Comienzo en un extremo nada prometedor. Es un largo y costoso recorrido que nace de los márgenes de la nada. Se asemeja al estado del escritor que se enfrenta al miedo del folio en blanco, vacío, que le observa burlón sentado sobre su regazo. Partir de cero es como mirar al cielo con incertidumbre esperando que caiga la lluvia sin que exista el más tímido asomo de nubes.
La primera vez se echa un pulso a la montaña; uno se plantea quién de los dos ganará la batalla. De un lado, el excursionista en prácticas, el aventurero curioso que no ve el peligro hasta que puede tocarlo, el apasionado del aire libre que cierra los ojos cuando entra en contacto con la naturaleza porque cree que, así, se integrará más en ella. De otro lado, el medio natural, una cima que observa lo que hay debajo con expectación, vegetación y fauna oculta en rincones impenetrables que el ser humano ni imagina, un lugar para encontrarse a uno mismo.
Deliciosa soledad en medio de la montaña. Un paseo nutrido por experiencias que muy pocos son capaces de comprender desde el resquicio más profundo de su auténtico significado. Ciertamente, los que no han bebido desde niños de la riqueza de perderse entre los matojos y los cantos de los pájaros, tienen que sorprenderse por sí mismos tomando el camino que nos aleja de la corrompida civilización. Nuestros pulmones agradecen el respiro que les damos en el seno de un entorno que, por ser poco concurrido, casi nos pertenece por un día.
Si no hubiera riesgo, no sería tan estimulante. Si la nieve no resbalara, no tendría tanto sentido caminar por esos senderos al borde de una caída de, al menos, cinco metros. La emoción dejaría de vivir en el interior de un alma por poco envenenada por las comodidades. Cualquier vehículo es enemigo indiscutible del placer que proporciona el hormigueo en las piernas después de una prolongada caminata. Pocas cosas son tan placenteras como llegar a una cumbre desierta, transcurridas seis o siete horas de ejercicio, e inyectar grandes dosis de aire puro en unos pulmones preparados para el deporte.
Tener el cerebro adaptado al esfuerzo físico nos garantiza una gran capacidad para poder superarnos día a día. El excursionista siempre desea más, no se contenta con pequeñas rutas de cinco horas, sino que aspira a cubrir su corazón con el sueño de una cima cada vez más alta y empinada. El dolor de gemelos y glúteos es una bendición para quien es amigo de la montaña por encima de ciertas actividades sencillas y superfluas que no suponen sacrificio alguno, más allá de dedicar unos minutos de un tiempo malgastado.
La existencia vivida es más intensa si se contempla dentro de un marco de actividad al aire libre. El desconocimiento de lo que puede ocurrir durante uno de esos paseos estimula las ganas de recorrer zonas más complicadas y apartadas. El ser humano busca el peligro inconscientemente, por instinto, y la satisfacción de salir airoso de los problemas que puedan presentarse no se puede comparar con nada. Sobrevivir es una meta en sí misma, una lucha profunda para que nuestras piernas y nuestra voluntad mental nos conduzcan a un desenlace positivo o, por lo menos, aceptable.
Tan importante es disponer de los medios materiales y de las habilidades físicas adecuadas, como tener la valentía de lanzarse a la aventura sin pensar con demasiado detenimiento en las consecuencias. El optimismo y el sentido común serán más relevantes, en muchos casos, que la fortaleza y la orientación. En cualquier caso, lo peor que puede pasar es que lleguemos a casa dos o tres horas más tarde de lo previsto, con varios arañazos de ramas inoportunas en piernas y brazos, alguna picadura de un insecto molesto o, si nos situamos en el límite de la mala suerte, puede que tengamos que dormir en algún refugio por ignorar dónde está el camino de vuelta. Sin embargo, todo esto forma parte de la adrenalina que alimenta al senderista.
Amén, hermana. Me quedo con el último párrafo. ¿Qué sería de una buena ruta sin los arañazos, el hormigueo en zonas hasta entonces desconocidas o el retraso de un par de horas en el horario oficial? Respecto a dormir en algún refugio, eso ya es otro nivel ;)
ResponderEliminarPor cierto, ¿la primera foto de donde es?
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