martes, 2 de octubre de 2012

Fin de una etapa

Las palabras se las lleva el viento. Esta afirmación nunca podría haber tenido más sentido que en estos últimos días, en los que la decepción y la relajación corren por mis venas a toda velocidad y a partes iguales. Ya conocía, desde hacía mucho tiempo, el poder de las frases bien construidas, los halagos estudiados y directos al corazón, los términos precisos para lograr los propósitos que se tienen en mente, la insistencia continuada para ver cómo uno puede sacar ventaja cuando le conviene. Humo que se esfuma y te deja sin nada. 

Una de las mayores injusticias que sufre el ser humano es encontrarse con un carácter y una forma de ser creados únicamente para conseguir el fin efímero que se persigue. Por fortuna, esa conducta no perdura en el tiempo y, pasados los meses o los años de rigor, aflora a la superficie la verdadera esencia de cada uno, lo que fuimos desde un principio, pero intentamos enmascarar. No es más que un engaño que sólo causa dolor. 

Un hecho que mi cerebro no puede ni quiere comprender es que las personas se estanquen en una rutina que no les satisface ni les motiva, sólo por el empeño de tener a alguien al lado. Y que, además, ataquen a quienes más les han querido con pinchazos cargados de veneno que no tienen cabida en el interior de una conversación madura y civilizada. En tan sólo unas horas, la dicha y el respeto se van, si es que alguna vez existieron. 

La indiferencia es el peor de los castigos que alguien puede recibir. Sentir, de repente, que los últimos meses parecen no haberse vivido, a la vista de actitudes incomprensibles e impropias de personas que dicen haber amado. Si todo me da igual, nunca tendré apego a nada ni a nadie, nunca podré aferrarme a ilusiones que me hagan feliz y por las que desee luchar. Eso es, precisamente, lo que admiro de algunas personas: su capacidad para pelear por lo que quieren, para asumir sus equivocaciones y ofrecer soluciones viables, siempre que se anhela un futuro sólido con la persona amada. Soy culpable por no haber tenido fuerzas para ello, a la vista de lo acontecido. 

Me quedo con una frase del escritor Mario Luna, que considero espectacular: "la magia desaparece cuando dejas de crearla". Es imposible recorrer el trayecto de la vida junto a personas que no alimentan los profundos sentimientos que un día nacieron, sino que piensan que permanecerán intactos en el tiempo, pase lo que pase, sin que reciban estímulos constantes. Una planta se muere si no se riega. Lo que no se cuida, se pierde. 


Lo mejor con lo que los seres humanos nos podemos quedar cuando tomamos decisiones, es el placer del camino bien elegido, de la opción meditada y correcta, y la paz que flota por encima de la decepción y de la sensación de verse estúpido entre la inteligencia de los demás. Una nueva etapa comienza, en la que todas las cartas están sobre la mesa y tenemos el poder de seleccionar las que nos aportarán la felicidad y la comprensión que todos buscamos y necesitamos. Para mí, vivir es un entusiasmo nutrido de matices y está en mis manos que éstos sean positivos. El futuro será emocionante en la medida en que yo quiera que lo sea. Depende exclusivamente de mí y eso me llena de ilusión. 


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