Qué triste ver cómo el ritmo de trabajo en nuestro país cae en picado. Nunca hemos tenido sueldos decentes, ni hemos estado plenamente satisfechos con nuestra vida laboral, pero es que ahora la situación se desborda. Antes de que esta crisis comenzara, buscábamos el puesto de menos horas y mejor sueldo; hoy nos conformamos con cualquier cosa. Y el empresario se aprovecha de esto más que nunca.
Contratos miserables de uno o dos meses, jornadas interminables de 12 horas con sueldos ridículos, condiciones laborales precarias, seguridad mínima... la lista puede ser muy larga, y sin embargo, la aceptamos agachando la cabeza. Siempre he creido que uno de los mayores defectos del ser humano es su incapacidad para sacar provecho de sus semejantes en sus mismas condiciones. Un individuo por sí solo no puede hacer nada; la masa puede llegar a ser poderosa.
Y ese es nuestro error: no nos unimos, no protestamos, no luchamos. Nos callamos y aceptamos las injusticias como algo "normal". Realmente, nos vemos atados de pies y manos, mientras el empresario saca beneficio de nosotros y se ríe en nuestra cara. Familias enteras en paro tienen q sobrevivir con los 420 tristes euros con los que el Gobierno "ayudaba" a cada persona que se quedó sin trabajo el pasado agosto.
Y yo ya me pregunté en su momento: ¿Zapatero podría vivir cada mes con esa cantidad insultante? No obstante, lo más doloroso de todo esto es que el empresario no tiene ningún reparo en mentir a sus trabajadores a la hora de echarlos a la calle: "no hay trabajo suficiente". Y mientras, los comercios llenos hasta arriba de compradores compulsivos, y eso que hay crisis. Reír por no llorar.
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