La tuberculosis es una infección persistente provocada por el llamado bacilo de Koch (que fue descubierto por el médico alemán Roberto Koch, en 1882), también conocido como Mycobacterium tuberculosis. Esta bacteria afecta a varios órganos del cuerpo, pero en especial, a los pulmones, y se transmite a través del aire, por medio de personas que se encuentran en los primeros días de incubación o que no están recibiendo tratamiento, al expulsar diminutas gotas contenidas en los bacilos al hablar, estornudar o toser. Es difícil que se contagie a través de los alimentos, aunque en los lugares donde esta infección es muy habitual, puede contraerse al beber leche no pasteurizada.
Esta enfermedad tuvo su mayor incidencia durante la época de la Revolución Industrial, como consecuencia de los desplazamientos de la gente del campo a las ciudades, donde vivían en unas pésimas condiciones higiénicas y hacinados. No obstante, aunque es menos frecuente, aún se da en la actualidad, en zonas muy concretas y bajo circunstancias muy específicas.
Los bacilos se introducen en el organismo, se extienden y se hacen inmunes. Mediante la denominada "prueba de la tuberculina" o de Mantoux, que consiste en administrar un derivado proteínico del bacilo por vía cutánea, en la parte anterior del brazo, se puede detectar la enfermedad. Se observará la reacción en la zona a las 24, 48 y 72 horas de la aplicación. Si la pápula (lesión de la piel) que surge como resultado de esta prueba tiene más de 5 milímetros de diámetro, se considera que se ha producido un contacto con el bacilo, y por tanto, hay infección por tuberculosis. A veces, pueden darse falsos positivos o falsos negativos, por lo que conviene repetir el test transcurridos diez días.
Sus síntomas principales suelen ser un cansancio intenso, abundante sudoración, malestar general, expulsión de sangre en los esputos y pérdida de peso. En ocasiones, se da tos seca y continua, con una temperatura corporal de entre 37 y 37,5 grados. A veces, no hay síntomas, por lo que es complicado detectar la infección.
Muestra de BCG |
La vacuna contra la tuberculosis recibe el nombre de Bacillus Calmette Guérin (BCG), en honor al microbiólogo Albert León Charles Calmette y al veterinario Camile Guérin, cuyas investigaciones llevadas a cabo en el Instituto Pasteur en 1925, dan lugar a la primera vacuna del siglo XX. En 1921, se había realizado la primera prueba en seres humanos.
Para prevenir la enfermedad, es recomendable vacunar con BCG a los recién nacidos que tengan un alto riesgo de contraerla. Sólo se les vacunará una vez, ya que no está demostrada la eficacia de una segunda vacuna. La Organización Mundial de la Salud recomienda que se vacunen los niños y los jóvenes que vayan a pasar una temporada en lugares de elevada incidencia de la enfermedad (no se recomienda que lo hagan los adultos, porque tampoco está comprobada su eficacia en esa situación).
En el caso de las mujeres embarazadas, se les realiza la prueba antes mencionada, y si el resultado es positivo, se les realizará además una radiografía de tórax, que podrá completarse con muestras de líquido de los conductos respiratorios y del estómago, y de líquido cefalorraquídeo para confirmar el diagnóstico. El feto puede contagiarse a través de su madre, antes o durante su nacimiento, si respira o traga líquido amniótico infectado. Después de nacer, también puede contraer la enfermedad si respira aire que contenga las gotas que presentan los bacilos. La mitad de los hijos de madres con tuberculosis desarrolla la enfermedad durante su primer año de vida, si no se les vacuna o no reciben un tratamiento con antibióticos.
Existen dos tipos de tuberculosis: pulmonar y extrapulmonar. La pulmonar, que también se conoce como infección primaria, puede darse inmediatamente después de la infección, y afecta, sobre todo, a los niños de África. Si el niño está sano, la tuberculosis puede generar alteraciones en los ganglios y en los pulmones, pero si ya presenta otras infecciones o enfermedades, pueden surgir otras dificultades, como derrame pleural, obstrucción de los bronquios o acumulación de líquido entre las membranas del pulmón.
Por el contrario, la tuberculosis extrapulmonar, postprimaria o del adulto, surge al menos dos años después de producirse la infección, por lo que ésta permanece latente. Es más agresiva que la primaria, se extiende con mayor facilidad por el resto del cuerpo y provoca lesiones pulmonares más graves.
La tuberculosis es crónica y si no se sigue un tratamiento, conduce a la muerte. Se administra una combinación de fármacos muy eficaz, pero éstos tienen efectos secundarios, por lo que deben estar controlados por un especialista médico. Si la paciente es una mujer embarazada, los medicamentos que tome no afectarán al feto.
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