Es una enfermedad contagiosa, producida por la infección con el virus de la hepatitis C (VHC), y que afecta al hígado. Produce una inflamación de este órgano, lo que impide que funcione adecuadamente. Su contagio tiene lugar por medio de la sangre y, solo en un 2% de los casos, por contacto sexual (especialmente, si hay sangrado). También, puede transmitirse al compartir una jeringuilla infectada, por prácticas médicas con una mala esterilización, al realizarse un tatuaje o un piercing, por una diálisis renal realizada durante mucho tiempo o por haber nacido de una madre con la enfermedad (solo se da en 1 de cada 20 bebés de madres con VHC).
Antes de julio de 1992, los médicos no podían detectar el virus en la sangre. Por ello, muchas personas, antes de ese año, pudieron recibir sangre infectada por medio de transfusiones o por el trasplante de algún órgano. Es conveniente que quienes se consideren en riesgo se realicen las pruebas pertinentes para descartar la enfermedad.
SÍNTOMAS Y PRUEBAS

La manera más habitual de diagnosticar la enfermedad es por medio de análisis de sangre, ya sea en controles rutinarios, al donar sangre o antes de una operación quirúrgica. Si existen dudas, se realizarán pruebas adicionales para confirmar la presencia o no de anticuerpos del virus. No obstante, la existencia de estos anticuerpos no siempre determina que se padezca la enfermedad, sino que, a veces, solo puede indicar que el cuerpo ha estado en contacto con el virus, pero no ha llegado a desarrollar hepatitis C.
En ocasiones, esta enfermedad puede ser causa de cirrosis o cáncer de hígado, por lo que se llevarían a cabo otras pruebas, como una biopsia hepática diagnóstica (se coge una muestra muy pequeña del hígado para estudiarla), ecografía hepática, TAC (Tomografía Axial Computarizada, un escáner que toma imágenes con rayos X) y otros análisis de laboratorio.
DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD
En primer lugar, se da una fase inicial aguda, en la que un 20% de las infecciones se curan por sí solas, y que dura entre tres y seis meses, aunque puede prolongarse hasta un año en los casos más graves. A partir de los seis meses, puede producirse una curación espontánea. La ictericia se da rara vez y el cansancio propio de esta etapa pasa desapercibido.
Si transcurrida la fase inicial no desaparecen los síntomas, comienza la llamada fase crónica, que puede durar entre veinte y treinta años, sin apenas indicios de la existencia del virus, salvo algunas alteraciones en los marcadores hepáticos. Posteriormente, puede tener lugar una fibrosis del hígado (formación de tejido conectivo fibroso) que se desarrolla a mayor velocidad y que, con el transcurso de los años, podría desencadenar en cirrosis y más tarde, en cáncer de hígado. Afortunadamente, solo un 5% de los enfermos de hepatitis C desarrolla cáncer
Muchos afectados son pacientes crónicos durante más de treinta años sin sufrir apenas complicaciones. Un gran número de ellos no presenta síntomas clínicos y tienen mejor pronóstico que los demás, al igual que aquellos que se hayan contagiado a edad más temprana.
TRATAMIENTO
La medicación más eficaz es una combinación de interferón (que interfiere en la replicación del virus), que se administra por vía subcutánea una vez a la semana, y ribavirina (un antiviral que trata la infección), que se toma por vía oral, aunque también se puede inhalar.

En el 50% de los tratamientos del genotipo 1, se consigue eliminar el virus en la sangre; es el más complicado de curar y requiere medicación durante un año. En cambio, los genotipos 2 y 3 se curan en un 80% de los casos, con un tratamiento de seis meses de duración. Es difícil saber si el virus se elimina para toda la vida, por lo que algunos médicos prefieren hablar de "respuesta virológica sostenida" en lugar de referirse a la curación.
Además del interferón y la ribavirina, existen otros dos nuevos medicamentos que, combinados con éstos, garantizan una mayor eficacia. Son Telaprevir y Boceprevir, y se utilizan, sobre todo, cuando otros tratamientos previos no han funcionado correctamente. Es necesario agotar toda la medicación posible, antes de plantearse la posibilidad de un trasplante de hígado en las situaciones más graves.
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