lunes, 30 de abril de 2012

Celos caninos


En los últimos días, he leído dos noticias sobrecogedoras sobre perros que atacan y matan a bebés. Me llama la atención el comportamiento de estos animales, especialmente porque no mostraron signos de violencia previos ni tampoco pertenecían a razas consideradas peligrosas, tales como Rottweiler, Bull Terrier o American Stanford, por citar algunas.

Hace una semana y poco, leí con el corazón encogido, que el perro de una familia, un Golden Retriever, había desmembrado al hijo pequeño, de tan sólo dos meses, que se encontraba durmiendo tranquilamente en su cuna. Hoy contemplo, estupefacta, un texto que hace referencia a un caso similar: un perro mastín de 55 kilos de peso asesinaba a un bebé de un año cuando éste se acercó para jugar con él. 

Los perros son los mejores amigos del hombre; siempre se ha dicho que si están bien cuidados, disponen de todo lo necesario para su correcto desarrollo y educación y se sienten queridos por su familia adoptiva, pueden ser excelentes amigos y compañeros de paseos y juegos. El problema surge cuando hacen acto de presencia los celos, ya que a veces, lo único que buscan es llamar la atención de su dueño cuando se sienten desplazados. 

Es obvio que los celos en los animales no tienen nada que ver con los de los seres humanos, pero sí presentan una característica común: el egoísmo marcado en su conducta ante determinadas situaciones. Cuando algo les causa disgusto, lo manifiestan con una reacción agresiva, con desgana o con apatía. Es curioso que si han mostrado un arranque de violencia puntual, a continuación, volverán a ser cariñosos y afables; esto es así porque parecen darse cuenta de su mal comportamiento y buscan  que sus dueños les perdonen. 

Lo más importante es educar de forma adecuada al perro desde que es cachorro. Debe aprender qué lugar ocupa dentro de la familia y saber quién manda, nunca se le puede consentir demasiado y tiene que asumir normas y órdenes firmes. Hay que favorecer que se relacione con personas de distintas edades, juegue con ellas, así como también con otros perros. Es básico que exista un horario fijo de rutinas que no sufra alteraciones, ya que el perro necesita acostumbrarse a comer, salir a la calle y jugar a las mismas horas. Si se siguen estos consejos, evitaremos que muestre celos patológicos o se sienta rechazado cuando su familia reciba visitas, cuando aparezca una nueva mascota o nazca un bebé. 

Por supuesto, todas esas rutinas no deberán verse modificadas cuando se dé alguna de las situaciones mencionadas en la línea anterior. De todos modos, en caso de que su actitud sea agresiva a pesar de eso, la última alternativa es acudir a un psicólogo canino que solucionará el problema o dará con las claves para suavizar su actitud. 

Es un error que el dueño se sienta culpable por no dedicarle al perro el tiempo que él demanda, pues se trata de un animal de gran inteligencia que enseguida va a percibir esa debilidad y aprovechará para utilizarla en su favor. Por ello, pase lo que pase, la autoridad es fundamental para que el can sepa dónde está y a quién debe obedecer. No obstante, conviene prestarle mucha atención sólo cuando una persona nueva (un niño, un bebé, un desconocido) esté cerca, para demostrarle que no perderá el cariño de su amo. 

La conclusión es que educar a un perro no es tan sencillo como parece. Hay que ser constante y tener claro que nos vamos a poder hacer cargo del animal y que no vamos a tener dificultades con el tiempo que podamos dedicarle. Es preciso que su personalidad y la nuestra encajen como en un puzzle para garantizar una óptima convivencia. 



domingo, 29 de abril de 2012

Aprovechad este año... puede ser el último

Es fabuloso descubrir lo poco que sabemos de las cosas y lo insignificantes que somos dentro de este mundo lleno de posibilidades. Habitualmente, no nos detenemos a pensar que nuestras vidas, en última instancia, no dependen de nosotros mismos. Los fenómenos de la naturaleza condicionan nuestra existencia y resultan del todo impredecibles. Hablo de tornados, tsunamis, huracanes, lluvias tropicales, maremotos, erupciones volcánicas, meteoritos, llamaradas solares. 

De hecho, según la profecía maya, podríamos estar viviendo nuestros últimos meses, ya que se anuncia el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012, fecha en la que aún se desconoce qué ocurrirá exactamente (si es que finalmente pasa algo). Los entendidos barajan varias hipótesis: desde el impacto de un gran meteorito hasta la llegada de extraterrestres, pasando por un desastre nuclear o una tragedia ambiental provocada por el cambio climático. 

No son más que predicciones que, ciertas o no, suscitan un debate global. Sin embargo, los que sí deberían estar preocupados (y mucho) son los estadounidenses y, por extensión, también el resto de la población mundial. El motivo: la actividad que manifiesta el volcán más grande del mundo, situado en Yellowstone, el primer Parque Nacional de EE.UU. Se encuentra extremadamente vigilado, por lo que, en caso de peligro de erupción, los ciudadanos del país podrían ser rápidamente evacuados. 

Pero esta medida no garantizaría nada. Según los científicos, el 80% de la humanidad sufriría las consecuencias de la erupción. El astrónomo y astrofísico Carl Sagan sostiene que se produciría lo que él denomina Invierno Nuclear, es decir, una lluvia radiactiva que causaría enfermedades en todos los seres vivos, oscuridad total en el hemisferio norte y una nube de cenizas que impediría respirar. Su explosión sería el equivalente a mil bombas atómicas por segundo. Sobrevivir sería casi impensable. 

Con unas dimensiones de casi 50 kilómetros de largo por 20 kilómetros de ancho, este enorme volcán sirve como base al lago de Yellowstone que, como consecuencia de la actividad magmática, cada vez está más inclinado. Según la revista Nature, la primera erupción tuvo lugar hace dos millones de años, seguida de otra hace un millón trescientos mil años. Por tanto, la deducción es que se produce cada 600.000 ó 700.000 años aproximadamente; la mala noticia es que ya hace 640.000 años que aconteció la última. Así las cosas, parece que estamos en peligro, si a eso añadimos, además, que el calentamiento global podría acelerar el proceso. 
En contraposición, la parte positiva es que, por el momento, el magma se encuentra a diez kilómetros de profundidad y debería situarse, al menos, a dos o tres kilómetros de la superficie para que pudiera existir un peligro real e inminente. 

Esta posible catástrofe forma parte de la lista de tragedias que sucederán en este 2012, elaborada por quienes confían en las predicciones mayas. Los mismos que consideran el terremoto de Japón del año pasado como una señal de que el fin del mundo anda cerca. 



viernes, 27 de abril de 2012

Una calle, ¿una maldición?

Desde siempre, nos han cautivado los sucesos paranormales. Telepatía, objetos que se mueven sin causa aparente, extrañas figuras o sombras que se reflejan en fotografías de mala calidad, psicofonías, apariciones fantasmales, presencias cuyo roce percibimos en nuestra piel. Tengo un amigo al que es imposible convencer de que todo esto pertenece al mundo espiritual; para él, cualquier cosa que ocurre tiene una explicación científica y lógica, terrenal. En cambio, quien escribe estas líneas pertenece al grupo de las personas fácilmente sugestionables. 

El otro día leí un reportaje publicado en el número 199 de la revista de divulgación científica Quo, en el que se mostraban una serie de fotografías en las que aparecían supuestos fantasmas. No había ninguna cuya fiabilidad pudiera ser demostrada al cien por cien; en casi todas, los aparentes espíritus no eran más que contrastes de luz, efectos producidos por el flash de la cámara, superposición de negativos en las películas fotográficas antiguas o montajes de diverso tipo. 

Existe un área del cerebro, situada en el lóbulo temporal, dedicada a identificar rostros. Esto explicaría la facilidad que tenemos los seres humanos para reconocer caras en fotografías, tostadas (donde dijeron que se aparecía la Virgen), paredes (las famosas caras de Bélmez) e incluso en un cielo nublado. Esta capacidad recibe el nombre de pareidolia. 

Todo aquello que encontramos delante de nuestros ojos o que nuestro cerebro construye, aunque sabemos que no existe, nos causa incertidumbre e inquietud. No obstante, considero más cruel el miedo generado por lo que no vemos y tampoco podemos constatar si existe o no. Me refiero a edificios o lugares que, por los hechos sangrientos que han escondido en su interior, se han ganado la etiqueta de sitios malditos. Sus paredes pierden valor económico a medida que crece su leyenda, y la posibilidad de sufrir las mismas calamidades que antiguos inquilinos los hace casi inhabitables por motivos psicológicos. Allí no hay nada ni nadie, pero nuestra mente cree que es así. 

En Madrid, es curioso el caso de la calle Antonio Grilo, ubicada entre la calle San Bernardo y la plaza de los Mostenses. Bien podría tratarse de una serie de demasiadas casualidades o de una maldición. A lo largo del siglo XX y en los últimos años, han tenido lugar tristes acontecimientos protagonizados por vecinos que han vivido en dicha calle. La maldición empezó en 1910, cuando un hombre de 47 años se tiró desde un quinto piso en un ataque de locura. A partir de ese año, varios vecinos fueron atropellados o asesinados (la mayoría de los asesinatos se produjeron en circunstancias extrañas y sin mediar palabra). 

También destaco el suceso de 1933, en el que un vendaval en la Casa de Campo provocó la muerte de una vecina e hirió a otro, ambos por culpa de sendas ramas de árboles y el mismo día. 
Sin embargo, el crimen más duro entre vecinos de esa calle tuvo lugar en 1963, cuando un sastre mató a su esposa y a sus cinco hijos y, a continuación, se suicidó pegándose un tiro. 

Al leer esto, probablemente, algunos sentirán deseos de pasar por la que han llamado "la calle de los crímenes" para ver qué aspecto tiene y para descargar adrenalina (muchos comparan el miedo a lo paranormal o a lo desconocido con hacer puenting). Lo que es seguro es que pocos se quedarían a vivir allí. Por lo que pueda pasar. 

miércoles, 25 de abril de 2012

Pornografía en estado puro

Título: Amante del sexo busca pareja morbosa. 100 cartas pornográficas: un retrato íntimo de la sociedad actual.
Autor: Luis G. Martín 
Editorial: Ediciones Temas de Hoy, S.A. 
Año: 2002
Número de páginas: 303

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que he encontrado el mejor sustituto de las películas pornográficas de toda índole. Es un libro que podría calificarse de experimento sociológico, y en el que su autor selecciona las cien mejores cartas sexuales (de entre más de tres mil) que recibió durante casi dos años. Su labor fue publicar anuncios falsos en revistas de contactos, haciéndose pasar por hombre o mujer, con el único fin de recibir correspondencia de alto contenido erótico y/o pornográfico. Los resultados sorprenden, excitan, llaman la atención y en los casos más radicales, provocan auténtico rechazo. 

Lo primero que causa mi sorpresa es el alto nivel cultural (en términos generales) de las personas que envían las cartas. Es fácil percatarse de que tienen estudios porque saben plasmar muy bien sobre el papel aquello que quieren decir, utilizan las palabras adecuadas y, además, en ciertos textos, saben ser muy persuasivos con el que suponen que es su destinatario. No obstante, hay unos pocos cuyas faltas de ortografía dañan la vista (uno se atreve a escribir "hexplicar" en lugar de "explicar"; sobran los comentarios). 

En su mayoría, muestran seguridad, independencia, aparente transparencia (en estas situaciones nunca se llega a saber del todo si son sinceros o no) y ni el más mínimo atisbo de pudor o vergüenza. Hablamos de cartas totalmente explícitas que no dejan lugar a dudas ni a la imaginación. 

Algunos llegan a confundir el objetivo de las publicaciones, ya que hacen referencia al amor en sus respuestas. Quizá, muchos crean que podrán conseguir sexo a través de palabras llenas de romanticismo, cuando, por medio de estas cartas, saben de antemano que no es necesario que disfracen la realidad de lo que ambos buscan (anunciante y aludido) con palabras vacías de contenido que lo único que logran es alargar la extensión de los escritos; aquí nadie puede sentirse engañado. 

Sin embargo, también es posible que la motivación de estas personas sea la de alcanzar el amor por medio del sexo, como se hace mucho en la sociedad actual. Es inteligente reconocer que el hecho de ir presumiendo de liberales, a menudo es solo una máscara que algunos se ponen para no sentirse tan solos o para lograr, por medio del engaño, el amor de alguna de sus parejas sexuales, por aquello de que "el roce hace el cariño". Porque, ciertamente, no queremos mostrar al mundo que estamos dolidos por la actitud de quien busca únicamente intimidad sexual. Por ello, optamos por seguir el juego y asumir ese rol de individuos libres e independientes que viven alejados de su parte más emocional, hasta que el tiempo nos da o no la razón. 

Llama poderosamente la atención en estos escritores aficionados (uno de ellos confiesa dedicarse profesionalmente a ello) la gran imaginación que poseen. A algunos se les ocurren ingeniosas técnicas sexuales, posturas imposibles, situaciones inverosímiles, que merecería la pena apuntar por si en un futuro pudieran ser útiles. Otros disponen de miembros viriles que ya quisieran tener Nacho Vidal o Rocco Siffredi; uno de hasta catorce centímetros, ¡de diámetro! Una lástima que ya no queden hombres tan bien dotados en la vida real. 

A estas alturas, no me puedo olvidar de hacer mención a la nula participación de las mujeres en las cartas. Todos los que escriben son hombres y lo más próximo a una influencia femenina viene de supuestos maridos que desean participar en los juegos sexuales en compañía de sus esposas, de las que sostienen que han dado su consentimiento. Aquí queda reflejada la vergüenza que aún atenaza a las féminas a la hora de mostrar sus deseos más íntimos y que, afortunadamente, cada vez es menor. 

Si bien el libro al principio es curioso y excitante (habría que ser de piedra para no responder al estímulo que suponen las descripciones detalladas), conforme se va avanzando en la lectura, pasa a ser tedioso. Así, el respeto y la novedad que se ve en las primeras cartas deja hueco a la perversión, la violencia verbal, el sadismo y las técnicas más insalubres y repugnantes en las misivas finales. Aunque siempre hay gustos, algunos de ellos no los podría encuadrar en el interior de una mentalidad normal o dentro de prácticas saludables. 

El anonimato que garantiza todo aquello que es escrito permite a la gente mostrar su personalidad sin adornos ni tapujos. Y es por ello que lo que veo en las cartas más duras me provoca rechazo y miedo. Me imagino cruzándome con alguno de estos "escritores" aficionados por la calle, sabiendo lo que ya sé de sus mentes retorcidas, y estoy segura de que me cambiaría de acera. Sin dudarlo ni un segundo. 

Se masca la tragedia


En los últimos meses, ha llegado a mis oídos, en varias ocasiones, el mismo comentario por parte de la gente: "como esto siga así, se va a liar muy gorda". Quizá se trate de un pronóstico demasiado extremista, pero es posible que no esté del todo alejado de la realidad. Los ciudadanos españoles se encuentran muy descontentos en todos los sentidos y están acumulando rabia y resentimiento. Y eso es muy peligroso. 

La mitad de los jóvenes están desempleados. Hay familias enteras en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo. Otros viven de la caridad de ONG´s que les proporcionan alimentos y artículos de primera necesidad. Si a estas situaciones les añadimos los recortes llevados a cabo por el nuevo Gobierno, el tema está que arde.

Quienes conservan su empleo viven con el miedo constante a perderlo, porque el despido nunca fue tan sencillo para las empresas como ahora, gracias a la nueva reforma laboral. La indemnización se ha reducido a veinte días por año trabajado, con un máximo de doce mensualidades (siempre que el despido sea procedente; y si la empresa se declara en quiebra, ni siquiera indemnizará). Los empresarios serán libres de cambiar los turnos y las funciones de los trabajadores y les podrán bajar el sueldo si lo estiman oportuno. 
Y atención, según el Gobierno, éstas y otras medidas CREARÁN empleo. ¿Cómo? ¿Hemos escuchado bien? ¿Hemos perdido el juicio?

Cualquier persona, sin necesidad de haber estudiado Economía o ni siquiera disponer de estudios superiores, se habrá dado cuenta de que tal afirmación es del todo absurda. Más facilidades para despedir, más libertad para los empresarios en todos los sentidos, peores condiciones de trabajo, un mayor respiro para las empresas que tengan que cerrar por encontrarse en situación precaria y mayor número de parados. ¿Esto solo lo veo yo? ¿Hay algo que se me escapa?

Además de esto, sumamos los recortes en Sanidad, Educación, Investigación... y la subida de precios del transporte público y de los alimentos (lo de los huevos es ya insultante). No hay que ser un lumbreras para ser consciente de que si bajan los sueldos y suben la comida, nuestro poder adquisitivo será menor. Y es el momento de plantear la siguiente pregunta: ¿hasta cuándo vamos a quedarnos quietos ante tales abusos? Saben que podrán hacer de nosotros lo que quieran y precisamente por eso, lo hacen. 

No obstante, afirmo con contundencia que los mayores estafadores han sido y siguen siendo los bancos. Si tienes menos de 2.000 euros en la cuenta, te cobran una cuota anual; si cancelas tu cuenta, se apropian de diez o quince euros, un acto que consideran de pleno derecho; al solicitar una hipoteca, te cobran casi el doble de su valor en intereses; si te embargan el piso, no contentos con quedarse con el inmueble, te obligan a seguir pagando (hasta ahora que, afortunadamente, existe la dación en pago para algunos casos). ¿Qué es todo esto? ¿Cómo hemos podido consentirlo? ¿Somos idiotas?

Es posible que toda la culpa no sea nuestra. Porque ahora cualquiera se atreve a protestar, dadas las últimas "amenazas" del PP. Nuestro Gobierno pretende que el hecho de organizar protestas a través de Internet pueda ser considerado un delito de integración en organización criminal. Totalmente inaudito. Lo que pasa es que ya se sabe cómo somos los seres humanos: basta que quieran prohibirnos algo para que nos atraiga todavía más. Esto, unido al miedo y a  la rabia que ya mencioné, puede generar una situación crítica. Cruzo los dedos para que no lleguemos al caso de Grecia. 

lunes, 23 de abril de 2012

Queridos abuelos

Da igual el tiempo que pase sin verle (que nunca suele ser demasiado), pero mi abuelo es capaz de contar cada uno de los días que le visito, una y otra vez, las mismas historias que vivió durante la Guerra Civil española. Cuando tenía ocho años, los republicanos le quitaron un burro a su familia. Hoy afirma  que si hubiera sido más mayor, lo habría evitado. Siento tener que dudarlo, aunque le admiro por creer algo así. 

Muchos ancianos tienden a pensar que el tiempo no ha pasado por ellos. Siguen anclados en su pasado, aquellos años cuarenta en los que eran muchachos fuertes, cargados de vitalidad, capaces de comerse el mundo. Su mayor aspiración era trabajar desde muy temprana edad para ayudar a sus padres y hermanos, guardar ciertos ahorros y asegurar un porvenir a la futura familia que decidieran formar. Trabajaron mucho más de lo que ninguno de nosotros podrá hacerlo nunca. 

Muy pocos decidieron casarse por verdadero amor. Las cosas funcionaban de otra forma muy distinta a como lo hacen ahora. Las distancias eran duros obstáculos entre las parejas de novios, que tenían que comunicarse por carta o a través de intermediarios; las más afortunadas se veían con una carabina que hacía las funciones de testigo y defensora implacable de la moralidad. Los auténticos enamorados tenían encuentros bastante impropios para la época, aunque también pudo darse algún caso de relación platónica materializada por medio del matrimonio. 

Lo que vivieron nuestros abuelos unido a su propia personalidad y a los rasgos típicos de la vejez los convierte en las personas que hoy son. Puede que el hecho de que pasaran hambre o sufrieran abusos de diverso tipo durante la guerra no les causara un efecto a corto o medio plazo, pero sí haya aflorado en su tercera edad. Por eso, muchos ancianos son excesivamente cautos con los desconocidos, se muestran reacios ante el contacto físico (mi propio abuelo se siente incómodo con los besos o abrazos) y no ocultan su mal carácter en público si es necesario. 

Mantienen costumbres de antaño con plena convicción, aunque no se adapten en absoluto a los tiempos que corren o sus familiares no podamos entenderlas. Muchos se niegan a usar cartera para guardar los billetes, monedas, tarjetas bancarias y notas variadas. En su lugar, envuelven el dinero en un papel y lo guardan así, primero dentro de una bolsa que, a su vez, irá dentro de otra que será transportada dentro de otra más. En los casos más extremos, todo eso, finalmente, enrollado con una goma elástica. Si alguien considera que exagero, que pregunte a sus abuelos o tíos-abuelos y se sorprenderá. 

Otra tema que merece mención especial es el ahorro. Los mayores han aprendido durante toda su intensa vida que hay que guardar lo que uno tiene por si en el futuro les pudiera hacer falta. Así, muchos casi no encienden la calefacción o permanecen a oscuras en la salón "porque no están haciendo nada" y no necesitan ver. Ellos saben lo valioso que es ser precavido y lo que significa tener dinero o un trozo de pan que llevarse a la boca. 
Porque el asunto del pan es otra cuestión relevante. El plato de comida servido sobre la mesa debe ser siempre abundante, no se puede desperdiciar ni mucho menos tirar. Es una norma que nos enseñaron nuestros abuelos y quien más, quien menos, alguna vez nos hemos sentido culpables por dejarnos unos granos de arroz o parte del postre porque no podíamos comer más. 


A pesar de sus manías, hábitos y curiosidades, nos leyeron cuentos, nos dieron todos los caprichos  que se podían permitir y nos han enseñado tantas cosas que sólo pueden despertar en nosotros una profunda admiración. Habrán perdido fortaleza física, pero su capacidad de protección y enseñanza se encuentra intacta. Hoy en día, hay pocos acontecimientos en mi vida que me den la felicidad especial que me da ver sonreír a mi abuelo, con ese gesto tan transparente y sincero, con esos ojos brillantes que se le iluminan solo con esbozar esa sonrisa. Lo hace poco, pero cuando transmite que algo le da alegría o le hace gracia no existe ningún otro sentimiento que me pueda conmover más. Es entonces el abuelo más guapo del mundo. 


Este artículo va dedicado a mis cuatro abuelos, en especial a aquellos que ya no están en este mundo y de cuya compañía no podré disfrutar ya nunca más. Os quiero, a los cuatro. 

domingo, 22 de abril de 2012

Que gane el mejor


Título: Los juegos del hambre
Género: ciencia ficción, drama
Año y país: 2012, EE.UU. 
Duración: 142 minutos
Director: Gary Ross
Reparto: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Liam Hemsworth, Elizabeth Banks, Woody Harrelson. 


Tráiler: http://peliculas.labutaca.net/the-hunger-games


Todos los años, el Gobierno (Capitolio) de lo que antes fue Norteamérica aplica un castigo ejemplar en recuerdo de una rebelión acontecida tiempo atrás. Un chico y una chica son escogidos al azar en cada uno de los doce distritos de Panem para enfrentarse en un show televisado conocido como Los juegos del hambre. Así, un total de veinticuatro participantes se enfrentarán entre sí hasta que sólo quede uno, el superviviente. 

Basada en la primera novela de la trilogía de Los juegos del hambre de Suzanne Collins, la película desprende un magnetismo que intentaré explicar con palabras. Cuando vi el tráiler emitido por televisión, sentí curiosidad, pero lo pasé por alto. Más tarde, una amiga me envió la versión electrónica del libro (que confieso que no leí, ya que me faltaba la suficiente motivación) y ya cuando me percaté de su continua insistencia en que todos sus allegados la viéramos, me planteé si podía merecer la pena. No obstante, la elección en el cine la hice por la ausencia de otras opciones; esa es la verdad. 


Desde el primer segundo supe que había acertado. Hacía demasiado tiempo que no veía una cinta que me resultara tan impactante y original (en la medida que pueda serlo habiéndose basado en una novela previa). Mi curiosidad crecía a un ritmo vertiginoso conforme iban teniendo lugar los acontecimientos de la trama. Incluso hubo ratos en los que, sin ser consciente de ello, apenas pestañeaba; de hecho, mi acompañante me dio un toque de atención por si me olvidaba de respirar. Bromas aparte, lo cierto es que nos encontrábamos en la fila seis y a esa escasa distancia de la pantalla no era posible perderse ni el más mínimo detalle, lo cual agradecí. 

Casi dos horas y media, en las que cada uno de los minutos es absolutamente necesario. Es una historia apasionante, cargada de tensión psicológica, miedos, inseguridades y la dosis perfecta de acción. Resultan muy útiles las escenas anteriores a la "batalla", pues generan empatía y unas enormes expectativas en el público que, posteriormente, se ven satisfechas con creces. Tiene tintes de reality show, pero a lo bestia. 

Llama la atención la protagonista, Katniss Everdeen, en cuya persona vemos reflejado un gran instinto de supervivencia (totalmente lógico dadas las extremas circunstancias) y una tremenda fortaleza. Asistimos, además, a la demostración de un amor ficticio que tiene que parecer real por el bien de los personajes, ya que en su correcta materialización radicará la diferencia entre vivir o morir, entre tener posibilidades o salir derrotado. No es más que un fiel reflejo de lo que venden los programas de "telerrealidad" actuales, aunque en su versión más extremista. 

Si hay una única palabra que define este filme, ésa es "espectacular". Y no porque existan efectos especiales o artificios visuales de cualquier tipo, sino por su calidad, tanto en la idea original de Suzanne Collins como en la interpretación de los actores, pasando por la inteligencia que queda manifiesta en su desarrollo. Un sobresaliente indiscutible por haberme generado una abrumadora satisfacción. Y la promesa personal de leer la novela; ahora mismo. 

viernes, 20 de abril de 2012

Habitantes prehistóricos

Fósil de un bebé dinosaurio (72 centímetros)
Inicié mi colección de libros sobre dinosaurios cuando tenía unos ocho o nueve años. Probablemente, mi afición comenzó por casualidad al ver anuncios de las entregas por televisión. Me fascinaban aquellos enormes animales de tan diversas especies que poblaron tierra, mar y aire durante unos 160 millones de años. La lista sería interminable, pero me centraré especialmente en aquellos que, por sus peculiares características, se quedaron en mi corazón (como ya imagináis, soy muy aficionada a éste y otros temas tan poco habituales; lo que llaman una freak). 
Gallimimus

El primero al que haré mención, digamos que podría tratarse de una mezcla entre reptil y pájaro. El Gallimimus, cuyo nombre significa "imitador de gallina", tenía el cuello largo, fuertes patas para poder correr, cabeza pequeña, grandes ojos y algunas plumas. Vivió a finales del período Cretácico (hace entre 83 y 65 millones de años) en Asia. Sus primeros fósiles fueron encontrados en el Desierto de Gobi casi terminada la década de 1970. Su aspecto era semejante al de las avestruces actuales y disponía de ranuras en el pico y la lengua para filtrar el agua, igual que los flamencos. 

Tylosaurus
Quizá uno de los mayores reptiles marinos de la prehistoria (conocidos como mosasaurios) fue el Tylosaurus, un gran depredador que podía alcanzar hasta 15 metros de longitud y que estuvo emparentado con las serpientes de hoy en día. Dominó el mar interior occidental a lo largo del Cretácico Superior. Por medio de su alargado hocico, embestía a sus presas, entre las que podían encontrarse peces, otros mosasaurios de menor tamaño, tiburones y plesiosaurios (otros dinosaurios que habitaban el mar). Uno de éstos últimos fue el Kronosaurus, que debió su nombre al dios Cronos, quien devoró a sus propios hijos. Su mandíbula de 3 metros y sus dientes como cuchillos le hicieron merecedor de tal denominación en recuerdo de esa deidad de la mitología griega. 

Terópodos
No podía faltar en este breve reportaje el mayor saurio depredador, de fuertes patas traseras con garras, casi inútiles patas delanteras, dos hileras de colmillos afilados que se clavaban en la carne (y que medían 15,5 centímetros), ciego y de hambre voraz. Me refiero, como es de suponer, al Tyrannosaurus Rex ("saurio tirano rey"), que medía 14 metros de longitud y unos 5,6 metros de altura. No era el único carnívoro que lideraba la Tierra, pues compartía protagonismo con otros depredadores como el Albertosaurus (descubierto en Alberta, Canadá) o el Allosaurus, por citar solo dos ejemplos. Los tres pertenecen a la amplia familia de los terópodos, es decir, son feroces comedores de carne y bípedos. 
Brachiosaurus

De cuello largo y tremendo peso era el Brachiosaurus ("reptil-brazo"), que tenía unos 23 metros de longitud (como un campo de tenis) y 12 metros de altura, lo que lo convirtió en uno de los animales más grandes sobre la faz de la Tierra. Comía hojas y brotes de los árboles más altos, por lo que era inofensivo a menos que se viera amenazado, y tenía las patas delanteras más grandes que las traseras. Vivió en el terreno que hoy corresponde a Norteamérica, África y Europa hace unos 152 millones de años. De mayor longitud aún y semejante belleza fue su compañero de la misma familia de "cuellos largos", el Diplodocus ("doble viga") que midió entre 25 y 37 metros de largo, y unos 6 metros de alto, y que vivió durante el Jurásico Superior. 

Protoceratops
Forma parte de la misma familia del tan conocido Triceratops (que lucía dos cuernos en su frente), un pequeño dinosaurio de apenas casi 2 metros de largo y un poco más alto que un perro, el Protoceratops ("cara con cuernos"). Vivió hace 110 millones de años en Mongolia, comía hojas y plantas bajas y ponía huevos. 


Oviraptor
Un dinosaurio único en su especie que robaba los huevos del Protoceratops (y los de otros animales) fue el Oviraptor, que recibió su nombre precisamente por eso (significa "ladrón de huevos"). A pesar de creencias iniciales, pues sus fósiles se encontraron cerca de un nido que se pensó que estaba atacando, no se alimentaba de huevos. De hecho, más tarde se descubrió que se trataba de su propio nido. Parecido a las aves, de pequeño tamaño y peso ligero, su existencia tuvo lugar hace 75 millones de años en Asia. 

Para finalizar, expresaré que podría escribir un reportaje de veinte folios acerca de ésta gran pasión que siento por los dinosaurios. Sostengo que como mínimo, habría sido curioso que estos animales hubieran existido en la actualidad. En ese caso y con toda seguridad, nuestras preocupaciones serían ahora muy distintas. 


jueves, 19 de abril de 2012

Amar sin condiciones


Título: Querido John
Autor: Nicholas Sparks
Género: novela
Editorial: Roca Editorial, S.L.
Número de páginas: 316



Esta vez hice las cosas a la inversa de como suele ser habitual: primero vi la película (hará unos tres años quizá) y hace una semana y poco, el libro cayó en mis manos. Un día, cuando ya estaba a punto de salir de la biblioteca y sin tener intención alguna de llevarme nada en ese momento, mis ojos se posaron sobre la portada de la novela. Un poderoso deseo de leer aquello me alcanzó al instante. 

Reconozco que comencé sin ganas. Como ya había visto la historia reflejada en la pantalla y en su día me había parecido algo estéril, no volqué demasiado entusiasmo al leer las primeras líneas. Estaba reviviendo sobre las páginas unos hechos ya conocidos y carentes de novedad, pero a medida que fui avanzando, me sorprendí. También me influyó el hecho de que el autor, Nicholas Sparks, hubiera escrito El cuaderno de Noah, que inspiró una de mis películas más queridas. 

Contada en primera persona por el protagonista, John Tyree, un soldado del Ejército, se narra una historia de amor bastante común. Lo que la hace diferente a las demás, e incluso especial, son los elementos que se van introduciendo como pequeñas pinceladas dentro de un cuadro manchado con trazos oscuros. Digamos que la luz le llega a través de las porciones de humanidad que vemos en los diálogos y los actos de los personajes. Savannah, la otra mitad de la pareja enamorada, aporta una visión del mundo que muchos quisiéramos encontrar a nuestro alrededor. La satisfacción que ella siente por el sencillo gesto de ayudar a los demás no se encuentra a menudo en el ser humano. 

El autor del libro centra todo su interés en mostrar la parte más emotiva de la historia. Prueba visible de ello es que las descripciones que realiza sobre las actividades más mecánicas y rutinarias de John dentro del Ejército son bastantes escasas y apenas ocupan unos pocos párrafos. Por tanto, Sparks deja de lado la vocación profesional del protagonista y hace más hincapié en los sentimientos del día a día, lo que realmente nos hace personas y nos motiva a seguir viviendo con toda intensidad. 


Por supuesto, el amor ocupa el hueco más destacado entre las páginas y queda manifiesta una perspectiva más realista de las que estoy acostumbrada a ver y leer. El enamoramiento es lo más bello que viven John y Savannah (no podría negar eso), pero en este libro, priorizo otras cuestiones que el lector debería valorar por encima de eso. 

El síndrome de Asperger, enfermedad que padece uno de los personajes (no diré quién para no destripar la lectura), es uno de los temas que aborda la novela y que me pareció de suma importancia. Considero que, a través de esas palabras escritas, se intenta concienciar al lector sobre esta enfermedad y algunas otras relacionadas. Se nos ofrece una lección muy valiosa que siempre deberíamos tener en nuestra mente: el conocimiento es básico para comprender a nuestros seres queridos y, más aún, si sufren algún tipo de dolencia. 

Es una novela recomendable. Mucho más rica en detalles que la película (que se hizo posteriormente y perdió fidelidad y emoción en el proceso, como suele ocurrir en casi todos los casos de adaptaciones cinematográficas) y capaz de provocar el nacimiento de alguna lágrima en lectores especialmente sensibles (la que escribe esta crítica cada vez lo es más). Así, Sparks tiene la habilidad de convertir un texto sencillo en un mensaje de esperanza para todos aquellos que no muestran su cariño tanto como deberían. Y enlaza las palabras con la calma de quien sabe a conciencia lo que quiere transmitir y porqué, hasta llegar a un final de sabor delicioso. 

martes, 17 de abril de 2012

Un rato azucarado


Título: Todos los días de mi vida

Director: Michael Sucsy
Género: drama romántico
País: EE.UU.
Año: 2012
Reparto: Rachel McAdams, Channing Tatum, Sam Neill


Antes de entrar a la sala de cine mis expectativas eran altas. Típica historia romántica, cargada de sentimientos y emoción, bañada en grandes dosis de dramatismo e interpretada por una de mis actrices favoritas (me enamoré de ella la primera vez que la vi en El diario de Noa) y en compañía de un actor que también me encandiló en su momento en Querido John.

No me cuesta nada reconocer y defiendo sin vergüenza alguna que me fascinan las películas de amor. Cuanto más intensas, apasionadas, desgarradoras y dolorosas, mejor. Porque el dolor reflejado en la pantalla nos descubre sufrimientos propios que creíamos ya enterrados. Y todos sabemos que, en el fondo, nos encanta rememorar nuestras propias penas porque de este modo parece que no nos sentimos tan solos. Es como si fuéramos conscientes de repente de que lo que uno ha sentido por amor, también lo ha padecido el de la butaca de al lado en mayor o menor medida. 

Es por eso que fui tan convencida al cine. Me esperaba un argumento de los míos, con los que disfruto totalmente, a través de los cuales me olvido durante dos horas del resto del mundo y me dejo empapar por el romanticismo y la belleza del amor. El tema está basado en hechos reales y ciertamente, se ciñe a ellos de principio a fin. 

Destaco, por supuesto, la interpretación de McAdams. Es una chica de tremenda expresividad, capaz de hacernos reír o llorar con un sencillo gesto. No puedo decir lo mismo de su compañero de reparto, Tatum, cuyo estatismo facial reduce en consideración las posibilidades de apreciar un verdadero sufrimiento por parte de su personaje, como cabría esperar. No obstante, debo reconocer que no lo hace mal del todo, pero le falta veracidad. 

La primera media hora del filme es la novedad. No conocemos a los personajes y se nos hace una presentación positiva de ellos, destacando los aspectos más bonitos de la relación que mantienen. Todo casi idílico hasta el momento en que ella sufre el accidente y pierde la memoria. A partir de ese instante, la propia trama se complica y la atención del espectador empieza a decaer progresivamente. 

Las dosis de amor proyectadas son excesivas. Vale que a uno le encanten las tartas de nata con almendras (a mí la primera), pero si las come durante quince días seguidos, termina por aborrecerlas. Aquí sucede lo mismo: tanto azúcar concentrado llegar a ser un pelín agotador, y se hace casi insoportable al final de la cinta. No obstante, la historia no se hace demasiado pesada, aunque la recomendaría más para una tarde de domingo en casa, en buena compañía y con un gran cuenco de palomitas sobre la mesa. Más que nada, para que nadie pueda arrepentirse por haber pagado para ver semejante final. 

Echo en falta un realismo necesario en este tipo de películas. Ya nos gustaría a todos que el amor durase para siempre y que se mantuviese al mismo nivel con el paso de los años, los roces, las discusiones y los desgastes inevitables de la convivencia. Cierto es que no se trata de algo imposible, puesto que solemos maravillarnos cada vez que nos encontramos por la calle alguna pareja de ancianos cogidos de la mano dedicándose miradas cómplices. Si ellos lo han conseguido, ¿por qué no los demás? Y eso es precisamente lo que transmite el cine: el amor eterno, casi una utopía, poco real. 

Por último, tengo que plantear varias preguntas que me asaltaron al salir de la sala de proyección: ¿podríamos volver a enamorarnos de la misma persona si la hubiésemos conocido en otro momento u otro lugar? ¿Y si hubiésemos perdido la memoria, como le ocurre a la protagonista? ¿Una pareja está destinada a permanecer unida en cualquier circunstancia? Creo disponer de las respuestas. Y confieso que no me agradan. 




Cada uno a lo suyo

Hoy me apetece expresar la opinión que me merece la sociedad actual. Observo una caída en picado de los valores de antaño. Nos movemos por las prisas, los celos, las envidias, la ambición, el "sálvese quien pueda", el deseo de quedar por encima de los demás, la motivación de pensar en uno mismo de un modo cada vez más egoísta. Los avances en muchas materias a lo largo del último siglo nos han convertido en lo que somos. Y, en algunos aspectos, me entristece. 

Cada vez queda más atrás ponerse en el lugar del otro ("empatía" lo llaman), manifestar comprensión, compartir lo tuyo con los demás, pensar en el de al lado antes que en uno mismo, valorar a las personas por lo que son y no por lo que aparentan. Ya no nos detenemos a analizar lo que está bien y lo que está mal. Somos nosotros mismos. 

Hace unos días, con motivo del centenario del hundimiento del Titanic se emitió un programa en el que escuché una comparativa que me llamó poderosamente la atención. Por un lado, la actuación ejemplar del capitán del transatlántico, cuya única motivación fue salvar a la mayor cantidad de pasajeros posible, y que murió en el barco. Por otro, la actitud vergonzosa de quien estuvo al frente del Costa Concordia, que aprovechó la mínima oportunidad para ponerse a salvo el primero. 
Dicen que, en situaciones límite, nadie sabe a ciencia cierta cómo podemos actuar, ya que el miedo nos paraliza. 

Destaco actitudes con las que, particularmente, me siento decepcionada. Como esperar un interés de los demás que nunca llega, o lo hace con retraso. Esto me hace plantearme en qué lugar me quedo y cuál es el rincón que me corresponde en esta sociedad. A veces, me da por pensar que podría tirarme meses en Nueva Zelanda (país que me encanta, por otro lado) y solo tres personas echarían en falta mi presencia. Quien dice tres, dice cinco, una o ninguna. Y sé que mucha gente piensa de la misma manera. Esto es así porque hoy en día cada uno va a lo suyo. Sin más. 

Donde más se aprecia el egoísmo es en las que voy a llamar "amistades sentimentales". Digamos que la oferta de amor en la época que vivimos es muy amplia. Nuestro objetivo es divertirnos, pasar buenos momentos con la persona de turno (que conocemos en una discoteca cualquiera una noche de tantas), vernos un par de días más (o una semana, a más tardar) y a por el siguiente. Porque no solemos quedarnos al lado de alguien con facilidad; los vínculos y compromisos sentimentales brillan por su ausencia. Y es aquí donde entra en juego lo que mencioné al principio: "es que no quiero estar con nadie", "me siento atado", "no quiero perder mi libertad", "no tengo tiempo para dedicarlo a una pareja". Yo, yo y YO. No pensamos en nadie más. Sencillamente, porque ahora no se estila. 

Quizá soy demasiado sentimental; tengo plena conciencia de ello. O puede que no haya conseguido adaptarme aún a esta ausencia de humanidad que respiramos a diario. Me considero una persona que pone mucho de su parte para lograr que los de mi entorno se sientan a gusto la mayor parte del tiempo (sé que, por lo menos, lo intento) y por eso, me desequilibro cuando no encuentro lo mismo. Debería haber nacido en otra época. O haber llorado más, no lo sé. 



domingo, 15 de abril de 2012

Abajo la monarquía

Para empezar, desde aquí condeno el asesinato de animales sea del tipo que sea, pero con más énfasis si se trata de la caza mayor. Me parece vergonzoso que nuestro monarca se haya ido a Botswana a matar elefantes. Es un acto tan despreciable que no encuentro las palabras adecuadas para expresar mi malestar. 

Si ya transmití en su momento (también a través de este blog) mi absoluto rechazo hacia el asesinato de toros en las plazas, en este caso no podía quedarme atrás. Y mucho menos teniendo en cuenta además el momento de crisis aguda que estamos atravesando. Hace un mes ó dos, si no recuerdo mal, el Rey se atrevió a decir en público que la situación laboral de los jóvenes de nuestro país le quitaba el sueño. Estos días, después de conocer la noticia de que se había roto la cadera al caerse mientras se encontraba de caza, en las redes sociales algunos bromearon con que esa "falta de sueño" había influido en dicho accidente.

Muchos creímos que sus palabras eran sinceras. Pobres ilusos. ¿Cómo le va a quitar el sueño que los jóvenes no encontremos trabajo, si es capaz de matar elefantes empleando el dinero que a nosotros nos falta? Insólito. Y encima, qué pena que se ha roto la cadera. Pobrecito. Otro gasto más que tiene que afrontar la Sanidad en una operación que se podría haber evitado. Sin listas de espera, en habitación propia, atendido de la mejor manera y por los mejores especialistas. Mientras, los demás hacemos cálculos para llegar a fin de mes y rezamos cada día por encontrar un trabajo fijo. De vergüenza. 

Siempre he defendido la abolición de la monarquía y ahora con más fuerza que nunca. Supone un gasto que se debería eliminar por completo, ya que considero que la Familia Real no tiene ninguna utilidad. Para salir de esta crisis, deberíamos empezar por acabar con esta institución que se promociona, se va de viaje constantemente (a "trabajar", dicen), pasa unas vacaciones con las que los ciudadanos de a pie nunca podríamos soñar y, para rematar, asesina animales con total impunidad. Abolición YA. 

Un paraíso de naturaleza y color

Maquillo estas letras de verde, como no podía ser de otro modo. Es el color que me ha acompañado en estos últimos cuatro días de sol, lluvias, niebla, viento y granizo. Es el tono que me gustaría ver a diario en el lugar donde vivo, pero he comprobado que el buen tiempo y una vegetación sana y abundante no casan. 

Debo destacar que una de las cosas que más me ha llamado la atención de Asturias (ésta ha sido la segunda vez que he estado allí) es el exceso de confianza que se respira entre los habitantes del lugar. Allí todo es de todos, nadie teme dejar sus cosas al pie de las escaleras de su hogar, no se preocupan por dejar las puertas de entrada a sus fincas totalmente abiertas permitiendo las miradas indiscretas de forasteros. 

Lo de los animales también es curioso. Asombra la tranquilidad de vacas, ovejas y cabras, ajenas al ruido de los coches sobre las carreteras comarcales que pasan justo a su lado. Dos cabras nos sorprendieron en el arcén de la calzada de camino al Naranjo de Bulnes, inmersas en alguna especie de juego y ajenas a nuestro paso por allí, incluso cuando nos detuvimos casi por completo para observarlas. También, destaco el equilibrio de algunas ovejas cuya zona de pasto se situaba en plena pendiente de la montaña. Un movimiento en falso y podrían haber caído rodando, pero continuaban comiendo bajo la lluvia como si no hubiera un mañana. 

Infinidad de pueblos se abren paso entre las montañas, mientras desafían la ley de la gravedad y asumen el riesgo de un progresivo desgaste en las rocas sobre las que se construyen sus muros, producto de las incesantes lluvias. La mayoría son pequeñas aldeas, de no más de diez casas, muchas de ellas abandonadas ó desgastadas por los temporales. Todas ellas muestran un encanto especial, con las fachadas coloreadas principalmente de azul, naranja, morado, verde ó rosa. Sus ocupantes parecen gente humilde, a pesar de vivir en casas que dejan a más de uno con la boca abierta, dada su belleza y su exquisita apariencia exterior. 

Por último, mencionar las ganas que me han quedado de hacer alguna ruta de senderismo. El tiempo no ha acompañado, aunque nos concedió una tregua un par de días. La subida a los Lagos de Covadonga despertó mis deseos más profundos de recorrer toda esa zona a pie, empaparme con sus paisajes, subir cada cuesta, respirar cada porción de naturaleza pura y aire fresco. En definitiva, sentirme integrada dentro de aquel lugar, uno de los más bonitos que he visto nunca. 

Por eso me queda pendiente volver. Ya me empiezo a preparar para ello. Ya queda menos.