miércoles, 25 de abril de 2012

Pornografía en estado puro

Título: Amante del sexo busca pareja morbosa. 100 cartas pornográficas: un retrato íntimo de la sociedad actual.
Autor: Luis G. Martín 
Editorial: Ediciones Temas de Hoy, S.A. 
Año: 2002
Número de páginas: 303

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que he encontrado el mejor sustituto de las películas pornográficas de toda índole. Es un libro que podría calificarse de experimento sociológico, y en el que su autor selecciona las cien mejores cartas sexuales (de entre más de tres mil) que recibió durante casi dos años. Su labor fue publicar anuncios falsos en revistas de contactos, haciéndose pasar por hombre o mujer, con el único fin de recibir correspondencia de alto contenido erótico y/o pornográfico. Los resultados sorprenden, excitan, llaman la atención y en los casos más radicales, provocan auténtico rechazo. 

Lo primero que causa mi sorpresa es el alto nivel cultural (en términos generales) de las personas que envían las cartas. Es fácil percatarse de que tienen estudios porque saben plasmar muy bien sobre el papel aquello que quieren decir, utilizan las palabras adecuadas y, además, en ciertos textos, saben ser muy persuasivos con el que suponen que es su destinatario. No obstante, hay unos pocos cuyas faltas de ortografía dañan la vista (uno se atreve a escribir "hexplicar" en lugar de "explicar"; sobran los comentarios). 

En su mayoría, muestran seguridad, independencia, aparente transparencia (en estas situaciones nunca se llega a saber del todo si son sinceros o no) y ni el más mínimo atisbo de pudor o vergüenza. Hablamos de cartas totalmente explícitas que no dejan lugar a dudas ni a la imaginación. 

Algunos llegan a confundir el objetivo de las publicaciones, ya que hacen referencia al amor en sus respuestas. Quizá, muchos crean que podrán conseguir sexo a través de palabras llenas de romanticismo, cuando, por medio de estas cartas, saben de antemano que no es necesario que disfracen la realidad de lo que ambos buscan (anunciante y aludido) con palabras vacías de contenido que lo único que logran es alargar la extensión de los escritos; aquí nadie puede sentirse engañado. 

Sin embargo, también es posible que la motivación de estas personas sea la de alcanzar el amor por medio del sexo, como se hace mucho en la sociedad actual. Es inteligente reconocer que el hecho de ir presumiendo de liberales, a menudo es solo una máscara que algunos se ponen para no sentirse tan solos o para lograr, por medio del engaño, el amor de alguna de sus parejas sexuales, por aquello de que "el roce hace el cariño". Porque, ciertamente, no queremos mostrar al mundo que estamos dolidos por la actitud de quien busca únicamente intimidad sexual. Por ello, optamos por seguir el juego y asumir ese rol de individuos libres e independientes que viven alejados de su parte más emocional, hasta que el tiempo nos da o no la razón. 

Llama poderosamente la atención en estos escritores aficionados (uno de ellos confiesa dedicarse profesionalmente a ello) la gran imaginación que poseen. A algunos se les ocurren ingeniosas técnicas sexuales, posturas imposibles, situaciones inverosímiles, que merecería la pena apuntar por si en un futuro pudieran ser útiles. Otros disponen de miembros viriles que ya quisieran tener Nacho Vidal o Rocco Siffredi; uno de hasta catorce centímetros, ¡de diámetro! Una lástima que ya no queden hombres tan bien dotados en la vida real. 

A estas alturas, no me puedo olvidar de hacer mención a la nula participación de las mujeres en las cartas. Todos los que escriben son hombres y lo más próximo a una influencia femenina viene de supuestos maridos que desean participar en los juegos sexuales en compañía de sus esposas, de las que sostienen que han dado su consentimiento. Aquí queda reflejada la vergüenza que aún atenaza a las féminas a la hora de mostrar sus deseos más íntimos y que, afortunadamente, cada vez es menor. 

Si bien el libro al principio es curioso y excitante (habría que ser de piedra para no responder al estímulo que suponen las descripciones detalladas), conforme se va avanzando en la lectura, pasa a ser tedioso. Así, el respeto y la novedad que se ve en las primeras cartas deja hueco a la perversión, la violencia verbal, el sadismo y las técnicas más insalubres y repugnantes en las misivas finales. Aunque siempre hay gustos, algunos de ellos no los podría encuadrar en el interior de una mentalidad normal o dentro de prácticas saludables. 

El anonimato que garantiza todo aquello que es escrito permite a la gente mostrar su personalidad sin adornos ni tapujos. Y es por ello que lo que veo en las cartas más duras me provoca rechazo y miedo. Me imagino cruzándome con alguno de estos "escritores" aficionados por la calle, sabiendo lo que ya sé de sus mentes retorcidas, y estoy segura de que me cambiaría de acera. Sin dudarlo ni un segundo. 

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