miércoles, 5 de diciembre de 2012

Una emoción muy peculiar

Entre risas sonoras, bromas distantes de la realidad, contactos físicos leves y tímidos y sonrisas bien intencionadas, mi mirada se detuvo en sus ojos y un segundo más tarde, en su boca. Ambos queríamos besarnos, pero no nos atrevíamos a dar el paso. Es la timidez de los aventureros extrovertidos que, de repente, se topan con alguien que supera sus expectativas. Y que les estimula y les paraliza por igual. 


Sentía miedo de que ese contacto íntimo me defraudara, después de haber comprobado lo enriquecedora que podía ser su personalidad. No obstante, nos lanzamos al pantano de las emociones desconocidas, para descubrir lo desconcertante y apasionante que podía ser aquello. Un beso lento, sabrosamente elaborado, que se alimenta de la suavidad del deseo envuelto en una ilusión sobrecogedora. Si sus labios tenían el delicioso poder de volverme loca, me faltaba por descubrir la intensidad de sus abrazos, aunque aún no lo sabía. Vivía en la profunda tranquilidad de quien todavía ignora algunos detalles maravillosos. 

Precisamente, la química había nacido de la riqueza de los detalles, de los pequeños y breves gestos. Me cogía las manos, me acariciaba la cara, sujetaba mi cabeza con firmeza cada vez que unía sus labios con los míos. La fuerza de todo eso era tan envolvente, que lo único que podía (y quería) hacer era permitir que las aguas embravecidas de la existencia me empujaran al abismo de la locura. Así, entré en la perspectiva de protección que sus brazos me ofrecieron, para desvelar la incógnita de su capacidad para hechizar incluso a la chica que mostrara mayor entereza. 

Una unión física y emocional terrorífica que podría haberme destruido, de haberse prolongado más tiempo. Una sensación tan auténtica, que cualquier palabra que pudiera plasmar sobre el papel se quedaría vacía, ante tal derroche de intensidad. Me habría quedado con él, tal y como él mismo sugirió posteriormente. Sin embargo, mis miedos ante ese tremendo descubrimiento sentimental me impedían mirar hacia delante. 

¿Es posible sentir tanto en tan poco? ¿Mi cerebro me engaña y se confabula junto con mi cuerpo para ir contra mí y dibujarme insegura? ¿He perdido el juicio en favor de este desconcierto abrumador que me asalta a todas horas? De repente, suena el despertador, con su pitido repetitivo e irritante. He tenido un sueño, aunque parecía muy real, incluso demasiado si hubiese ocurrido de verdad. 

He soñado que conocía a un chico una tarde y que su presencia me embriagaba tanto, que perdía el control de la situación. Además, besaba y abrazaba como sólo lo hacen las personas especiales, los seres humanos excepcionales (aunque el motivo para que sean definidos de tal manera es desconocido). En mi fantasía onírica, estaba aterrada, pero también esperanzada, al pensar que encontrar una emoción tan fuerte y peculiar es posible. No obstante, he vuelto a pisar con los pies en el suelo. Afortunadamente. 


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