lunes, 12 de noviembre de 2012

Sentirse paralizado

Un ataque de pánico consiste en un momento de intensa angustia y miedo, que suele ir acompañado por una serie de síntomas físicos y cognitivos. Puede durar varios minutos (aunque quien lo sufre, suele percibirlo como un episodio muy prolongado) o varias horas (en función de si el sujeto se siente capaz o no de huir de aquello que le provoca la sensación de angustia). Su causa principal es un agente que activa ese estado, también conocido como "disparador", que aparece de forma súbita y genera confusión y ansiedad casi de inmediato. Es habitual percibir una sensación irreal, por la cual, el individuo piensa que ni él ni el entorno en el que se encuentra existen; incluso puede creer que se desprende de su propio cuerpo. 


Existen tres tipos de ataques de pánico:

- Espontáneos: no tienen causas ni síntomas. Pueden darse en cualquier momento del día, incluso mientras dormimos. Se trata del tipo de ataque más desconcertante, ya que no puede relacionarse con ningún miedo concreto y por lo tanto, es muy complicado buscar una explicación razonable. Al ser aleatorios, en ocasiones, se confunden con ataques cardíacos. 

- Específicos: se dan bajo circunstancias determinadas. Quien los sufre, se libera por completo de los síntomas cuando se encuentra en situaciones cómodas o junto a personas de confianza, ya que nunca sufre los ataques si no se encuentra en el lugar que los propicia. El individuo se siente débil, ya que hace verdaderos esfuerzos por evitar los ataques y eso le agota, física y mentalmente. 

- Predispuestos por situaciones: son aquellos ataques que se producen en situaciones concretas, a las que el individuo tiene algún tipo de temor, como puede ser montar en avión. No obstante, las crisis no se dan siempre que se presenta esa situación, aunque sí aumentan sus probabilidades con respecto a condiciones normales. 

Cuando se sufre un ataque de pánico, es como si el cuerpo del individuo se quedase congelado o paralizado. El cerebro alberga ideas paranoicas, pensamientos de peligro o de riesgo y, a veces,  surge el miedo a la muerte o la creencia de estar loco. Mientras tanto, además, se producen taquicardias, se siente calor, palpitaciones, sensación de asfixia, sudores, hormigueo en todo el cuerpo, náuseas, entumecimiento, mareos, dolores en el pecho, escalofríos, complicaciones para hablar y comunicarse, baja temperatura en brazos y piernas, contracciones musculares o sequedad en la boca, entre otros síntomas. 


Todos estos desagradables síntomas aparecen fruto de la llamada respuesta de lucha o huida, que es un mecanismo que activa químicos en nuestro cuerpo (como puede ser la adrenalina) para protegernos frente a situaciones peligrosas. Así, se acelera el ritmo cardíaco y aumenta la presión arterial, lo que nos permite reaccionar y defendernos ante el sujeto o el acontecimiento que nos provoca temor. Son las sensaciones que nos infunden valor para hacer frente a las situaciones que más nos asustan. Cuando el peligro disminuye o desaparece, estos síntomas también se van y se recupera el estado normal. Sin embargo, quienes sufren los ataques de pánico, experimentan estas sensaciones durante mucho más tiempo, por lo que la incomodidad y el estado de alerta permanecen un rato más. 

Hay que precisar que una situación no debe ser necesariamente peligrosa para que se produzca un ataque de pánico, pero los síntomas de éste son los mismos que si ocurriera algo malo. A veces, sólo se trata de un temor sin ningún sentido. Cuando los ataques de pánico se dan de forma repetida y continua y además van acompañados de temor constante a que vuelvan a producirse, tiene lugar el denominado trastorno de pánico, en el que las crisis son inesperadas, repentinas y no tienen causas. 

El sujeto suele utilizar tres tipos de "estrategias" para evitar que se le presenten los ataques de pánico, por lo que, en ocasiones, lo único que consigue es agravar el problema. En primer lugar, suele tener conductas evasivas (como evitar pasear por una determinada calle que representa un peligro para él), lo que limita su vida y sus relaciones con los demás. En segundo lugar, pide ayuda a las personas de su entorno, para que le acompañen a cualquier sitio en todo momento o le ofrezcan su apoyo. Y por último, intenta controlar su cuerpo y algunas de sus reacciones fisiológicas y psicológicas, como consecuencia de lo cual, a menudo, sólo consigue alterar todavía más esas respuestas. 

Con el objetivo de salir de este círculo vicioso, el individuo debe acudir a un especialista, para que éste le ayude a reducir la frecuencia de los ataques o a que éstos desaparezcan por completo. 


1 comentario:

  1. Los ataques de pánico, es decir, la ansiedad en general es algo que todo el mundo experimenta alguna vez en su vida. Pero cuando esa ansiedad se descontrola, da lugar a un trastorno que es muy importante. A menudo la gente cree que la ansiedad no es algo tan complicado y que da lugar a síntomas y situaciones tan exageradas, pero en realidad sí que lo es.
    Normalmente las personas que lo sufren tardan mucho tiempo en pedir ayuda, ya que no comprenden lo que les pasa o a veces creen que pueden controlarlo ellos mismos.
    Si sentís algo parecido a lo que el artículo relata, acudir a vuestro médico y que os derive a un especialista, porque tener estrategias para poder controlar la ansiedad es muy importante y vuestra vida mejorará, al igual que la de aquellos que os rodean.
    ;)

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