siempre le defendió y afirmó que se habían dicho muchas mentiras sobre él.
Tony King
Fue condenado a 36 años de cárcel por el asesinato de Carabantes, en el que fue muy cruel y actuó con ensañamiento. La joven tenía 17 años y fue asesinada a golpes y estrangulada, después de haber sufrido una agresión sexual.


EL ASESINO DE ANCIANAS
Se llamaba José Antonio Rodríguez de la Vega, y ya en su juventud, llevó a cabo varias violaciones, por las que fue condenado a 27 años de cárcel, aunque consiguió que le redujeran la pena y pasó allí solo ocho años. En aquella época, le conocían como el violador de la moto.

Se trataba de un hombre amable y de buena apariencia, que ya de adulto, se ganaba la confianza de ancianas de entre setenta y noventa años, a las que violaba y asesinaba de tal manera que parecía que sus muertes eran naturales. Se le atribuyeron dieciséis asesinatos, pero pudo haber más. En 1988, fue detenido y confesó los crímenes. Se descubrió que en su apartamento, tenía almacenados varios objetos de las víctimas, que mantenía como recuerdo en una habitación exhaustivamente ordenada.

Durante el juicio que tuvo lugar en Santander, se mantuvo muy tranquilo, sonriente y no ocultó en ningún momento su cara, tales eran sus deseos de protagonismo. En ese momento, afirmó que todas las muertes de las que era acusado, fueron naturales, y más tarde, confesó que se movía por el odio que sentía hacia su madre y hacia su suegra.
Según contaron los psicólogos que le analizaron, tenía una gran inteligencia y se ajustaba al perfil de un criminal. Se sentía orgulloso de los asesinatos que había cometido y en una ocasión, dijo: “todos los hombres han sentido alguna vez deseos de violar a su madre”.
En 2002, varios reclusos de la prisión en la que se encontraba le mataron brutalmente provocándole múltiples heridas en el pecho y en el resto del cuerpo.



jueves, 24 de mayo de 2012

La suma de recuerdos

El acto de vivir lo componen los hechos, las sensaciones, los estados de ánimo, el color de todo lo que vemos, el sabor de lo que invade nuestro paladar. Sabores afrutados, agrios, dulces, salados, combinaciones que llenan nuestro estómago y cargan de efímeras emociones un día gris. La lluvia sobre nuestro pelo, el contacto de unas manos amadas sobre nuestra piel, una visión que transforma un gesto de amargura en una posibilidad preciosa. 

Cada experiencia es única y la suma de ellas ha ido construyendo nuestro ser. Es un error intentar apartar de la memoria todo aquello que un día nos causó dolor o sufrimiento. Del más mínimo ápice de desasosiego podemos sacar útiles conclusiones, podemos beber de situaciones que ya nunca volverán a repetirse. La felicidad es tan breve e imprevista, que hay que agradecer el hecho de poder percibirla así, con independencia del momento, la persona o las circunstancias que nos rodean.

Una porción de dicha es un recuerdo delicioso que nos regala el cerebro cuando menos lo esperamos. Nuestra mente es sabia y nos otorga la oportunidad de revivir las cosas de las que no pudimos percatarnos en todo su esplendor cuando hubo que hacerlo. Es la añoranza de querer viajar al pasado y el conformismo al no poder hacerlo. 

A veces, no existe claridad. Hay ratos de abatimiento en los que la memoria desempeña una función básica como calmante. Algunos bellos instantes del pasado se baten suavemente con los minutos malos y se mezclan con el presente para elaborar un rudo boceto de lo que podría ser el futuro. Las posibilidades para todo, hoy en día, son infinitas. Hemos sido educados para probar, comparar y elegir. Somos más libres que nunca. Nos envolvemos con esmero en todo lo que se sitúa a nuestro alcance y aprendemos de cada situación. 

Cada beso, cada contacto, cada roce piel contra piel, cada rato en que nos hicieron sentir únicos y especiales, cada mirada que nos traspasó profundos sentimientos con un leve destello que atravesaba el iris, cada palabra pronunciada de la forma más natural, pero directa al grano, certera, propulsada hacia su objetivo con la fuerza de una tormenta. 

De la memoria nace la nostalgia y la melancolía. Echamos de menos etapas pasadas porque, a veces, las recordamos satisfactorias, se nos hacen inolvidables. Son vagos pasajes que proyecta un remoto rincón de la mente y que nos devuelven a instantes que quizá, hubiéramos cambiado si hubiera estado en nuestra mano y los pensamientos hubieran sido otros. 

Recuerdo cuando le tocaba el pelo canoso a mi abuela mientras le decía "abuelita" y ella contestaba "la abuelita está muy vieja ya". Unos meses más tarde ya no estaba en este mundo. Hubiera detenido el tiempo para evitar ese triste desenlace que, por otro lado, tarde o temprano, iba a llegar. Por eso, mi memoria es lo más valioso que me queda de ella. Igual que ratos recordados junto a personas que, por cosas de la vida, han guardado una distancia en los últimos tiempos. 

Las relaciones humanas suelen atravesar distintas fases. En un primer período, pueden ser muy estrechas, de suma complicidad, con una sintonía inicial que surge cuando acabas de conocer a alguien con quien estableces lazos de algún tipo. No obstante, siempre puede haber algo que modifique el trato y dé paso a un contacto frío, mínimo, cargado de reproches o, lo que es peor, de indiferencia. 

En esos casos, solo nos consuela la sonrisa que esbozamos cada vez que regresan los recuerdos positivos. Recordar es aprovechar la vida, recrear acontecimientos. Me encanta revivir porque así tengo la impresión de que vivo dos veces. 


miércoles, 23 de mayo de 2012

James Franco, un actor polifacético

Me gustan las personas capaces de nutrir su vida con miles de actividades que enriquecen su mente y su corazón. Muchos expertos recomiendan mantener el cerebro ocupado y ejercitarlo a diario para prevenir enfermedades tan terribles como el Alzheimer. Por eso, algunas personas inquietas no paran de buscar nuevas tareas que les satisfagan y les permitan desarrollar todo tipo de habilidades. Así, el actor James Franco me llamó la atención en su día por alternar varias profesiones que, aunque bastante distintas, comparten una característica común: la creatividad. Y no solo eso, ya que me fascinó su afán por seguir estudiando y querer adquirir cada vez más conocimientos. Una persona muy completa. 

A pesar de que solo tiene treinta y cuatro años, en su biografía ya figura como actor, productor, director, guionista, escritor, modelo y pintor. Nació en Palo Alto (California) el 19 de abril de 1978, de padre empresario de una compañía de envíos y transportes y de madre escritora y editora. Su abuela materna administra una galería de arte en Cleveland, llamada Verne Art Gallery. Es sencillo apreciar que algunas de sus pasiones le han venido heredadas de su familia. 

De niño, demostró su gran talento en las matemáticas. En 1996, se graduó en Palo Alto High School, colegio donde participó en multitud de obras de teatro. Comenzó a estudiar filología inglesa en la Universidad de California en Los Ángeles, pero lo dejó al acabar el primer curso para estudiar teatro e interpretación. Su primer papel le llegó en 1999 como protagonista de la serie de televisión titulada Freaks and Geeks, de corta duración. Su mayor oportunidad en la gran pantalla se dio en el año 2000 en la película romántica Whatever It Takes, cuya coprotagonista era su novia en aquella época.  


En 2001, interpretó a James Dean en una película que fue producida para emitirse en televisión, y por la cual recibió un Globo de Oro y fue nominado a los Premios del Sindicato de Actores y a los Premios Emmy. Después de varias cintas de ligera importancia, su popularidad definitiva surgió de su participación en la saga de Spiderman, junto a los actores Tobey Maguire y Kirsten Dunst y dirigida por Sam Reimi, que hizo una buena adaptación del cómic original. En un principio, a Franco le ofrecieron el papel protagonista, pero finalmente, interpretó al hijo de Duende Verde, uno de los villanos a los que se enfrenta "el hombre-araña".

Tristán e Isolda (2006)
En 2006, protagonizó junto a la actriz Sophia Myles el drama titulado Tristán e Isolda, del que debo comentar que carece de la intensidad suficiente para llegar al corazón del espectador, que es lo que considero que la cinta pretendía. Una historia de amor de semejantes características debería haber mostrado una mayor fuerza en su argumento y en las demostraciones emocionales de sus personajes. 

Posteriormente, vinieron algunas películas más, entre las que destaco 127 horas, que se estrenó el año pasado y que está basada en la historia real del ingeniero Aron Ralston, que en el año 2003 decidió pasar el día en la montaña y se cayó en una gran grieta en el Parque Nacional Canyonsland (Utah, EE.UU). Tuvo la mala suerte de que una roca se desprendió y atrapó su mano y su antebrazo derecho, por lo que pasó cinco días allí sin que nadie supiera dónde estaba (no había informado a nadie de su excursión), hasta que decidió cortarse el brazo a la altura del codo con una cortaplumas, como último intento para sobrevivir. 

127 horas (2011)
En 2006, Franco alternó sus incursiones en el cine con sus estudios en la Universidad UCLA, donde retomó la carrera de filología inglesa y se especializó en escritura creativa. Obtuvo su licenciatura en el año 2008, después de escribir una novela, supervisado por la escritora Mona Simpson (además, posee un doctorado también en filología inglesa, por la Universidad de Yale). A continuación, hizo al mismo tiempo Producción Audiovisual en la Universidad de Nueva York y un posgrado de literatura en la Universidad de Columbia. Tiene estudios de poesía y literatura de ficción y ha desarrollado su faceta como escritor, ya que en 2010 publicó una serie de cuentos cortos titulados Palo Alto. 

Su debut como director cinematográfico tuvo lugar el año pasado con la cinta Sal, que muestra la biografía de Sal Mileno, uno de los primeros actores que confesó su homosexualidad, y que murió a los 37 años después de ser agredido misteriosamente por un repartidor de pizzas. Una cinta experimental bastante arriesgada, que rodó con un escaso presupuesto y en solo nueve días. Franco sostiene que "el cine también puede ser puro arte y no solo entretenimiento para ganar dinero". 

Sus inquietudes no acaban aquí. Ha afirmado que la pintura fue su vía de escape cuando estudiaba secundaria y que "lleva pintando más tiempo que actuando". Durante algún tiempo, acudió a las clases de la escuela de arte California State Summer School for the Arts. 

Campaña de Gucci
Además, ha intervenido en telenovelas como artista invitado, presentó la gala de los Oscar de 2011, es cantante de pop electrónico junto a Kalup Linzy y profesor en la Universidad de Yale. Por si todo esto fuera poco, el año pasado protagonizó como modelo una campaña de Gucci con el título El mundo entero es un escenario, en la que mostró trajes hechos a medida en fotografías en blanco y negro. 

Sin duda, un prodigio intelectual y un culo inquieto, que despierta admiración allá donde va. 


martes, 22 de mayo de 2012

Mentes perturbadas

Son muchos los asesinos que han sembrado el terror en distintas zonas del mundo a lo largo de la historia. Sus crímenes, ya sean premeditados o casuales, siempre se cometen de la misma forma o existe un elemento común que los relaciona. Sus absurdas motivaciones para asesinar les convierten en perturbados y en un verdadero peligro para la sociedad. Con una personalidad complicada, una infancia difícil o el trauma de haber sufrido cualquier tipo de maltrato, estos individuos comparten el deseo de matar. 

TIPOLOGÍA
La mayoría de ellos suele despertar odio por parte de la opinión pública, que condena sus irracionales crímenes, pero por otra parte, es sorprendente que mucha gente sea capaz de coleccionar algunos objetos vinculados a los psicópatas o de su propiedad. Es el caso de algunos coleccionistas estadounidenses que están dispuestos a pagar mucho dinero para conseguir objetos de asesinos famosos, como la dentadura o la máquina de escribir de Ted Kaczynski, que fue detenido en 1996, tras haber enviado bombas en paquetes postales en Estados Unidos, durante varios años. 

Es difícil determinar dónde está el límite entre un asesino común u ocasional y un asesino en serie. Puede que les diferencie el hecho de que el primero mata en puntuales excepciones, empujado por alguna razón que él considera importante y normalmente se arrepiente, y el segundo comete un asesinato tras otro, sin buscar motivos o tener un móvil claro para ello, y estudia al detalle la manera de cometerlos. En cuanto a los asesinos ocasionales, la mayoría de las veces suelen conocer a sus víctimas de vista o de manera más cercana, mientras que los asesinos en serie las ven por primera vez en el momento del crimen, aunque tengan muy estudiadas sus pautas a seguir. Sin embargo, en estas formas de actuar puede haber excepciones. 

Un agente especial del FBI, Robert K.Ressler, creó el término asesino en serie (serial killer). A través de diversas entrevistas que hizo a los asesinos más peligrosos que se encontraban en la cárcel (lo que ayudó a la detención de otros criminales), pudo dividir a estos psicópatas en tres categorías:
·    Organizados: son muy conscientes de lo que hacen y cuidan mucho todos los detalles, tanto al elegir la víctima, como el eliminar las posibles pruebas del crimen.
·     Desorganizados: tienen problemas mentales graves y no planean sus asesinatos.
·     Mixtos: no son habituales y combinan la actitud de los dos anteriores. 



En cualquier caso, el término asesino engloba a todo aquel individuo que comete crímenes en cinco circunstancias básicas: inundación, incendio, veneno o explosivo, premeditación y ensañamiento. Según el Código Penal español, estas cinco circunstancias convertían el homicidio en asesinato, y diferenciaban así ambos términos. De un modo más sencillo, los diccionarios definen asesino como “el que asesina, homicida” o “persona que mata a otra con premeditación”.

En el siglo XI, "los asesinos" eran los miembros de una secta secreta, fundada por Hasan b Sabbah, que actuaba en Persia y Siria y cuyo objetivo era el asesinato sistemático de sus rivales político-religiosos. A pesar de que los jefes de esta secta contaban con la absoluta obediencia de sus seguidores, muchos de ellos murieron asesinados por éstos.  Esta sociedad se mantuvo activa hasta el siglo XIII, cuando fue eliminada por los mongoles. Quizá, ésta fuera la más importante agrupación de asesinos de la historia, nombrados a sí mismos como tales. 

EL INDIVIDUO AGRESIVO
En muchos casos, la agresividad surge en el momento del nacimiento, aunque no se manifiesta del todo al principio. Un niño que tenga una personalidad de por sí agresiva desarrollará más intensamente esa personalidad si vive en un entorno que le resulte hostil o cruel, ya sea dentro de la familia o en el exterior. Muchos psicoanalistas sostienen que a pesar de todo, este desarrollo del comportamiento agresivo se puede evitar, pues depende directamente de cada persona y de la educación que haya recibido.

Existen dos visiones opuestas en cuanto a la agresividad. Según afirma Anthony Storr en su libro La agresividad humana, “muchos autores nos han transmitido la impresión de que la agresividad se trata simplemente  de un impulso lamentable, que debe ser eliminado, y no de una parte necesaria de nuestra herencia biológica con la que tenemos que aprender a coexistir, y que ha servido y sigue sirviendo para conservarnos”. 

El autor Alfred Adler identifica la agresividad con el deseo que tenemos los seres humanos por alcanzar el poder y conseguir la superioridad y la perfección respecto a los demás. Freud sostuvo que el hombre era autodestructor y que la agresividad era una variante de lo que él llamaba el “instinto de muerte”, en el que se defendía que toda materia tenía como final su desaparición y que nada se mantenía eternamente.

Algunos experimentos han indicado que en una parte del cerebro, concretamente, en el hipotálamo, es donde surgen los sentimientos de ira en el ser humano, que nos inducen a mostrarnos agresivos. Si volvemos al libro La agresividad humana, al autor dice que todos hemos sentido alguna vez los impulsos que podrían llevarnos a cometer un asesinato. Esos impulsos existen en nuestro interior y se encuentran reprimidos hasta que una situación nos supera en exceso. Esto no quiere decir que en circunstancias desbordantes o extremas, la respuesta sea el asesinato, pues éstas no lo justifican, sean cuales sean. 

Hay personas que dirigen su ira contra ellos mismos o contra el exterior y no pueden controlar su furia. Como dice Anthony Storr en el libro antes mencionado, “estos individuos han sido incapaces de integrar su agresividad de un modo positivo y, consiguientemente, cabe considerarlos como mentalmente enfermos o inadaptados”.
En concreto, existen cuatro estados mentales relacionados con la agresividad, que en casos muy específicos, podrían convertir a un individuo violento en un asesino: depresión (angustia que, en casos extremos, puede llevar al suicidio), comportamiento esquizoide (desconfianza, hostilidad), comportamiento paranoide (crueldad, satisfacción con el dolor ajeno) y comportamiento psicópata (indiferencia ante las emociones de los demás, falta de remordimientos, egoísmo). 

ENFERMEDADES MENTALES DEL ASESINO
Es importante comenzar con una distinción entre lo que se considera normal y anormal. Según define Margarita Ortiz-Tallo en el libro Trastornos psicológicos, “el sujeto es considerado anormal si es incapaz de ajustarse a las normas que ha establecido la sociedad o su propia cultura”. Esto se ve muy reflejado en los actos violentos. Hay que entender que ninguna conducta o acto es anormal en sí mismo, sino que la unión de diversos factores negativos o anómalos es lo que crea la anormalidad.

Existen algunas enfermedades mentales, crónicas o transitorias, que afectan a la mayoría de los asesinos potenciales: 
Personalidad límite
      - Trastornos de la personalidad: los enfermos son personas que igual pueden sentirse alegres, tristes, melancólicas o agresivas y pueden pasar de un estado de ánimo a otro con relativa facilidad. Existen tres subtipos:
*   Los individuos que tienen una personalidad disocial están en contra de las reglas sociales establecidas en la sociedad en la que viven. Su forma de actuar es similar a la que emplean quienes tienen un comportamiento psicópata. 
*   La personalidad “límite” es aquella por la cual el individuo se muestra inconstante en sus opiniones, en la manera de considerar a sus amigos y en la visión que tiene de sí mismo (puede autoagredirse o intentar el suicidio). 
*    Muchos asesinos en serie son identificados con una personalidad anancástica. Son perfeccionistas, cuidan todos los detalles, defienden una exagerada limpieza y la puntualidad. Además, protegen su intimidad al máximo y a veces, pueden mostrarse dudosos e indecisos. Suelen cometer sus crímenes con la mayor exactitud, estudiando cada elemento tenido en cuenta.  

      - Trastorno obsesivo- compulsivo: se trata de una dolencia en la que el individuo se obsesiona con determinados pensamientos, imágenes, e incluso personas, y no puede apartar esas obsesiones de su mente, aunque ese sea su deseo. Esto puede provocarle ansiedad, y en ocasiones, la obsesión puede conducir al asesinato (por ejemplo, si un hombre se obsesiona con una mujer con la que no puede estar, y decide matarla). El crimen sería una forma de compulsión (acto llevado a cabo para aliviar la ansiedad), pero no es algo habitual.

    - Delirio: está relacionado con la paranoia, y se caracteriza porque quien lo sufre, siente desilusiones constantes que pueden hacer referencia a muchos aspectos, como la vida amorosa, su creencia en que es un individuo rico y poderoso (y luego, se da cuenta de que no es así), los celos enfermizos e injustificados y la manía persecutoria.

domingo, 20 de mayo de 2012

RELATO CORTO: Experiencias de Ana. Nuevo amor imprevisto


Así, con veintidós años me encontraba soltera, después de cuatro años en pareja, casi desorientada en temas amorosos y sin saber bien hacia dónde tirar, salvo por un pequeño detalle. Me había enamorado de forma imprevista, como si un huracán hubiera llegado a mi vida y hubiera arrasado con todo. Había llegado la etapa de los olores envolventes, innovadores, que dominarían mi voluntad y me harían perder el control. Había irrumpido en mi subconsciente un perfume masculino embriagador, que paralizaría mis sentidos, y que desde entonces y hasta ahora, es mi favorito. 

He olvidado mencionar que mientras aún estaba con Mario (ya en los últimos meses de relación) entré a trabajar en una empresa de logística. Allí conocí a un chico que, si en un principio me pareció un poco raro (fue solo la primera impresión), al final me atrapó por completo. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, cogiendo confianza el uno con el otro, haciendo más llevaderas las horas en el trabajo y compartiendo aficiones fuera. Llegamos a quedar un par de veces para comer y en parte gracias a él, descubrí la satisfacción de recorrer el mundo a pie y dejarme envolver por el aroma del aire fresco en la naturaleza. 

Cuando mi relación de pareja ya estaba rota, fue cuando me di cuenta de que uno los muchos motivos de esa ruptura había sido mi estrecha amistad con Jorge. Me había enamorado de él en silencio, sin pretenderlo y casi sin darme cuenta. Me encantaba su personalidad, su forma de ser, sus gustos, sus aficiones, su manera de ver la vida y analizarla. En definitiva, me encandiló por completo derribando todas mis posibles defensas. En apenas unos días, ya nos habíamos besado y todo fue muy deprisa en mi cabeza y, sobre todo, en mi corazón. Me cautivó su forma de conquistarme, ya que tuvo actitudes que me descolocaron. En un principio, no pretendía ni esperaba estar con él, porque pensaba que él solo me veía como una amiga y compañera. Antes incluso de habernos besado, ya me llevaba cogida de la mano por la calle, me abrazaba con emoción y me derretía con el olor de ese perfume que antes he nombrado. 

No sólo estábamos bien juntos, si no que también salíamos muchas veces por el campo y vivíamos experiencias que nos enriquecían (fue una etapa que recuerdo con mucho cariño, por la de actividades que compartimos). Me sentía muy bien a su lado. El sexo se había convertido en algo absolutamente necesario y en un vínculo muy fuerte entre los dos (en sus brazos, percibía que el mundo se detenía). Descubrí aspectos de mí que desconocía (las comparaciones no son correctas, pero en mi relación anterior no sentí ni lejos lo mismo en el aspecto sexual; podría decirse que estaba frustrada) y comprendí que hasta entonces no había sido yo misma en ese terreno. Me daba protección y seguridad y a su lado me sentía capaz de hacer muchas cosas que nunca habría imaginado.

Así las cosas, me atrevo a afirmar sin equivocarme que Jorge fue uno de los chicos a los que más he amado en mi vida. Y eso que sólo estuvimos juntos cinco meses, pero fueron muy intensos, desde el punto de vista emocional. Amé totalmente, hasta con la última célula de mi cuerpo, la última neurona de mi cerebro, el último poro de mi piel. Y me sentí correspondida la mayor parte, afortunadamente, aunque fue una relación bastante dura para mí, pues no recibía todo lo que yo daba, ni en la misma medida.

Cuando nos veíamos y pasábamos tiempo juntos, todo era perfecto. Aún recuerdo cómo todo empezó a la salida del trabajo, cuando nos quedábamos dentro de su furgoneta porque hacía frío. Puedo decir que a partir de ese momento se creó un lazo estrecho entre los dos. Sin embargo, cuando dejábamos de vernos, él desaparecía del mapa, no cogía las llamadas, a veces me colgaba sin explicación, hasta que pasaban los días y volvía a aparecer; era un ir y venir muy triste. Esa clase de situación era frustrante, puesto que era evidente que yo tenía más ganas de verle. 

Lo que más descolocaba era su actitud de profundo amor cuando nos veíamos. Nos podíamos pasar una hora sin hablar, solo mirándonos a los ojos y haciéndonos caricias, y no ocurría nada, porque el silencio estando juntos nos llenaba. Puedo decir que su mirada me decía una cosa y sus comportamientos posteriores me decían todo lo contrario. 

Nunca comprenderé nuestro final. Desapareció una vez más y yo, ya cansada, decidí de forma unilateral que aquello no conducía a nada. A día de hoy, aún no entiendo qué le pudo pasar por la cabeza, qué pensó, qué le hizo desaparecer y hacerme tan indiferente ante sus ojos. Algo cambió en su manera de ver la relación y eso la condenó al fracaso. Siempre me quedará la duda de si de verdad me quiso alguna vez o fue un gran actor, de los de Oscar. No lo sabré nunca, y quizá, por vivir con esa intriga, me costó mucho más superarlo y asimilarlo, aunque en un primer momento, me hice la fuerte y pasé página. 

ANA


sábado, 19 de mayo de 2012

Los sueños... sueños son

Nos vamos a la cama con miles de ideas y recuerdos paseando por nuestro cerebro. Necesitamos dormir unas siete u ocho horas diarias para tener un descanso reparador, poder almacenar toda esa información correctamente y además, estructurarla. Funcionamos como un ordenador cuyos datos deben guardarse en discos duros para garantizar que al día siguiente seguirán estando ahí. Si lo mantenemos encendido durante muchas horas, conviene reiniciarlo de vez en cuando. Con nuestra mente tiene lugar un proceso similar. 

Más que en el descanso, me voy a centrar en la actividad de soñar durante la noche. Según una investigación llevada a cabo por científicos canadienses, antes de almacenarse de forma definitiva, nuestros recuerdos pasan de una zona a otra del cerebro durante un máximo de una semana y, en ese tiempo, soñamos con ellos. Por ese motivo, no es casualidad que en nuestros sueños aparezcan personas que conocemos, situaciones que nos resultan familiares o hechos absurdos, pero conectados de algún modo con la realidad. 

Así, soñar está íntimamente relacionado con la zona del hipocampo, situado debajo de la corteza cerebral y que es fundamental en el proceso de la memoria. Freud llamó "residuos diurnos" a los recuerdos que se quedan en la memoria durante el día, y que en los cinco o siete días posteriores se ven reflejados en nuestros sueños. Nielsen, autor de una de las investigaciones sobre este tema, ha denominado a estos recuerdos posteriores "el efecto del intervalo de los sueños" y sostiene que los sueños están relacionados con la expresión de nuestro subconsciente. 

La descripción que da Allan Hobson, psiquiatra e investigador estadounidense, sobre un sueño es la siguiente: "(...) se caracteriza por una imaginación sensomotora vivida que se experimenta como si fuera la realidad despierta. (...) Tiende a desvanecerse rápidamente después de despertarse a no ser que se tomen medidas especiales para retenerlo". 

En el sueño no-REM (NREM), también conocido como sueño lento (o en el que no existe un movimiento rápido de ojos), existen cuatro etapas: la etapa 1 (transición de vigilia a sueño) en la que los sueños se pueden interrumpir fácilmente por ser más débiles; la etapa 2, en la que comienza el sueño; y las etapas 3 y 4 (sueño profundo, en el que puede producirse sonambulismo), en las que se desarrollan totalmente los sueños. 

Durante la fase REM (Rapid Eye Movement, Movimiento Rápido de Ojos), que supone un 20% del tiempo total de descanso, los sueños suelen ser más emocionales y extraños que en las fases NREM. En cualquier caso, al despertar y conforme pasan las horas, los detalles de lo que soñamos se van escapando de nuestra memoria. 

Resulta curioso que haya personas más propensas a sufrir pesadillas que otras (en mi vida, puedo contar con los dedos de una mano las que he tenido), pero sí existen ciertos factores que pueden influir en este hecho. Se dan con mayor frecuencia en personas inseguras, nerviosas, que sufren ansiedad o presentan un estado emocional débil. También repercute haber vivido alguna experiencia traumática o incluso, elementos externos, como ruidos o sensaciones desagradables que el cerebro capta durante la noche. 

Mis sueños recurrentes se relacionan con la muerte y el amor. En ocasiones, he llorado desconsoladamente dentro del propio sueño o he vivido tórridos encuentros amorosos (ya sean solo besos o algo más allá) con personas conocidas. Soñar con la muerte suele reflejar cambios relevantes en la existencia de cada uno, mayor madurez o espiritualidad. En el caso del amor, los significados que algunos atribuyen son felicidad y satisfacción con la vida actual, o bien, falta de cariño. 

Por supuesto, todo esto no son más que teorías que no se pueden demostrar. Personalmente, me encanta soñar, ya que me permite plasmar en mi mente situaciones inverosímiles de todo tipo que, al fin y al cabo, ha fabricado mi propio cerebro de un modo inconsciente. Y cuando tengo la suerte de recordar esas historias, me invade una sensación de paz que riego con una incrédula sonrisa.