viernes, 30 de mayo de 2014

No soy yo (2)

Eva se ha sorprendido al verme aparecer de nuevo por su casa apenas dos horas después de haberme llevado a la niña. He tenido que mentirle: me ha surgido un imprevisto laboral ineludible y estaré fuera un par de días (soy el director creativo de una agencia de publicidad). Isabel ha estado de morros durante todo el trayecto en coche hasta allí; no ha entendido que quisiera "deshacerme" de ella tan pronto, con lo bien que lo estábamos pasando, tal y como ella misma me ha confesado, con tales palabras. Me siento el peor padre del mundo, pero aunque he intentado razonar con mi psiquiatra, el doctor Ortega, enseguida he recordado que es un hombre cabal, que jamás me habría pedido que acudiera con urgencia a su consulta si no hubiese un motivo de peso.

Así que, ahora mismo, me encuentro otra vez en el coche, conduciendo en dirección al despacho de Joaquín Ortega, situado en pleno centro de Madrid, en una zona donde aparcar se convierte siempre en una auténtica odisea. El tráfico es abrumador. Estoy detenido detrás de una gran hilera de vehículos, cuyos conductores tocan el claxon sin parar, como si ese gesto pudiese sacarles del atolladero. Me cubro el rostro con ambas manos, mientras suspiro lentamente; otra vez siento ese extraño cosquilleo que recorre todo mi cuerpo, esa incómoda presión en el pecho, por lo que me resisto a mirar a cualquier persona que haya a mi alrededor. Cierro los ojos y me cubro los oídos, para amortiguar el ruido lo máximo posible. Percibo cómo mi ritmo cardíaco se acelera, empiezo a sudar, primero de manera sutil, y poco a poco, de una forma más evidente y visible. 

Son los síntomas de un ataque de ansiedad o de pánico o, al menos, eso me dijo Ortega. Sin embargo, me cuesta creerlo, ya que nunca antes me había ocurrido. Soy un hombre que no sabe lo que es agobiarse, a pesar de que ocupo un puesto de cierta categoría y responsabilidad que, en ocasiones, me lleva al límite de mi capacidad intelectual. Además, existe otra razón por la que creo que mi psiquiatra se equivoca: tan sólo hace tres semanas que convivo con esta angustia, justo cuando me recuperé totalmente de un virus desconocido que contraje en la India, donde fui por trabajo, y que me obligó a permanecer en la cama durante varios días con fiebre muy alta.  Él se niega a establecer una relación entre mi convalecencia y lo que me sucede desde entonces. No obstante, para mí está claro que la hay. 

La calle comienza a despejarse de coches, despacio. Por fin consigo avanzar y estaciono el coche en un aparcamiento subterráneo. He notado cierta mejoría, pero aún sigo sudando cuando subo las escaleras hasta la consulta. Ortega me recibe con un apretón de manos, en su línea; es un hombre incapaz de traspasar esa barrera física, a pesar de que me conoce muchísimo mejor que mi propia madre. Me invita a sentarme y no se anda con rodeos. 


"Verás, Samuel, lo que te voy contar te va a sonar a chino. Ojalá estuviera errado, pero tengo que darte la razón: no tienes ansiedad. Sólo tengo constancia de un caso como el tuyo, pero la descripción que da el enfermo en cuestión, un hombre de mediana edad de Cambridge, es idéntica a la tuya. He tenido que contrastar la información con mucha gente de la profesión, porque lo cierto es que no podía creérmelo, pero el resultado no da lugar a dudas. Vamos a tener que ingresarte en un centro psiquiátrico, por tu propia seguridad y por la de los demás, por supuesto". 

Le observo con tal gesto de incredulidad, que él mismo asiente con la cabeza mientras me mira fijamente a los ojos: "el paciente británico tuvo tus mismos síntomas, y mientras los padecía, se abalanzó sobre sus hijos, los mató a golpes con un cenicero y después, los cocinó y se los comió". A continuación, se levanta de su silla, abre un cajón y coloca mi informe médico sobre mis manos. Leo toda la hoja en silencio, un papel que nunca hasta entonces me había mostrado: 

PACIENTE: SAMUEL GARCÍA OSBORNE
FECHA DE NACIMIENTO: 23/10/1980

DATOS PREVIOS A CONSIDERAR: ADICCIÓN A LOS SOMNÍFEROS Y A LA COCAÍNA DURANTE TRES AÑOS, LEVE LUDOPATÍA. TRATAMIENTO PSIQUIÁTRICO. MEDICACIÓN DESDE HACE OCHO AÑOS. 

SÍNTOMAS ACTUALES: SUDORES FRÍOS, PRESIÓN EN EL PECHO, TAQUICARDIA, SENSACIÓN DE ANGUSTIA, NÁUSEAS, HAMBRE VORAZ Y REPENTINA, TEMOR IRRACIONAL Y ODIO INJUSTIFICADO HACIA CUALQUIER SER HUMANO. GRAN APETITO SEXUAL. LIGERO IMPULSO HOMICIDA. 


DIAGNÓSTICO PREVIO Y PROVISIONAL: CANIBALISMO (?)


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