El sonambulismo o noctambulismo es un trastorno del sueño que se suele dar durante las etapas tres o cuatro del descanso, en las cuales, las ondas cerebrales y el ritmo respiratorio son lentos. Estas fases no REM constituyen el 20% del tiempo total que pasamos durmiendo, duran poco más de unos veinte minutos entre las dos y en ellas, no solemos tener sueños.
Este trastorno se clasifica dentro de la parasomnia, que es una alteración de la conducta mientras dormimos, caracterizada por la aparición de episodios breves en los que el individuo se despierta, sin que se interrumpa el sueño ni se vea afectado el nivel de vigilia diurno. El noctámbulo puede llevar a cabo actividades motoras automáticas más o menos complicadas, sin ser consciente de ello, sin poder comunicarse con nadie y, en la mayoría de los casos, sin que recuerde nada al día siguiente. En contra de lo que se cree, no es peligroso despertarlo, pero sí es difícil, y puede provocarle cierta confusión temporal. Por ello, lo mejor es guiarle tranquilamente hasta la cama, sin necesidad de alterar su sueño.
El sonambulismo se da en el 17% de los niños (es más habitual entre los cuatro y los seis años y en torno a los once o doce años, aunque puede presentarse hasta los dieciséis) y tan sólo en el 4% de los adultos. Asimismo, el 19% de la población de todo el mundo es propensa a sufrirlo y los hombres lo padecen con más frecuencia. Es más común que se produzca a las dos o tres horas de haberse acostado. Suele ser hereditario y su causa principal es el estrés, junto con la falta de sueño y el consumo de drogas y alcohol en los adultos. En los casos más extremos, el sonámbulo podría mantener relaciones sexuales durante sus despertares inconscientes, lo que se conoce como sexomnia.
Quienes padecen sonambulismo realizan sus tareas con los ojos abiertos. Algunos pueden tener los ojos hacia arriba, debido a que el cuerpo se adapta naturalmente a no recibir luz durante el sueño. No hablan con coherencia y si se les pregunta, sólo emiten sonidos, aunque depende de cada individuo. Pueden ser un peligro para sí mismos si llevan a cabo actividades arriesgadas, como subir y bajas escaleras o manejar alguna herramienta; se conocen casos de personas que han muerto en estas circunstancias. Si se les despierta de repente, podrían llegar a autolesionarse o a atacar a quien tengan enfrente, debido a la desorientación inicial.
Son muy sugestionables y durante sus episodios, tienden a interesarse por cuestiones que han escuchado a alguien o han visto por televisión ese mismo día antes de acostarse o en días anteriores. Lo mejor es seguirles la corriente e intentar acostarlos de nuevo, a pesar de que algunas veces, se levantan otra vez porque "sienten" que tienen que terminar lo que estaban haciendo. Una buena fórmula para calmarles es decirles lo bien que han hecho todo, para que comprendan que han acabado.
Nunca revelarán secretos o darán informaciones que no darían en su vida diaria normal. No recuerdan lo que han hecho, aunque algunos adultos que sufren episodios más o menos violentos, sí pueden recordar, en parte, sus palabras o actos sonambulísticos. Por ello, no conviene mencionar comportamientos absurdos (como limpiar objetos invisibles o comer alimentos que no existen) porque pueden avergonzarse.
Existen varias sentencias judiciales en las cuales individuos que cometieron crímenes mientras padecían un episodio de noctambulismo, fueron absueltos. Es el caso de Albert Tirrel, que en 1846, fue declarado inocente de incendio y de asesinato, porque lo hizo sonámbulo.
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