Son muchas las ilusiones y esperanzas que solemos poner cada vez que comienza un nuevo año. El tiempo pasa deprisa, veloz, no nos da ni un único respiro para poder saborear instantes, sensaciones, pálpitos. Antes no era así. Recuerdo que hasta los dieciocho o veinte años, los segundos parecían minutos, los minutos, horas, las horas, eternidad. Y no porque la vida fuese aburrida o rutinaria, si no porque todo se masticaba lentamente, nos recreábamos en los detalles, en las emociones.
Hoy en día no hay tiempo para nada. A pesar de estar trabajando 9 horas diarias, cuando queremos ser conscientes de ello, ya ha terminado una nueva semana. Y es viernes por la noche. Todas las ganas de salir por ahí a comernos el mundo, de fiesta, con amig@s, de compartir experiencias inolvidables, se desvanecen igual que se fueron acumulando desde el lunes. Y esto sucede porque nos acomodamos.
No hay nada peor en este mundo que conformarse con el transcurrir habitual de los días, con los hechos que nos han tocado vivir a cada uno de nosotros, los seres humanos. Si nos sentamos cada noche frente al sofá y nos limitamos a ver la tele o a navegar por internet, nada cambiará, todo seguirá igual, el mundo continuará girando a nuestro alrededor sin que nos dejemos influir por él. Y eso es triste.
Año nuevo, vida nueva. Todos lo decimos. Pocos comprendemos el verdadero significado y sentido de esa frase. Algunos deciden realmente hacer algo, una auténtica minoría. Son los únicos que se atreven a evolucionar en su vida, a crecer personal y profesionalmente, dejando a un lado los miedos que todos arrastramos desde la infancia. El resto nos tumbamos a observar.
Lo peor no es ser espectador de uno mismo, sino, no tener el suficiente valor de convertirse en actor. Es necesario encender la chispa que nos haga cambiar de opinión, que nos motive, que nos empuje hacia la actividad. Y sólo hay una cosa que tengo absolutamente clara: no quiero ser espectadora nunca más. La cuestión es cuándo y cómo lograrlo. Porque las palabras, solo a veces, son una antesala de los hechos. Y si deseo con fuerza que este año sea memorable y además, conseguir mis sueños y metas, sólo tengo que actuar. Qué sencillo parece.
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