
Cada instante experimentado y descartado nos hace esclavos de nuestras propias exigencias. Son tantas las palabras y gestos que rechazamos y retiramos de nuestro campo de actuación, que poco nos queda donde elegir, y cada vez más oculto de nosotros.
Dar en la diana es tan complicado como tener clara la personalidad perfecta que buscamos, que nos complementará y nos hará felices. Unas veces lo vemos con absoluta claridad y huimos ahuyentados por el miedo al error, por pensar que nos podría esperar impaciente alguien mejor, por imaginar un futuro que nunca llegará a realizarse. Otras veces sabemos a la perfección lo que queremos, pero las circunstancias vitales nos alejan del objetivo, nos ponen obstáculos a veces insalvables con los que nos da pánico tropezar.

Nacimos en un mundo libre para poder expresar lo que sentimos y aceptar con entereza las consecuencias. Porque el que no se expone, aún no sabe nada de sí mismo. Y el amor es una constante exposición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario