
En la intriga radica el éxito de las novelas literarias. Aunque no se trate de libros de suspense propiamente dichos, todas las historias escritas guardan alguna sorpresa que el lector espera en cierto modo, aunque finalmente sea algo que no imaginaba en absoluto. Dicen que la cultura se adquiere por medio de la literatura, aunque más bien, pienso que las novelas se hicieron para nosotros, los fantasiosos y entusiastas. No me da miedo reconocer que tengo la cabeza llena de pájaros. Repleta.


Otro género que me interesa especialmente y que recomiendo es el humor. Existen auténticas joyas literarias que merece la pena leer, por su contenido, por su lenguaje y por sus situaciones desternillantes y absurdas. En España, destaco a Rebeca Rus, con su novela Sabrina:1. El mundo:0, la única historia de estas características con la que me he reído a carcajadas (nunca antes me había sucedido algo así al introducirme en una lectura), tanto que tuve que dejar el libro sobre la mesa en varias ocasiones para poder reírme a gusto. Esta mujer es un genio.

En cualquier caso, por muchos géneros diferentes que me puedan atraer (quitando las novelas policíacas y las de ciencia ficción, que no tolero demasiado), me quedo definitivamente con el romance y el sexo. Me sentí tentada a leer la trilogía erótica que últimamente está tan de moda, Cincuenta sombras de Grey, pero las críticas que han llegado a mis oídos y la que he tenido la oportunidad de leer en www.cajondehistorias.com (el blog de mi compañero de carrera Ismael Cruceta) me han evitado la mala experiencia. Es el error que cometen muchos autores de literatura erótica: los primeros encuentros sexuales que describen con todo lujo de detalles son novedosos y excitantes, pero a medida que se mantiene la misma dinámica conforme se pasan las páginas, la novedad se convierte en rutina, en aburrimiento, en más de lo mismo. Todo se repite, lo que conduce a una pérdida de interés paulatina y empapada en frustración, porque una espera mucho más. Por eso, agradezco a Cruceta su advertencia; más que nada, porque he podido ahorrarme casi sesenta euros, que como están las cosas, no es moco de pavo.
Leer siempre va a ser una de mis grandes aficiones. Me apasiona encerrarme en mi habitación y permitir que las horas vuelen libremente y el mundo gire a su aire, mientras me introduzco en una trama que no es la mía, pero en la que me siento implicada. Una buena lectura supone querer saber, aprender de las actitudes ajenas, entender circunstancias que podrían parecernos inverosímiles, identificarnos con conductas impropias fruto de una educación errónea o analizar nuevas reglas para la amistad y el amor. Todo esto es tan valioso, que nunca podría perder el tiempo con un libro que no me permitiera pasar de las diez primeras páginas sin aburrirme. Una buena historia puede conducirme al paraíso; un montón de hojas sin estímulo alguno, a la desolación.
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