martes, 1 de diciembre de 2009

No se puede engañar al corazón

Tres metros sobre el cielo.


Federico Moccia.


Edición DeBolsillo, Milán, 2008, 415 páginas.




Step y Babi, la relación de pareja soñada, el equilibrio perfecto entre dulzura y agresividad, el amor intenso que todos deseamos vivir.
El mayor pecado que comete en esta primera novela Federico Moccia, una autor ya exitoso y reconocido, es recurrir a situaciones típicas, con personajes habituales y amores previsibles. No hay nada que escape de la mente del lector, no cabe lugar para la imaginación. Es la historia del tipo duro irresistible (que está cachas, por supuesto) y la niña frágil e inexperta, que aún no sabe lo suficiente acerca del mundo.

Como cabe esperar, ocurre lo que el lector imagina, tal y como lo intuye, sin sospechar la más remota sorpresa o giro en la trama. Lo único realmente sorprendente es el final, que tal y como ocurren los acontecimientos, es impensable. Mientras tanto, todo se retrasa para mantener la intriga y alargar la acción hasta el límite, pero ya desde el primer capítulo, se sabe con certeza lo que sucederá.

Me cuesta creer que el texto original, escrito a mano, fuera pasando poco a poco de un lector a otro, todos ellos cada vez más emocionados con la historia, ya que, por muy conmovedora que pueda llegar a ser, no deja de tratarse de una novela muy típica, destinada únicamente al entretenimiento ocasional en una larga tarde de lluvia, por ejemplo. No se lee rápido debido a su extensión, pero sí se digiere con facilidad, invirtiendo no más de dos semanas en ello.

En las primeras páginas, la confusión es absoluta. Decenas de personajes deambulan por sus hojas, de pasada, una y otra vez, sin que ninguno de ellos sea mencionado o tratado de manera especial. Es necesario un buen rato de lectura para poder distinguir a los amados protagonistas y a los secundarios de interés. No obstante, muchos de los nombres citados sobran y no transmiten nada al lector ni llenan la trama. Es un error utilizar tantos personajes de bulto.

A pesar de todos estos defectos, la novela muestra con claridad la ilusión del primer amor verdadero; dos adolescentes que se aman con la emoción de lo desconocido, con la fuerza nueva que les sale del corazón, y que saben que no volverá a surgir del mismo modo en el futuro.

Y es que, por muchas esperanzas que se pongan en ese único enamoramiento de juventud, todo tiende a cambiar, porque el cambio es lo que nos permite crecer y aprender de lo vivido. Una novela que merece la pena leer, pero que no será vital para nadie. Muy recomendable para los eternos románticos, que aún flotamos escuchando bellas palabras y sintiendo dulces miradas.

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