sábado, 29 de septiembre de 2012

La excitación incontenida

Álex y Carmen habían quedado para ir al cine. No se les ocurrió mejor plan para profundizar en su relación de amistad: una buena película, unos nachos con queso, unas palomitas de colores y una buena conversación posterior mientras se tomaban unos refrescos en una terraza céntrica. Hacía cuatro meses que habían sido presentados por amigos comunes, en una reunión de viejos alumnos del colegio, de esas que se organizan con el propósito de rellenar fines de semana libres, más que con la idea de recuperar amigos perdidos y casi olvidados. 

Álex demostró aquella noche ser el más bromista del grupo, un chico que estudiaba dos cursos por encima del suyo y al que no recordaba ni en lo más mínimo. El hecho de no saber quién era la relajó, ya que llevaba dos horas saludando a personas con la que no quiso mantener el contacto en su día y que por tanto, la hicieron sentirse hipócrita. En cualquier caso, aún se siguió preguntando porqué había acudido a ese absurdo encuentro, si no tenía a nadie con quien hablar de temas especialmente interesantes. Ya nada le unía a su época escolar. 


Afortunadamente, allí estaba él, con sus chistes, pendiente de que ella no se aburriera ni un segundo. Estaba segura de que él, de algún modo, podía percibir su desorientación emocional, rodeada de tanta gente y tan sola al mismo tiempo. Álex conocía bien ese estado de ánimo y por eso, puso todo su empeño en conseguir que Carmen disfrutara, aunque sólo fuera a su lado. A partir de esa noche, empezaron a quedar una o dos veces por semana, con el único fin de intercambiar impresiones, caminar juntos como compañeros de aficiones y salidas, sin ningún tipo de maldad. Su contacto era puramente amistoso, hasta que aquella tarde de cine dejó de serlo, sin que ninguno de los dos lo hubiera esperado. 

La película, a la altura del minuto cuarenta, empezó a ser excesivamente tediosa, debido a sus diálogos rebuscados y carentes de una explicación sensata que justificara su mera presencia. Carmen suspiró de pura incomodidad y empezó a tirar palomitas a su acompañante de butacas, gesto al que él correspondió de la misma forma. Entre risas disimuladas y miradas cómplices, Álex comprendió que un detalle estaba empezando a cambiar entre ambos: estaban llamando la atención el uno del otro intencionadamente. Esa actitud pícara les mostraba que, en ese momento, eran menos amigos que nunca. Carmen se aproximó a su oído y por medio de un susurro sensual, le invitó a seguirla por el pasillo de la sala, hasta los baños públicos. 


Ya fuera, los dos se miraron a los ojos y ya no vieron esa relación tan limpia que los había unido. En ese instante, ambos sentían el más fuerte de los deseos sexuales, una excitación que les estaba perturbando la razón. Álex miró hacia un lado y hacia otro, y cuando comprobó que no había nadie, la cogió de la mano y la arrastró con él hasta los servicios de caballeros. Se metieron en uno de ellos, cerraron la puerta tras de sí y se adentraron en el interior de sus bocas ardientes, como si la vida humana fuera a extinguirse de inmediato. Las palabras sucias y los jadeos intermitentes parecían querer aplacar aquel frenesí pasional que les estaba destrozando por dentro. 

Álex le quitó suavemente las medias y pasó sus manos por debajo de su falda, una zona ya libre de impedimentos que no se pudieran apartar. Se desabrochó los pantalones y liberó su miembro, que ya no podía aguantar ni un minuto más en su escondite. Echó hacia un lado la ropa interior de Carmen y le dirigió una intensa mirada, a la espera de la aprobación de ella, que no se hizo esperar. Mientras se besaban con ansiedad, la penetró con fuerza, empujándola contra la pared de aquel pequeño habitáculo. Percibió cierta resistencia en su interior, pero la notó tan húmeda y tan receptiva, que pasó por alto ese detalle y continuó sin más. Las embestidas la estaban volviendo loca, pues mantenía los ojos cerrados y se aferraba a su cuello con intensidad, mientras se dejaba llevar por aquella pasión. 

Diez minutos después, él tuvo el impulso de taparle la boca cuando se percató de que Carmen iba a terminar y no iba a ser precisamente discreta. Sus gritos silenciados le hicieron perder el control y él también se rindió al final de aquella locura. Ambos permanecieron abrazados unos minutos, al tiempo que trataban de recuperarse de aquel acto tan placentero e imprevisto. Después, Álex levantó la vista y le dedicó una amplia sonrisa y entonces, detectó que ella se encontraba aturdida, seria, todavía jadeante. Enseguida, la preguntó si se encontraba bien, pues su reacción no era muy propia de un momento como ese. Se separó lentamente de ella y descubrió la causa de su comportamiento: unas diminutas gotas de sangre habían manchado el suelo. 



Atónito, Álex le preguntó qué estaba sucediendo, a pesar de que era bastante obvio. Una mujer de veintinueve años que acababa de perder su virginidad con él, un tipo que se había convertido en su amigo y sólo unos minutos antes en su amante. No podía dar crédito a lo que veía. Cuando ella logró recobrar la compostura, se puso las medias, se colocó la falda y le invitó a salir de allí y sentarse en algún sitio fuera. Ya acomodados frente a un parque de la zona, Carmen fue transparente y directa: "no quería que mi primera vez fuera producto de tres o cuatro día viendo a una persona a la que nunca podré conocer en ese tiempo. Estos años he esperado con paciencia que apareciese alguien con el que la amistad fluyera del modo más natural, sin presiones, y que si debía surgir el sexo, lo hiciera de la manera más espontánea. Contigo ha sido justo como yo deseaba y estoy orgullosa de mí misma". Álex, aún sorprendido por la revelación, puso una mano sobre las de ella y no pudo más que sonreír. Personas con unos principios tan sólidos y una seguridad tan plena como la de Carmen, ya no abundaban. Y se sentía afortunado por haberla conocido. 


viernes, 28 de septiembre de 2012

Confluencia lacónica

En la brevedad de unas semanas gloriosas, el ser humano entiende lo que es sentir ilusión en lo más profundo de su organismo, confuso y exasperado por una rutina desagradecida. Percibir nuevas sensaciones sólo está al alcance de aquellos que arriesgan; los cobardes no tienen hueco para la felicidad, salvo en la inercia de sus sueños. 

Pasan trenes realmente importantes una sola vez cada año, o ni siquiera eso. Las estaciones donde se detienen están llenas de pasajeros potenciales, ansiosos por subir, en busca de un recorrido inexacto, difuso, con una meta poco clara o que no ofrece garantías. La mayoría se sube a los vagones sin pensar, sin echar la vista atrás, sin plantearse qué podría suceder. Simplemente, se concentran en dirigir sus miradas hacia el frente, en esperanzarse con un nuevo horizonte. 

Cuando uno llega a la conclusión de que su existencia está incompleta, tiende a rastrear fuera lo que no encuentra dentro. Amistades que se perdieron por el camino por la ausencia de un contacto basado en la continuidad y que comienzan a habitar nuestra mente, ocupada además por los pensamientos de algo que podría ser y por lo que merece la pena luchar. Quizá. 


Un cerebro cubierto de luces y sombras se alimenta de irónicos detalles, que surgen justo cuando uno más los necesita. Nadie precisa reclamar las atenciones correctas, si se rodea de personas situadas a la altura de las circunstancias, que acuden sin ser llamadas. A veces, uno huele sus propios desconsuelos en las desgracias del otro, momento crucial en el que la empatía adquiere por si misma un pleno significado vital. 

Comprender que uno es más importante para el resto de lo que jamás habría creído es una prueba superada en el trayecto hacia la dicha. Resulta mucho más satisfactorio creerse menos y ser engrandecido por los demás, que situarse en la cima porque sí. Sucumbir al encanto de los halagos es muy sencillo, si uno no sabe cómo administrar la oleada de datos que le alcanzan sin filtro alguno. La línea que separa la humildad de la arrogancia es demasiado fina. 

Es sorprendente lo que la edad determina en la personalidad de alguien. Al tomar conciencia de la proximidad de los treinta, cabe la posibilidad de plantearse un futuro a largo plazo, deseos escondidos en la profundidad de un ser en apariencia apático, que se dejaba arrastrar por la situación y las personas que tenía al lado. Nunca importan los anhelos vitales hasta que se presentan y nos hacen chocar de bruces contra el muro de las aspiraciones. Querer más y pretender sentir de otra manera nos conduce al abismo de la infelicidad, siempre que el objetivo sea cumplir lo que soñamos.  

Estancarse y conformarse con ello implica tener pánico a ser feliz, a descubrir qué pasará si rompemos con lo que se espera de nosotros, con lo establecido a simple vista. Mis impulsos, a veces, me guían hacia la senda de lo prohibido, hacia un desvelo que podría hacerse eterno, a traspasar el dolor orgánico y convertirlo en curiosidad, a dejar de echar de menos lo que me gustaría casi aborrecer. Es la magia de lo que uno no tiene. 


jueves, 27 de septiembre de 2012

Una gran tormenta solar

El 1 de septiembre de 1859, el Sol emitió una enorme llamarada, vinculada a una zona de fulguración (erupción de gases ionizados a temperaturas muy elevadas), que generó el doble de energía de la habitual durante un minuto. Diecisiete horas y cuarenta minutos más tarde, llegó a la Tierra esa energía junto con partículas con una fuerte carga magnética, lo que permitió que entraran partículas solares a la alta atmósfera. Esto generó la aparición de enormes auroras borealescortocircuitos y cortes en el servicio de telégrafo en América del Norte y en toda Europa y un fallo total en las redes de electricidad de la época (que estaban comenzando a utilizarse). Fue el fenómeno solar más potente de la historia. 

Fue conocido también como Evento Carrington, debido a un científico que en ese año se dedicaba a dibujar bocetos de la manchas detectadas en la superficie solar. 

DEFINICIÓN DE TORMENTA SOLAR
Los ciclos de actividad solar se producen cada once años y acabamos de entrar en el ciclo 24, cuyo punto álgido tendrá lugar a finales de 2013, aunque según los expertos, el riesgo continuará en los seis años posteriores. En los últimos años, el Sol ha permanecido tranquilo, sin apenas actividad, lo que se constata por la ausencia de manchas solares. Es habitual que esto ocurra al final de un ciclo, pero no que se prolongue durante tanto tiempo. 

Las profecías mayas asocian esta posible "llamarada solar" con el temido fin del mundo, ya que el ciclo, según estas creencias, se cierra justo el 21 de diciembre de este año. Miedos aparte, lo cierto es que los científicos estiman que existe entre un 5 y un 50% de probabilidades de que, en los siguientes cinco años, se produzca una tormenta solar extrema


La tormenta solar, también conocida como eyección de masa coronal, se define como un fenómeno muy agresivo que consiste en la expulsión al espacio de una parte de la masa del Sol. La materia que es expulsada puede llegar a pesar millones de toneladas. Al producirse una fulguración solar, los protones y electrones procedentes del Sol (radiación solar) llegan a la Tierra de forma masiva. 
Para protegerse de todo esto, la Tierra cuenta con el llamado cinturón de Van Allen, un escudo magnético que absorbe esta radiación solar y desvía las partículas solares hacia los polos, lo que desencadena la formación de las auroras boreales. 

CONSECUENCIAS HOY
Si se produjera una tormenta solar hoy en día, el desastre podría ser general. Este fenómeno, al causar descargas eléctricas en toda la atmósfera, provocaría la caída de la electricidad en todo el mundo, de las redes telefónicas, Internet, satélites y GPS, entre otras, por lo que terminarían las telecomunicaciones

Según las últimas investigaciones realizadas por la NASA, una llamarada en la actualidad dejaría a Estados Unidos sin electricidad en los primeros noventa segundos. Se fundirían los 300 grandes transformadores de red eléctrica del país y 140 millones de ciudadanos se quedarían a oscuras. La situación en todo el mundo podría prolongarse durante meses o incluso años, por lo que el colapso sería absoluto. Y los expertos afirman que no podemos defendernos de ningún modo ante esto. 


Los científicos casi hablan de un auténtico "Armageddon", por los accidentes de tráfico y de avión que podrían producirse, la falta de agua y los numerosos incendios. Podrían desaparecer incluso las bases de datos bancarias y los cajeros automáticos podrían dejar de funcionar. Las estaciones de servicio tendrían dificultades para suministrar combustible con normalidad, lo que perjudicaría o impediría el transporte. 

Las autoridades de Estados Unidos (el país más concienciado con este posible desastre) han recomendado al resto de países que empiecen a desarrollar protocolos de actuación para minimizar las consecuencias de la que comienza a llamarse "tormenta solar del siglo". Por el momento, Francia, Gran Bretaña, Portugal, Alemania y Holanda han hecho caso al gigante estadounidense y están preparados, mientras que en España, no se han tomado ningún tipo de medidas, a pesar de lo preocupante del asunto. 


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Abogada del diablo... un poco

Ayer, 25 de septiembre, tuvo lugar una manifestación alrededor del Congreso de los Diputados, bajo el lema "Rodea el Congreso", con el objetivo de protestar contra la austeridad, pedir la dimisión del Gobierno y defender la democracia. Las primeras horas se caracterizaron por una aparente calma, cierta tensión y gritos de la multitud contra los cargos políticos. Según algunas fuentes televisivas, los manifestantes comenzaron a zarandear las vallas que protegían el Congreso y a tirar piedras y huevos contra los 1.300 policías allí desplegados. 


Al parecer, las personas allí presentes (después de haberse concentrado al mediodía en la Glorieta de Atocha y en la Plaza de España) empezaron a lanzar las vallas contra la policía, y algunos incluso quisieron saltarlas, lo que generó que la autoridad cargase contra ellos, con el fin de alejarles del perímetro de seguridad. Hasta ese momento, los más de 6.000 manifestantes habían llevado a cabo su protesta de "desobediencia civil no violenta" de manera pacífica, y algunos declararon que fueron sólo unos pocos violentos los que desencadenaron la batalla campal. 

Los primeros heridos y las primeras detenciones se produjeron en torno a las siete de la tarde, en la Plaza de Neptuno, donde se encontraban en ese momento unas 3.000 personas. Los incidentes fueron desplazando a la multitud hasta el Paseo del Prado, cerca de la fuente de Cibeles. En contra de la austeridad y con frases como "lo llaman democracia y no lo es" y "detrás de los leones, hay muchos ladrones", los ciudadanos estaban cada vez con los ánimos más caldeados. Algunos, desde las redes sociales, comparaban la situación con la de Grecia. Descontrol, sangre y gritos configuraban el terrible panorama. 

El balance final fue de 35 detenidos y 64 heridos, de los cuales 27 fueron miembros de la policía. Uno de los heridos está en estado grave, con una posible lesión medular. Ya tenía diagnosticada una patología cervical anterior, un hecho en el que hacen especial hincapié todos los medios informativos que he consultado, como si se quisiese justificar de algún modo la brutalidad de la que el hombre ha sido objeto. Vergonzoso y triste. Mucho. 

Estamos llegando a unos extremos que nadie hubiera imaginado hace cinco años. Soy consciente de que muchísima gente no comparte mi opinión (porque si no fuese así, no se harían manifestaciones), pero considero que estas reuniones públicas cargadas de pancartas y buenas intenciones no sirven absolutamente para nada. Muchos me dirán que si todos pensasen como yo, las mujeres, por ejemplo, no habríamos conseguido nuestro derecho al voto, o cosas por el estilo. Estoy de acuerdo. No obstante, en situaciones como la que estamos viviendo, con una crisis económica galopante, recortes por doquier e injusticias por todas las esquinas, creo más sensato que la masa se una en otro sentido. 


Nuestro presidente, cuyo mandato está siendo lamentable hasta ahora (si se pone las pilas, lo mismo hasta nos sorprende, aunque mucho tendría que correr), vive ajeno a todos los esfuerzos de la ciudadanía por mostrar su descontento. Y precisamente por eso, las manifestaciones son inútiles. ¿Acaso Grecia ha mejorado su situación porque se haya echado a la calle la mayor parte de sus habitantes? ¿Sirve de algo poner en riesgo la vida, ante policías quemados por los recortes en sus propios sueldos, y por tanto, sedientos de cuerpos sobre los que descargar sus frustraciones? 

Me da la impresión de que estos actos colectivos sólo llaman la atención de los medios de comunicación internacionales, igual que a nosotros nos sorprendían los altercados generados por los griegos. Desde mi punto de vista, lo único que quizá podría provocar algún tipo de daño al sistema en el que vivimos, sería una huelga general. Sí, ya se ha hecho, cierto, pero me refiero a una de verdad, en la que NADIE acuda a su puesto de trabajo. Sin embargo, estamos todos muertos de miedo, no nos atrevemos a abandonar un trabajo con el que alimentamos a nuestra familia, un dinero seguro que tememos perder. Y ahí es cuando los políticos se parten de risa: estamos atados de pies y manos, somos unos cobardes; y la gente dócil es fácil de manejar. 

Y que no se confundan ni los manifestantes ni los miembros de la autoridad: ser valiente no es dar unos cuantos porrazos ni saltar vallas. Ser valiente es dejar al Gobierno en bragas porque ni un sólo ciudadano va a trabajar en todo el país, lo que generaría un caos importante. Ahí sí que me gustaría verles la cara a los políticos. Menuda satisfacción utópica. 


lunes, 24 de septiembre de 2012

Las letras sobre el papel

Un pasillo estrecho de más de tres metros, con habitaciones a ambos lados, que se confunden con la densidad de la noche. Un ambiente cálido, por poco asfixiante, como consecuencia del cual varias gotas de sudor resbalan suavemente por su frente. Incertidumbre cuando intenta pensar qué puede haber escondido al fondo de esa casa de paredes blancas y misterios oscuros. Una serie de descripciones preliminares que mantendrán al lector ensimismado con la historia, hasta que el autor decida desvelar todas la incógnitas, probablemente sólo en las diez últimas páginas. 

En la intriga radica el éxito de las novelas literarias. Aunque no se trate de libros de suspense propiamente dichos, todas las historias escritas guardan alguna sorpresa que el lector espera en cierto modo, aunque finalmente sea algo que no imaginaba en absoluto. Dicen que la cultura se adquiere por medio de la literatura, aunque más bien, pienso que las novelas se hicieron para nosotros, los fantasiosos y entusiastas. No me da miedo reconocer que tengo la cabeza llena de pájaros. Repleta. 

Disfruto con las tramas bien escritas, cuyo contenido cuenta con los detalles justos para dar vida a sucesos que bien podrían ser reales y que quizá, se están produciendo en este preciso instante en alguna parte del mundo. Si bien la ciencia ficción se basa en narrar hechos imposibles o por el momento, poco probables, los géneros que más nutren mi existencia son aquellos que manejan algún tipo de realismo, por pequeño que sea. Me refiero a las novelas histórico-románticas, teñidas con tintes amorosos sobre un fondo bélico o monárquico, aunque la variedad puede ser infinita. La lucha de clases, las relaciones que se forjan en el seno de enfrentamientos generados por las peleas entre los estamentos sociales. Todas estas novelas ofrecen una enseñanza que puede aplicarse siempre al día a día: nadie es más que nadie, por mucho que su nivel económico o sus propias creencias religiosas le convenzan de lo contrario y le alimenten con falsas expectativas con respecto al trato con el será recibido por los demás. 

Mi imaginación suele llevarme a los lugares donde los autores quieren que vaya. Hay verdaderos artistas de las letras sobre el papel, expertos en guiar a los más soñadores hasta rincones exquisitos a los que no pueden desplazarse físicamente. Ahora mismo, me encuentro enfrascada en una trilogía que me está llevando por los maravillosos paisajes de Irlanda, con el delicioso aliciente del amor y la pasión entre sus protagonistas; sentimientos que se acercan a la realidad, pero no la completan. Nada ocurre como en las novelas y precisamente por eso, éstas son tan especiales, verdaderos tesoros para los huecos temporales de cada día. 

Otro género que me interesa especialmente y que recomiendo es el humor. Existen auténticas joyas literarias que merece la pena leer, por su contenido, por su lenguaje y por sus situaciones desternillantes y absurdas. En España, destaco a Rebeca Rus, con su novela Sabrina:1. El mundo:0, la única historia de estas características con la que me he reído a carcajadas (nunca antes me había sucedido algo así al introducirme en una lectura), tanto que tuve que dejar el libro sobre la mesa en varias ocasiones para poder reírme a gusto. Esta mujer es un genio. 

No se quedan atrás las novelas de Marian Keyes, en una línea muy similar a la de Rus. Suponen una interesante terapia para momentos de bajón emocional, en los que lo único que apetece es distraerse y alejarse por unas horas del mundo real. Casi lo recomiendo más que la consulta de un psicólogo. 

En cualquier caso, por muchos géneros diferentes que me puedan atraer (quitando las novelas policíacas y las de ciencia ficción, que no tolero demasiado), me quedo definitivamente con el romance y el sexo. Me sentí tentada a leer la trilogía erótica que últimamente está tan de moda, Cincuenta sombras de Grey, pero las críticas que han llegado a mis oídos y la que he tenido la oportunidad de leer en www.cajondehistorias.com (el blog de mi compañero de carrera Ismael Cruceta) me han evitado la mala experiencia. Es el error que cometen muchos autores de literatura erótica: los primeros encuentros sexuales que describen con todo lujo de detalles son novedosos y excitantes, pero a medida que se mantiene la misma dinámica conforme se pasan las páginas, la novedad se convierte en rutina, en aburrimiento, en más de lo mismo. Todo se repite, lo que conduce a una pérdida de interés paulatina y empapada en frustración, porque una espera mucho más. Por eso, agradezco a Cruceta su advertencia; más que nada, porque he podido ahorrarme casi sesenta euros, que como están las cosas, no es moco de pavo. 

Leer siempre va a ser una de mis grandes aficiones. Me apasiona encerrarme en mi habitación y permitir que las horas vuelen libremente y el mundo gire a su aire, mientras me introduzco en una trama que no es la mía, pero en la que me siento implicada. Una buena lectura supone querer saber, aprender de las actitudes ajenas, entender circunstancias que podrían parecernos inverosímiles, identificarnos con conductas impropias fruto de una educación errónea o analizar nuevas reglas para la amistad y el amor. Todo esto es tan valioso, que nunca podría perder el tiempo con un libro que no me permitiera pasar de las diez primeras páginas sin aburrirme. Una buena historia puede conducirme al paraíso; un montón de hojas sin estímulo alguno, a la desolación. 


sábado, 22 de septiembre de 2012

Lucidez

Nadie vive la vida que había planeado. Unos se han acercado más a sus propias expectativas que otros, aunque siempre es posible enderezar la situación. Cometer errores es lo más humano que existe, al igual que los estornudos, la tos o sentarse a la mesa y comer. Las desviaciones del pensamiento suceden en instantes de confusión aguda, en los que el hecho de sentirse perdido acentúa la búsqueda de otras alternativas más viables. Como seres racionales que somos, discurrimos por este mundo a la caza de puertas abiertas que permitan huir a los problemas por sí mismos, aunque éstos no quieran irse. 


Mi psicóloga siempre me dice que mire bien en mi interior, porque puede que lo que descubra me revele una identidad de mí mismo que desconozco. Desde que me dejó mi novia al confesarme que se había enamorado de otro, no he parado de tener sexo con profundas desconocidas. Soy consciente de que lo único que busco es llenar mi vacío interno por medio del contacto físico, ya que me siento demasiado solo. Siempre les pido, casi les suplico, que se queden a dormir conmigo, como si pudiera comparar su presencia con la de Rebeca. 

Ella solía rodearme con sus piernas mientras dormíamos, y le encantaba abrazarme. A veces, le entraba un calor repentino y me pedía que me apartase un poco, porque se agobiaba enseguida. Cuando se marchaba, me quedaba varios minutos oliendo su aroma natural, que se quedaba impregnado en mi almohada. Sé que llegué a ser excesivamente intenso, pero mi justificación está en mi amor incondicional por ella, a la que admiraba y respetaba por encima de cualquier cosa. No podía mirarla a los ojos sin derretirme por dentro, no podía acariciar sus mejillas sin sentirme inmensamente afortunado y, sobre todo, no podía hacerle el amor sin enamorarme de ella de nuevo, cada vez. 

Rebeca era mucho más práctica. Solía decir que el amor comenzaba muy bien, se desarrollaba a duras penas y terminaba por morir, tarde o temprano. Su visión realista contrastaba de lleno con mi punto de vista romántico y eterno, mis deseos poderosos de tenerla a mi lado día tras día, sin que los sentimientos (al menos, los míos) pudieran apagarse. Como era de esperar, el amor que se apagó fue el suyo y la rabia que corrió por mis venas no me dejó dedicarle más que acusaciones frías y punzantes. La acusé de fingir lo que había sentido por mí, de ser una actriz espectacular, de haberme hecho perder el tiempo con alguien como ella, tan baja y tan rastrera. No escatimé en términos hirientes, cargados de veneno y de dolor. No obstante, por dentro estaba hecho añicos. 

Hace algo más de siete meses que no sé nada de ella. Se mudó de ciudad con su nuevo acompañante y tampoco me esforcé por mantener el contacto. Curiosamente, ella sí quería que siguiéramos hablando, pero mi orgullo y mi sufrimiento me lo impidieron y fui inflexible. En este tiempo, me he dedicado a compartir cama con chicas de todo tipo y condición, más o menos simpáticas, más o menos delgadas, más o menos apasionadas, pero todas ellas capaces de calentarme el colchón. Intento ser cariñoso con ellas, puesto que todas las mujeres se merecen un buen trato, pero entre las sábanas me transformo y me convierto en un salvaje, que sólo busca el placer físico. Por supuesto, sé que a ellas les encanta, porque les genera mucho morbo mi actitud. Tampoco lo he buscado, pero no he podido vincularme emocionalmente a ninguna. Hasta que apareció Carolina. 

Como es habitual últimamente, la conocí de fiesta con mis amigos. La atracción sexual fue inmediata y evidente, lo que no nos permitió esperar a llegar a mi casa. La intimidad nació en un rincón de aquella discoteca, bajo la sorprendida mirada de mis compañeros de juerga. Ambos estábamos borrachos y ardiendo en deseos de comernos de arriba a abajo, por lo que ella no se cortó y empezó a meter sus manos en el interior de mis calzoncillos. Le dije al oído que eso no podía suceder allí, en público, y le pedí a mi mejor amigo que nos llevara a mi casa con urgencia. Una vez en la cama, la pasión se desbordó por completo. 

A la mañana siguiente, empecé a acariciarle el pelo nada más despertarme. Carolina dormía profundamente, mientras yo observaba sus labios aún pintados de carmín rojo. Sería uno de esos pintalabios que duran veinticuatro horas, ya que el frenesí nocturno no le habría permitido sobrevivir sobre esa piel carnosa. Aquella dulce tranquilidad se vio interrumpida vulgarmente por el sonido de mi teléfono móvil. Me levanté enseguida, lo cogí y salí a la terraza con él; no quería que ella se despertase. 


Aquello era inaudito. Se trataba de Rebeca. ¿Qué podía querer después de tantos meses? Descolgué y dejé que hablara todo lo que quisiera. A fin de cuentas, yo no tenía nada que contarle. Sus palabras me hicieron daño, pero al mismo tiempo, me abrieron los ojos de par en par: "Jesús, te echo de menos. Me he dado cuenta de que no voy a encontrar a nadie que me quiera más que tú y esa realidad me atormenta. Quiero que volvamos". Me indigné, no podía creerme que llegara a ser tan egoísta. Sólo acerté a contestar: "espero que te vaya todo muy bien. No quiero volver a saber nada de ti. No me llames más". Colgué con un alivio que jamás hubiera imaginado sentir. 

Volví a la cama junto a mi diosa, Carolina, esa chica con la que el sexo había cobrado un nuevo sentido para mí. La rodeé con mis brazos y la desperté con un beso en la comisura de la boca. Su sonrisa me abrió las puertas de un futuro incierto, pero distinto. 


viernes, 21 de septiembre de 2012

Los recuerdos perdidos

Hoy, 21 de septiembre, es el Día Mundial del Alzheimer. Esta jornada se dedica a rendir homenaje a todas aquellas personas que han caído en las redes de esta terrible enfermedad, que roba la memoria y destruye los recuerdos. Y también a sus familiares y amigos, que ven como el afectado pierde su identidad y la deja en manos de este mal silencioso, pero que avanza deprisa. Según el Ministerio de Sanidad, en España hay entre 500.000 y 1,3 millones de enfermos, y es posible que sean 1,5 millones de aquí al año 2050. 

Está previsto que el año que viene se pruebe la vacuna experimental contra el Alzheimer en seres humanos. Ojalá los resultados sean positivos. 

EL ORIGEN
La enfermedad debe su nombre a Alois Alzheimer, un neurocientífico alemán. Una de sus pacientes, Auguste Deter, comenzó a sufrir esta dolencia con sólo 51 años, en el año 1901. Perdió la memoria progresivamente, mostraba despreocupación generalizada por las cosas, cometía errores en la cocina y tenía una conducta hostil. Daba respuestas extrañas a preguntas sencillas (como si estaba casada o no) y perdió el sentido de la realidad a medida que evolucionaba el proceso de la enfermedad. Su marido, preocupado, la llevó al hospital y allí recibió los cuidados de Alzheimer durante cinco años, hasta que murió en 1906.

Alois Alzheimer
Seis meses después de esa muerte, Alzheimer dio a conocer la dolencia en un congreso de psiquiatría que tuvo lugar en Tubinga, una ciudad alemana. A través del análisis exhaustivo del cerebro de Auguste, pudo estudiar la enfermedad y sacar conclusiones, que mostró en una presentación, cuyo título fue Una enfermedad grave característica de la corteza cerebral. Sin embargo, en aquel momento, el descubrimiento no tuvo apenas relevancia y tuvieron que transcurrir 90 años para que se descubriera la carpeta del neurocientífico (con 32 folios con información acerca de la enfermedad) en el sótano de la Clínica Universitaria de Fráncfort (Alemania). Por ello, hasta finales de 1995, no empezó a hablarse de esta dolencia con un nombre propio: Alzheimer. Su descubridor había fallecido en 1915, sin llegar a conocer los alcances de sus investigaciones. 

CARACTERÍSTICAS
Se trata de una demencia. Más en concreto, es una enfermedad neurológica progresiva e irreversible, que provoca la muerte de las neuronas en el cerebro. Se da a partir de los 65 años, pero, a veces, puede presentarse en personas más jóvenes. Existen diez indicios o síntomas, establecidos por la Asociación de Alzheimer de Estados Unidos, que pueden ponernos sobre aviso. Son los siguientes:

  - Dificultad para realizar actividades familiares
  - Desorientación temporal y espacial. 
  - Pérdida de memoria que influye en el correcto desempeño del trabajo. 
  - Juicio deficiente o escaso.
  - Cambios en la personalidad
  - Cambios de humor o de conducta. 
  - Problemas en el uso del lenguaje
  - Falta de iniciativa
  - Colocación de cosas en lugares equivocados
  - Dificultades con el pensamiento abstracto


Un enfermo con estas características, además repite una y otra vez las mismas preguntas y suele realizar varias veces las mismas tareas. También, le cuesta encontrar las palabras correctas cuando mantiene una conversación. Conforme avanza esta patología, el afectado descuida cada vez más su aspecto exterior y su percepción de la realidad se distorsiona. A partir de este momento, se acelera el proceso, hasta alcanzar la demencia grave, en la cual el enfermo necesita ayuda durante todo el día para asearse, comer y vestirse. Ya es incapaz de valerse por sí mismo. 

La situación se agrava con el paso de tiempo. El paciente camina lentamente y con el tronco flexionado. Apenas pronuncia algunas palabras ininteligibles y sufre graves alteraciones del comportamiento y del sueño. Al final, deja de andar y de hablar, y tiempo después muere, como consecuencias de algunos daños en el organismo, producto de la enfermedad. 

CÓMO PREVENIR
Todos los especialistas hacen dos recomendaciones fundamentales. Por un lado, intentar detectar de manera precoz los síntomas de esta patología, y por otro lado, ejercitar la función intelectual y la memoria. También, es importante llevar una alimentación equilibrada, baja en grasas y con un elevado componente de vitamina E, lo que protege contra el deterioro de la memoria. 

Es una dolencia que evoluciona muy lentamente. En función del paciente, pueden transcurrir entre cinco y veinte años desde la aparición de los primeros síntomas hasta el estado más grave. 
No existe ningún tratamiento que pueda revertir el proceso, pero sí hay medicamentos que pueden retrasar la evolución, en determinadas fases de la enfermedad. 


jueves, 20 de septiembre de 2012

Ronroneo casual

Siempre me han dicho que no ronroneo con la frecuencia que se espera de uno de nosotros. Mis compañeros de especie lo hacen cada vez que les acarician, les rascan detrás de las orejas, juegan con su cuello o les pasean las manos lentamente por sus lomos peludos. A mí todo eso me relaja mucho, me traslada a nuevas sensaciones, a una máxima relajación que pocas veces puedo alcanzar, a un estado somnoliento delicioso. Sin embargo, casi nunca emito esos ruidos que tanto les gustan a los seres humanos, esa especie de vibración que sale de nuestras gargantas casi involuntariamente y que provoca temblores en todo nuestro cuerpo. 


Soy una gata de origen francés, de raza chartreux, aunque en España se me conoce como cartujo. Digamos que como soy hembra, podéis hacer referencia a mí como cartuja, que además es el Estadio Olímpico de Sevilla; qué bonita coincidencia. Tengo el pelo corto y soy de color negro azulado, con los ojos amarillos y un semblante tranquilo en el rostro. Dicen los que me conocen que soy muy melosa, aunque normalmente no emita sonido alguno (creo que ni siquiera sé maullar con elegancia). Me gusta caminar muy pegada a los muebles, enredar mi largo y fino rabo por las patas de los taburetes de la cocina, porque son de metal y están fríos, por lo que generan un contraste térmico con el resto de mi cuerpo que me encanta. 

Juan, el tipo que me compró en aquella tienda de animales de fétido olor y pésimas condiciones higiénicas, me salvó la vida. Yo era una pobre gata de apenas tres meses de edad, ingenua, sin futuro en la vida, y me sentía resignada a vivir en esa jaula de apenas un metro cuadrado, en la que compartía confidencias con un gato siamés que tenía extraños gustos culinarios. Él ya había cumplido un año en aquel lugar y yo siempre le sorprendía en un rincón de nuestro habitáculo, comiendo trozos de papel de periódico, de ese asqueroso que nos colocan a los animales para que no ensuciemos. Que nos pregunten a nosotros que opinamos de semejante guarrada; normal que algunas tiendas de estas características huelan tan mal, por la mezcla de papel y excrementos.

El caso es que un buen día Juan vino a buscarme y me llevó a su apartamento céntrico, situado en una de las calles más concurridas de Madrid. Desde el mismo momento en que me vio, empezó a acariciarme la barbilla con insistencia y ya nunca más dejó de hacerlo (maldita costumbre), mientras se dirigía a mí como cuchi-cuchi. Claro, tanto repitió esas palabras, día y noche, sin parar, durante una semana y sin saber muy bien qué nombre ponerme, que acabé como Cuchi, así, sin anestesia ni posibilidad de réplica. Es un nombre horrible, se mire desde la perspectiva que se mire. A veces, cuando me llamaba, me sentía como una prostituta belga. 

Llevaba ya dos años viviendo con él y no era fácil. Suele ser muy complicado acostumbrarse a las manías de un hombre, sobre todo yo, que siempre he sido una hembra muy limpia y ordenada. Mi presencia apenas era audible entre el caos que imperaba en toda la casa, cada vez que aparecía él por la puerta después de su jornada de trabajo. El tiempo que pasaba sola (unas nueve horas diarias) no se podía pagar con dinero. Hacía lo que me placía, saqueaba suculentos manjares escondidos en la despensa que a mí nunca me ofrecía y encendía el televisor, ya que Juan desconocía que sabía qué botón debía presionar con mis patas en forma de almohadilla para que ese trasto funcionase. 

No obstante, en cuanto él llegaba, se me terminaba la paz. Y eso que siempre le recibía de la mejor manera posible: colándome entre sus piernas y acariciando su espinilla con mi lomo. Lo que ocurría es que era un desagradecido y siempre que hacía eso, me sonreía, me acariciaba la cabeza y me preguntaba: "¿ya te estás restregando?". ¡Ni que fuera una cualquiera! Era indignante lo de este hombre. A pesar de todo, no podía quejarme, ya que por general, me trataba muy bien. 

Un día vino a casa una amiga suya. Sé que sólo son amigos porque cuando se fue, me subí a la cama de Juan y vi que estaba intacta, sin una arruga, a menos que le diese tiempo a hacerla en dos minutos, cosa que dudo. Además, olisqueé para detectar posibles olores femeninos de diversa procedencia y no encontré ninguno: sólo percibí el aroma corporal característico de mi dueño, parecido a la vainilla, que es a lo que huele el gel que usa. Sí, un hombre hecho y derecho (con treinta y dos años, para más señas) que se aplica gel con fragancia de vainilla es raro; no queráis saber más de la cuenta. 

La cuestión es que Lara, que así se llama la amiga de este muchacho, me cogió en brazos y se sentó conmigo en el sofá. Agradecí que no se refiriese a mí por mi nombre en ningún momento y en su lugar, utilizase calificativos como "linda", "preciosa", "suavecita" y majaderías por el estilo. Mientras me acariciaba lentamente, la escuché decir que no sé quién había tenido sexo con una joven de grandes pechos y que a ella no le había gustado la experiencia en absoluto. Lo cierto es que hubiera preferido no escuchar jamás algo así, sobre todo, porque no saben lo que sufre una gata durante la cópula. Estos humanos se quejan por afición. Me gustaría saber qué pensarían las mujeres al respecto, en el caso de que sus parejas les tuvieran que insertar un miembro repleto de pinchos que las desgarren por dentro al intentar abandonar su cuerpo. Una experiencia que no le deseo a nadie, y menos aún, si el compañero de cópula es un gato callejero, al borde de la desnutrición y que te coge por sorpresa, tal y como me sucedió a mí. 


Lara se quedó prendada de mí. Su cariño fue definitivo cuando sintió mi ronroneo de placer mientras me acariciaba el hocico y las orejas. Incluso ambos dejaron de hablar para escucharme, fascinados por una conducta tan poco habitual en esta gata nada correcta. En ese instante, tenía los ojos cerrados, pero los abrí de golpe al escuchar a Juan: "¿Te gustaría quedártela? Llevo un tiempo pensando en adoptar un perro y tenía dudas, porque no sabía si Cuchi y él se llevarían bien. Contigo ha ronroneado, quizá sea más feliz en tu casa". Oh, qué detalle, él preocupado por mi bienestar, al tiempo que yo no daba crédito a lo que estaba escuchando. ¡Me quería cambiar por un chucho! No obstante, la reacción de su amiga me encantó: no dijo nada, simplemente me estrechó entre sus brazos y empezó a darme besos. 

Fue así cómo cambié de hogar y me marché con Lara. Sin duda, mi situación ha mejorado, ya que ahora maúllo y ronroneo de vez en cuando. Entre chicas, nos entendemos mucho más, y lo que es más importante: ahora tengo otro nombre. Dejé atrás mi conciencia de prostituta belga y he recibido la ilusión de sentirme emperatriz. Sí, me llamo Sisí. Y me quejaba de mi nombre anterior.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El placer está en el cerebro

La sociedad en la que vivimos se encuentra cada vez más avanzada en muchos aspectos; uno de ellos, es el sexual. Al menos en apariencia, hombres y mujeres disfrutamos por igual de nuestra sexualidad, sin miedo a las críticas, sin prejuicios ni tabúes, de acuerdo a nuestros propios límites individuales. No obstante, aún sufrimos ciertas presiones por parte del entorno, fruto de la educación que hemos recibido. 


ELLAS Y ELLOS
Aún se espera que las mujeres seamos más recatadas, que analicemos más y mejor con quien compartimos intimidad, que no mostremos nuestros deseos en público con demasiada claridad y que, en definitiva, seamos más racionales que ellos. Conforme han pasado los años y se ha modificado la mentalidad social, cada vez nos atrevemos más a expresar lo que nos gusta y lo que queremos, aunque no deja de ser sorprendente para algunos. 

Los hombres, por el contrario, parece que deben comportarse con masculinidad, expresar sus apetencias en todo momento, controlar la situación, dominar el terreno por donde pisan y mostrase fuertes. La debilidad y los titubeos no resultan atractivos para las mujeres y eso les genera todavía más tensiones, que se esfuerzan por superar. El cambio de actitud de los últimos años en ambos géneros, en ocasiones, provoca enfrentamientos, ya que un hombre que tiene un carácter más suave, puede sentirse intimidado por una mujer con las cosas claras y que tome la iniciativa en el terreno sexual. 

FRIGIDEZ
Consiste en la ausencia total de sensaciones placenteras en la mujer durante las relaciones sexuales. No debe confundirse con la anorgasmia, que únicamente es la falta de orgasmo, aunque sí exista placer por medio del contacto físico. La frigidez, a veces, puede ir acompañada de la afanisis, que es la carencia de deseo sexual, ya que al no obtener ninguna respuesta gratificante, la mujer suele perder interés por el sexo. 


Un 10% de las mujeres sufre frigidez. Las causas pueden ser muy diversas: desde haber vivido algún trauma durante la infancia, una educación estricta, la falta de confianza en una misma, pasando por la escasa habilidad del compañero de cama, ausencia de atracción sexual hacia la pareja, problemas hormonales, y hasta la ingesta de antidepresivos o padecer alguna enfermedad (como la esclerosis o la diabetes). 

Para solucionar este problema, lo principal es acudir al ginecólogo para concretar que las causas sean orgánicas o psicológicas (éstas últimas suelen ser las más habituales). En este último caso, se deberá llevar a cabo una terapia personal, con el objetivo de que la mujer conozca su propio cuerpo, se relaje y descubra su sensualidad. Para aquellas mujeres que han perdido toda su sensibilidad, se podría inyectar ácido hialurónico, que hincha el punto G y favorece el placer. 

DISFUNCIÓN ERÉCTIL
Es la incapacidad masculina repetida para conseguir o mantener una erección lo bastante firme como para llevar a cabo el coito de forma satisfactoria. Antes, también se utilizaba el término impotencia, pero ya no está aceptado por los sexólogos. 

En los hombres de entre 40 y 70 años, las causas suelen ser físicas, ya que este problema se debe a enfermedades, lesiones o efectos secundarios de medicamentos. El 70% de los casos de disfunción eréctil se deben a diabetes, esclerosis múltiple, alcoholismo crónico, arteriosclerosis, psoriasis, problemas en el riñón o enfermedades neurológicas. Además, también se pueden dañar nervios y arterias próximos al pene como consecuencia de una cirugía de próstata o algún tipo de lesión en la zona. 

En los hombres jóvenes, la impotencia se debe más a aspectos psicológicos, tales como el estrés, la depresión, sentimientos de culpabilidad, la ansiedad, miedo a no cubrir las expectativas o una baja autoestima. Todo esto supone entre el 10 y el 20% de los casos. 

Sólo diez de cada cien hombres que padecen esta disfunción buscan ayuda médica. La razón principal es la vergüenza que les provoca confesar este problema, que afecta a su masculinidad y puede desencadenar alteraciones psicológicas. Lo cierto es que se trata de una dolencia más, que se cura por medio del tratamiento adecuado, siempre establecido por un especialista. Es conveniente evitar los medicamentos milagrosos que prometen beneficios en poco tiempo, ya que todo requiere un proceso de una determinada duración. 

ANORGASMIA
Ya mencionada más arriba, es la inhibición repetida y continuada del orgasmo, después de haber recibido una correcta estimulación sexual y de haber obtenido placer con normalidad. Es un problema que sufren el 30% de las mujeres y también puede producirse en hombres, aunque es menos frecuente y más difícil de diagnosticar, ya que la eyaculación suele considerarse orgasmo, cuando no siempre es así. 

Las causas pueden ser orgánicas (que sólo suponen el 5% de los casos) o psicológicas. Sufrir algún traumatismo en la zona, ingerir fármacos o drogas, o padecer alguna enfermedad pueden generar este problema. Por otro lado, entre las causas psicológicas, destaca la falta de información sexual, unas condiciones culturales negativas, angustia, escasa concentración durante el sexo o culpabilidad

Como consecuencia de todo esto, existen varios tipos de anorgasmia:
  - Primaria: la padece quien nunca ha tenido un orgasmo. 
  - Secundaria: cuando después de un período de orgasmos normales, dejan de obtenerse. 
  - Absoluta: si no se consigue el orgasmo con ninguna técnica sexual (coito, masturbación, etc.).
  - Relativa: cuando únicamente falta el orgasmo en una práctica sexual concreta (por ejemplo, sólo durante el coito, aunque sí se logre en la masturbación). 
  - Situacional: ausencia de clímax sólo en circunstancias específicas

Como en los problemas sexuales anteriores, la solución para la anorgasmia pasa por acudir a la consulta de un especialista, que indicará las pautas que se deberán seguir. 

EYACULACIÓN PRECOZ
Es la falta de control del impulso eyaculatorio masculino. Casi todos los hombres (en torno a un 75%) lo sufren en algún momento de su vida sexual, al menos una vez. En las situaciones más graves, el hombre eyacula antes de penetrar a su pareja o segundos después de hacerlo. Es la dificultad sexual más habitual, ya que se da en un porcentaje de entre el 25 y el 40% de los hombres. 

Esto provoca desórdenes emocionales, pues afecta directamente a la relación de pareja. Actualmente, existen medicamentos y técnicas retardantes o juguetes sexuales que pueden retrasar la eyaculación, aunque lo fundamental es visitar la consulta de un urólogo para que descarte causas anatómicas o fisiológicas (muy poco comunes). Suele ser una afección psicológica o emocional, debida a ansiedad, culpabilidad, angustia o nerviosismo. También, puede deberse a infecciones genitales, desequilibrios emocionales o enfermedades psiquiátricas (como el trastorno bipolar). 


CONCLUSIONES
Hoy en día, sabemos que todas estas alteraciones sexuales son mucho más habituales de lo que pensamos. Por ello, la comunicación con los especialistas médicos es fundamental y debemos dejar a un lado los miedos y las inseguridades que nos genera plantearnos qué pensarían los demás acerca de estas afecciones. Quien más, quien menos, se verá en alguna de estas situaciones tarde o temprano. Lo importante es superarlas y lograr una vida sexual plena

martes, 18 de septiembre de 2012

No más excesos

Cuando uno sale de fiesta con su grupo de amigos, tiene dos alternativas. Por una parte, podría no beber ni una gota de alcohol y mantenerse en pie durante toda la noche a base de bebidas energéticas, lo que puede conducir a un insomnio aplastante en el momento en que trate de dormir. Esta opción, además, supone sentirse, en cierto modo, desplazado, ya que nunca llegas a entender las bromas al mismo nivel que lo harían tus acompañantes, borrachos como cubas. 

Por otra parte, si decides consumir alcohol, te arriesgas a tener una resaca descomunal al día siguiente. La versión más suave de esta alternativa es ingerir vino, que es el tipo de estimulante alcohólico más ligero del mercado (o al menos, eso piensas en el instante preciso en que te dispones a beber, ya que al día siguiente, la historia se ve de distinta manera). Esto fue lo que decidí este sábado pasado: tomar sangría, que se supone que no es fuerte y además, tiene buen sabor. Pagué mi ingenuidad con creces. 

Creo recordar que algún amigo me apuntó una vez que el vino provoca las peores resacas conocidas. En este momento, después de haber pasado dos días absolutamente desastrosos, le doy la razón sin lugar a dudas. Lo curioso es que durante aquella noche festiva, no dejé de sonreír y pasármelo genial; mi cuerpo parecía hecho a prueba de bombas, no estaba cansada y, de hecho, me hubiera atrevido a irme a desayunar porras con chocolate a las siete de la mañana. Menos mal que no fui, ya que, en caso de haberlo hecho, mis ganas de vomitar se habrían multiplicado por cuatro. 

El mismo sábado por la tarde, antes del gran acontecimiento, alguien me dijo que la edad empezaba a pasarle factura y que cada vez que trasnochaba, necesitaba tres días posteriores para recuperarse. En ese momento, me reí de su exageración, sin saber que casi me pasaría eso a mí, con la variante de que no han sido tres, sino dos días infernales. 


Dormir cinco horas nunca puede ser suficiente, excepto para las personas que vienen de otro mundo. Los insomnes están hechos de otra pasta, asumen el estado de letargo que viene después de levantarse de la cama tras escasas horas de sueño. No perciben el cansancio acumulado, lo integran de forma inconsciente en su manera de comportarse y discurren por la vida con el impulso de una corriente fluvial. En cambio, a mi se me van las fuerzas con cada paso, se me cierran los ojos (aunque nunca llego a dormirme; es una tortura sin sentido alguno) y no puedo concentrarme en nada que requiera algo de interés. Soy un deshecho humano temporal, en definitiva. 

Eso por no hablar de las ganas de vomitar constantes, del mal cuerpo generalizado y de la inoportuna costumbre materna de ponerse a gritar junto a mi oído, cuando lo que menos necesita mi cabeza es escuchar alaridos. Parece que mis padres huelen mi mal estado físico y mental y entonces, aprovechan para discutir entre ellos a grito pelado porque las patatas fritas tienen demasiada sal. Ver para creer. 

Lo peor es cuando me empiezan a doler partes del cuerpo que, normalmente, no percibo. Por ejemplo, la parte superior del abdomen (¿qué demonios...?), con una molestia aguda, muy localizada y desagradable. O la parte posterior de los hombros, hecho que no se entiende, puesto que no he tenido mala postura ni nada que se le parezca o, al menos, eso creo. No obstante, el organismo no sabe de razones, actúa por sí mismo, por mecanismos internos que nos permiten sentirnos pletóricos o estar echos polvo. Y considero que, a mis veintiséis años, ha llegado el momento de cuidarme más. 

Si lo pienso desde el punto de vista médico, es bastante brutal someter al hígado a tanto trabajo en una sola noche. Más de un litro de sangría puede saturar cualquier órgano corporal, en especial si no se suele beber a menudo, y peor aún, en el caso de que se trate de otro tipo de alcohol más fuerte, como puede ser el vodka o el ron. Esta clase de locuras transitorias son las que ponen a prueba al cuerpo humano y determinan si saldrá airoso o no la próxima vez. Creo que en estos días he descubierto dónde está mi límite y no pretendo traspasarlo. Como experimento personal aislado ha estado bien; como costumbre, mejor se la dejo a otros. 

viernes, 14 de septiembre de 2012

Mi amado Teckel

Ya le imagino dando pequeños saltos por el salón de mi futura casa de doscientos metros cuadrados, corriendo por el precioso jardín situado dentro de una parcela con piscina y un centro estético canino. Soñar es gratis. Desde siempre, me ha apasionado esta raza de pequeñas dimensiones e inmensa ternura. A simple vista, es un animal  que cautiva sólo  por el brillo de su piel y la limpieza de su mirada. Verle caminar enamora. 


En alemán, se le conoce como Dachshund, que significa "perro tejón", pero más popularmente, se le llama Teckel o perro salchicha. Su fisonomía es debida a una mutación genética que se llama bassetismo (palabra que deriva del nombre de otra raza canina que comparte algunos rasgos físicos con ésta, el Basset Hound) y que le otorga unas extremidades muy cortas en relación con el tamaño de su cuerpo. Originalmente, es un perro de caza. 

Es bajo y alargado, con patas cortas, el hocico fino y las orejas largas y caídas. Existen tres variedades de esta raza, según su tamaño:
Pelo largo
   - Estándar: tiene una circunferencia torácica de más de 35 centímetros y pesa como mucho 9 kilogramos. 
   - Miniatura: cuenta con una circunferencia torácica de entre 30 y 35 centímetros. 
   - Teckel dedicado a la caza del conejo: circunferencia de menos de 30 centímetros. 

Además, cualquier perro de esta raza puede tener tres tipos de pelo. Puede ser de pelo corto (desde mi punto de vista, los más bonitos), pegado al cuerpo, brillante y espeso; de pelo largo, en forma de plumas, sobre todo en la parte inferior de la cola y en las orejas; y de pelo duro o de alambre, que tiene una especie de barba y cejas bien pobladas, y el pelo es áspero, espeso y grueso. Todos ellos pueden presentar un único color, dos, o tener manchas. 

Pelo corto
Se recomienda que este perro practique deporte, ya que suele sufrir problemas hereditarios en la espina dorsal porque su columna vertebral es demasiado larga y tiene las costillas cortas. Por ello, se debe evitar el sobrepeso, debido a que, en ese caso, el riesgo de lesiones podría ser mayor. Es un animal muy ágil y tiene muy buenos reflejos, por lo que es importante que disponga de espacios libres para correr, aunque no logra altas velocidades por sus patas cortas. No es propenso a enfermedades, siempre y cuando reciba un cuidado correcto. Tiene buen carácter y le gusta mucho vivir en familia. 

Pelo duro
Es una raza muy inteligente, que aprende muy rápido. En el hogar, es muy limpio, tranquilo, cariñoso e incluso protector con los miembros de la familia. Una vez que recibe la educación adecuada, es muy dócil y juguetón. Entre los diez y los doce meses de edad, ya estará preparado para hacer sus necesidades fuera de casa. 

Es un perro sociable, que se adapta a todo tipo de entornos. Puede vivir con otros perros, con niños o con otros animales. Si se le adiestra para ello, puede ser un buen cazador, de acuerdo con su tamaño. En definitiva, un perro ideal para tener en casa y para pasear por el campo. Una belleza.