viernes, 14 de diciembre de 2012

Neumonía

Se trata de la primera causa de muerte en todo el mundo en niños menores de cinco años. La neumonía o pulmonía es una enfermedad del sistema respiratorio por la que se produce una inflamación de los espacios alveolares de los pulmones, lo que genera, en ocasiones, problemas para respirar e incluso dolor. La mayoría de las veces va acompañada de infección, pero no siempre. Puede estar causada por hongos, virus o bacterias de distinto tipo. 

El neumococo es la bacteria que desencadena el 25% de los casos de esta enfermedad en niños y el 60% en adultos. La neumonía por neumococo es una de las más graves (incluso puede causar la muerte), ya que la bacteria es muy agresiva y puede ser resistente al tratamiento, que a veces, puede requerir un ingreso hospitalario prolongado. En las peores circunstancias, esta bacteria puede llegar a la sangre y al sistema nervioso central, lo que podría desembocar en meningitis
Los bebés, los niños pequeños y los mayores de 65 años suelen ser los más afectados por esta infección. Hasta un 30% de los adultos sanos son portadores de neumococo sin que afecte negativamente a su salud. 


Esta enfermedad hace que el tejido que forma los pulmones se hinche, esté enrojecido y cause dolor. Existen dos clasificaciones fundamentales de neumonía, en función de dónde se haya adquirido o qué zona pulmonar afecte. De acuerdo al primer criterio, puede ser neumonía adquirida en la comunidad (NAC) o extrahospitalaria, si se contrae fuera de los centros médicos, o neumonía nosocomial (NN), que se contrae pasadas 48 horas desde el ingreso hospitalario por otros motivos (algún proceso gripal u otra enfermedad). 

Por otro lado, en función del segundo criterio, está la neumonía lobular, que es aquella que incide en un lóbulo pulmonar completo; la neumonía que afecta sólo a un segmento del lóbulo; la bronconeumonía, que ataca a los alvéolos cercanos a los bronquios; y la neumonía intersticial, que incide en el tejido intersticial (el que conecta los distintos elementos del interior y de los alrededores de los pulmones). 

Las personas con sida o aquellos con fibrosis quística son más propensos a sufrir neumonía (éstos últimos, debido a la acumulación continua de fluido en los pulmones), al igual que los que tienen gripe o son asmáticos. Puede ser muy contagiosa, ya que el virus se propaga con rapidez por el aire y puede extenderse por medio de tos, estornudos y mucosidad. Quienes han tenido neumonía, pueden mantener las secuelas en su cuerpo durante mucho tiempo después de su curación, por lo que pueden contagiar a los demás con cierta facilidad. 

Algunos de los síntomas son fiebre elevada durante más de tres días, hundimiento de las costillas al respirar, quejido en el pecho similar al de quienes padecen asma, tos con expectoración amarillenta o sangrante (hemoptisis), disnea (dificultad para respirar o falta de aire), baja presión arterial y taquicardia. Los bebés y los niños pequeños suelen estar cansados, tener la piel fría, ponerse morados al toser o incluso sufrir convulsiones; además, no quieren comer y no reaccionan a los estímulos. El diagnóstico es semejante al de los adultos. En los mayores de 65 años, los síntomas son mucho más sutiles. 

La mayor parte de los casos se tratan sin necesidad de hospitalización. El tratamiento incluye antibióticos orales, mucho líquido y reposo en casa. Si los síntomas empeoran, ya sería necesario el ingreso hospitalario. Los pacientes con problemas para respirar, precisarán oxígeno extra, y ya en las circunstancias más extremas, incluso se recurrirá a la intubación y a la ventilación artificial. 


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