En los últimos días, he leído dos noticias sobrecogedoras sobre
perros que atacan y matan a bebés. Me llama la atención el comportamiento de
estos animales, especialmente porque no mostraron signos de violencia previos ni tampoco pertenecían a razas consideradas
peligrosas, tales como Rottweiler, Bull Terrier o American Stanford, por citar
algunas.
Hace una semana y poco, leí con el corazón encogido, que el perro
de una familia, un Golden Retriever, había desmembrado al hijo pequeño, de tan
sólo dos meses, que se encontraba durmiendo tranquilamente en su cuna. Hoy
contemplo, estupefacta, un texto que hace referencia a un caso similar: un
perro mastín de 55 kilos de peso asesinaba a un bebé de un año cuando éste se
acercó para jugar con él.
Los perros son los mejores amigos del hombre; siempre se ha dicho que si están bien cuidados, disponen de todo lo necesario para su correcto desarrollo y educación y se sienten queridos por su familia adoptiva, pueden ser excelentes amigos y compañeros de paseos y juegos. El problema surge cuando hacen acto de presencia los celos, ya que a veces, lo único que buscan es llamar la atención de su dueño cuando se sienten desplazados.
Es obvio que los celos en los animales no tienen nada que ver con los de los seres humanos, pero sí presentan una característica común: el egoísmo marcado en su conducta ante determinadas situaciones. Cuando algo les causa disgusto, lo manifiestan con una reacción agresiva, con desgana o con apatía. Es curioso que si han mostrado un arranque de violencia puntual, a continuación, volverán a ser cariñosos y afables; esto es así porque parecen darse cuenta de su mal comportamiento y buscan que sus dueños les perdonen.
Lo más importante es educar de forma adecuada al perro desde que es cachorro. Debe aprender qué lugar ocupa dentro de la familia y saber quién manda, nunca se le puede consentir demasiado y tiene que asumir normas y órdenes firmes. Hay que favorecer que se relacione con personas de distintas edades, juegue con ellas, así como también con otros perros. Es básico que exista un horario fijo de rutinas que no sufra alteraciones, ya que el perro necesita acostumbrarse a comer, salir a la calle y jugar a las mismas horas. Si se siguen estos consejos, evitaremos que muestre celos patológicos o se sienta rechazado cuando su familia reciba visitas, cuando aparezca una nueva mascota o nazca un bebé.
Por supuesto, todas esas rutinas no deberán verse modificadas cuando se dé alguna de las situaciones mencionadas en la línea anterior. De todos modos, en caso de que su actitud sea agresiva a pesar de eso, la última alternativa es acudir a un psicólogo canino que solucionará el problema o dará con las claves para suavizar su actitud.
Es un error que el dueño se sienta culpable por no dedicarle al perro el tiempo que él demanda, pues se trata de un animal de gran inteligencia que enseguida va a percibir esa debilidad y aprovechará para utilizarla en su favor. Por ello, pase lo que pase, la autoridad es fundamental para que el can sepa dónde está y a quién debe obedecer. No obstante, conviene prestarle mucha atención sólo cuando una persona nueva (un niño, un bebé, un desconocido) esté cerca, para demostrarle que no perderá el cariño de su amo.
La conclusión es que educar a un perro no es tan sencillo como parece. Hay que ser constante y tener claro que nos vamos a poder hacer cargo del animal y que no vamos a tener dificultades con el tiempo que podamos dedicarle. Es preciso que su personalidad y la nuestra encajen como en un puzzle para garantizar una óptima convivencia.
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