jueves, 2 de agosto de 2012

Aborto libre

Desde el 5 de julio de 1985, se puede abortar legalmente en nuestro país. La ley aprobada ese día permite el aborto en tres posibles situaciones: en caso de violación (deberá presentarse la denuncia correspondiente), dentro de las doce primeras semanas de gestación; si se diera la circunstancia de que el embarazo supusiera un peligro para salud física o mental de la madre, sin límite de tiempo; y en el caso de que el feto tuviera graves problemas físicos o psíquicos, sólo en las primeras veintidós semanas. 

El 5 de julio de 2010 entró en vigor una nueva ley del aborto, que modifica, principalmente, los plazos de interrupción del embarazo. La mayoría de edad para abortar se sitúa en 16 años, y las menores deberán informar a sus padres, excepto en los casos en los que exista violencia o coacción dentro de la familia. Quienes deseen abortar tendrán un plazo de catorce semanas para hacerlo. Además, estarán permitidas las interrupciones a partir de las veintidós semanas de gestación en los casos particulares en que se detecten enfermedades incurables o incompatibles con la vida del bebé. También, se reconoce el derecho de los profesionales médicos a ejercer la objeción de conciencia, siempre que estén implicados directamente en la práctica abortiva. 

Sobra decir, a estas alturas, que la Iglesia rechaza de pleno el aborto. Sostiene que la vida humana comienza en la fecundación y está en contra de cualquier medio utilizado para detener ese proceso natural, aunque se haga con objetivos serios (como puede ser evitar el sufrimiento de la madre y del bebé, en casos de enfermedad de uno de los dos o de ambos). 


Si bien no es tan radical como la de la Iglesia, la idea que se ha atrevido a hacer pública el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, es cuanto menos atrevida. Hace un par de semanas anunció la propuesta de una nueva reforma de la ley del aborto, por la cual "la malformación del feto no será razón para abortar". Y se quedó más ancho que largo. Defiende que "la discapacidad nunca puede significar en una sociedad avanzada, en una sociedad progresista, una merma de derechos y, por tanto, los discapacitados deben tener exactamente los mismos derechos que el resto de los españoles". Sí, palabras muy bonitas, que suenan francamente bien, pero que anulan la libertad de decisión de las madres en esos casos. Si ya lo decía Rousseau, uno de los creadores de las ideas políticas de la Revolución Francesa: "la libertad de uno termina cuando empieza la libertad del otro". Qué frase más cierta. 

La reacción ciudadana no se ha hecho esperar. Personas de distinto nivel económico, cultural y social se han echado a la calle para protestar contra una idea que muchos han calificado como retrógrada, inhumana, irresponsable e incluso más propia de la Inquisición que de los tiempos que vivimos. Al igual que por la crisis que estamos sufriendo hemos vuelto atrás en ciertos derechos laborales, el señor Ruiz-Gallardón pretende hacer lo mismo con la ley del aborto: retroceder casi a la época de las cavernas. 

La psicóloga Ana Tenllado es contundente: "durante demasiado tiempo las leyes nos han impedido a las mujeres decidir libremente sobre nuestra maternidad. Ahora, no podemos consentir que un derecho tan básico se nos vuelva a negar". El periodista Jordi Morató también se muestra en contra: "la reforma legal planteada por el PP es un retorno al pasado. No reducirá la cifra de abortos. Al contrario, creo que aumentarán las prácticas peligrosas. Las mujeres deberían poder decidir sobre su maternidad". 


No puedo estar más de acuerdo con estas dos opiniones. Además, añado que los gastos que supone mantener a un hijo discapacitado son muy elevados y difíciles de asumir por cualquier familia de clase media. Por tanto, el derecho a elegir continuar con el embarazo o interrumpirlo debe ser exclusivo de los padres y nunca debería meter las narices nadie más. Porque si finalmente se aprueba esta reforma, ¿será el Estado quien mantenga a los bebés con problemas? ¿Se hará cargo de todo lo que puedan necesitar? Sinceramente, lo dudo mucho. 

Quiero dejar claro que defiendo la vida, pero también defiendo la libertad de la madre a hacer lo que estime oportuno con su cuerpo y con lo que albergue en su vientre, que para eso es suyo. Basta ya de tratar a las mujeres que quieren abortar como si fueran delincuentes, que se acabe de una vez la hipocresía. 


1 comentario:

  1. "Sobra decir, a estas alturas, que la Iglesia rechaza de pleno el aborto."

    Esto no es cierto. La iglesia a día de hoy acepta las tres causas de aborto que indicas al principio del artículo ;)

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