Casi siempre que se habla o se escribe sobre trastornos alimentarios, se tiende a buscar culpables. La publicidad o los medios de comunicación suelen liderar el ranking de causantes indirectos de este tipo de enfermedades, pero puede que la cuestión no esté en plantearse qué ven quienes padecen anorexia o bulimia, sino qué sienten.
Porque quizá, se trate más de un problema emocional que de un asunto de estética o belleza. Solemos centrarnos en la amplia porción de afectados que buscan sentirse integrados en su grupo social y creen que con su aspecto físico lo lograrán. Pero existe, además, un pequeño sector de enfermos de anorexia y bulimia que quedan atrapados en estas enfermedades por una razón un poco más lógica, si se me permite semejante expresión. La clave está en el diseño de la ropa.
Me explico. No hay nada más frustrante que entrar en una tienda, probarse un pantalón vaquero y comprobar la tremenda desproporción, creada dentro de la misma prenda, entre el tamaño de la tela que corresponde a las piernas y la que se ajusta al culo. Da la sensación de que tenemos una talla 38 y una 42 en el mismo vaquero. Y claro, aquello no sube, y trae como consecuencia la rabia, la tristeza y, sobre todo, la frustracion de ver cómo tu talla de siempre no te sirve.
Y no es que las adolescentes quieran meterse en prendas diminutas, no (aunque siempre hay excepciones). Lo que ocurre aquí es que una talla 40 hoy, puede ser una 36 mañana. Y da lo mismo que el Gobierno anunciase hace, quizá, un par de años, que se iban a igualar las medidas para que todas las tallas fueran idénticas en cualquier parte, porque las cosas siguen como antes. Nada ha cambiado.
Las niñas sanas y un poco rellenitas se creen gordas porque su talla no les vale. ¿Y entonces qué pasa? Que muchas se deprimen, se obsesionan y corren el riesgo de padecer trastornos alimentarios. Y para mí está claro: si hay que nombrar culpables, ésos son los fabricantes. Aunque, por supuesto, la última palabra la tenemos las consumidoras: nosotras decidimos si nos dejamos engañar por ciertos diseñadores cuyo prototito de mujer es un esqueleto viviente, o si, por el contrario, asumimos cómo somos y dejamos de comprar en sus tiendas.
¡Díos mío, qué guapa estabas esta tarde cuándo hablamos por teléfono!
Sacha Guitry (1885-1957), director, actor y guionista ruso
Muy bien dicho, Ali!!
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