miércoles, 6 de febrero de 2013

Todavía derretida

Sus palabras escritas aún son dardos veloces que se cuelan entre los resquicios de las (ahora) diminutas heridas de mi alma. No me canso de leer esas frases que, a pesar de que dudo de su veracidad, me producen escalofríos internos que no me atrevo a hacer visibles. Con el paso del tiempo, me he negado a vivir anclada a unos sentimientos que no volverán jamás. 

Mis recuerdos son armas arrojadizas, que regresan cuando estoy despistada. Algunos actos y actitudes totalmente inofensivos son, en realidad, pruebas reales de que en el fondo, debajo de todo aquello que podemos ver y tocar, hay varios motivos para seguir recordando. Razones contundentes para justificar el hueco que ocupa mi añoranza. 

El día a día me envuelve en múltiples satisfacciones que me hacen sonreír, pero instantes puntuales me devuelven a esos meses, a esas caricias, a esas miradas. A él. Pocas veces mi memoria retiene un tono de voz concreto, como si lo pudiera detectar junto a mi oído, pero en cambio, olvida actos físicos específicos, como si tal vez, nunca hubieran tenido lugar. Quizá, lo más corporal desaparece para hacer de todo ello un trago más fácil. 

Dicen que tendemos a idealizar las historias más intensas. Es probable que sea mi caso, aunque escasas veces en mi vida he sentido que mi mente y mi corazón caminen agarrados de la mano. Pasional, sumergida en mis propias sensaciones, tiendo a apartar lo que no se va de mi alma pero está fuera de mi campo visual. En cambio, los breves períodos de descanso vital, son una excusa para la nostalgia y la reflexión, una oportunidad para albergar aventuras imposibles. 

Alguien que no me conviene nada, pero que sigue presente en mis aspiraciones de amor futuras. Pensar en él y en lo que vivimos, después de tanto tiempo, me sirve de ejemplo para lo que me gustaría sentir más adelante. Sé que deseo justo eso, hacia otra persona, en otro momento, pero con idéntica intensidad. Sentimientos verdaderos que no pueden plasmarse en ningún papel, conexiones inolvidables que me siguen en mi recorrido, rutinas diarias que favorecieron mi bienestar. 

Fue una época idónea para soñar, por la equilibrada y perfecta combinación de factores que hicieron posible ese amor y, que más tarde, lo hirieron de muerte. Lo mismo que nos unió, nos terminó separando. Y a menudo, crece la duda sobre si debo depositar la vista atrás, de nuevo en él, o continuar mi camino sin detenerme. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario