lunes, 18 de febrero de 2013

Reencuentro con el deporte

Hace unos años, mi pereza era tal que no lograba comprender el porqué de mi afición desproporcionada por el deporte. La comodidad del sofá y la calma que se respiraba por medio del descanso, me impedían ver aquella realidad paralela que tanto había amado. Hoy puedo decir que mi decisión prematura de dejarlo todo un mal día de confusión mental, fue uno de los caminos más absurdos que he tomado. Para que la mente funcione con coherencia, el cuerpo debe encontrarse en sintonía, lo más sano posible, muy activo, dispuesto a todo lo que se pueda presentar. 

Aquella frase tan acertada que dice "quien mueve las piernas, mueve el corazón", vuelve a cobrar un sentido en mi vida. El miedo a no dar la talla y a ser sólo la migaja de una deportista venida a menos, ha dificultado durante largo tiempo mi retorno a este mundo de actividad física y endorfinas enloquecidas. No hay droga más sana que la que te da el ejercicio, esa que recorre las venas a un ritmo frenético, que se inyecta en el organismo en poco tiempo y que proporciona una felicidad poco comparable con la que viene por cualquier otra vía. 

Ese hormigueo en las piernas que nace después de un esfuerzo relativo, supone una sensación motivadora para el espíritu. Pocas cosas nos hacen sentir tan orgullosos de nosotros mismos, tan satisfechos por el trabajo bien hecho, una labor de cuidado personal y de salud. Cómo queramos llegar a la vejez está en nuestras manos, sólo depende de las alternativas que deseemos seguir. Quien escoja la opción saludable tendrá garantizados muchos años de resistencia, buena voluntad y optimismo. Una visión positiva de todo estará más cerca que nunca. 

En cambio, la apatía y el estatismo nos empujan a un trayecto de pesimismo del que suele ser difícil salir, al tratarse de un círculo vicioso en el que conviven la poca voluntad y las percepciones mediocres. La vida transcurre sin más y nos convertimos en simples espectadores de nuestra propia historia, que carece de estímulos lo bastante fuertes. Así pues, las metas son muy necesarias para lograr cierta paz interior, producto de un intenso afán de lucha. 


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