miércoles, 26 de septiembre de 2012

Abogada del diablo... un poco

Ayer, 25 de septiembre, tuvo lugar una manifestación alrededor del Congreso de los Diputados, bajo el lema "Rodea el Congreso", con el objetivo de protestar contra la austeridad, pedir la dimisión del Gobierno y defender la democracia. Las primeras horas se caracterizaron por una aparente calma, cierta tensión y gritos de la multitud contra los cargos políticos. Según algunas fuentes televisivas, los manifestantes comenzaron a zarandear las vallas que protegían el Congreso y a tirar piedras y huevos contra los 1.300 policías allí desplegados. 


Al parecer, las personas allí presentes (después de haberse concentrado al mediodía en la Glorieta de Atocha y en la Plaza de España) empezaron a lanzar las vallas contra la policía, y algunos incluso quisieron saltarlas, lo que generó que la autoridad cargase contra ellos, con el fin de alejarles del perímetro de seguridad. Hasta ese momento, los más de 6.000 manifestantes habían llevado a cabo su protesta de "desobediencia civil no violenta" de manera pacífica, y algunos declararon que fueron sólo unos pocos violentos los que desencadenaron la batalla campal. 

Los primeros heridos y las primeras detenciones se produjeron en torno a las siete de la tarde, en la Plaza de Neptuno, donde se encontraban en ese momento unas 3.000 personas. Los incidentes fueron desplazando a la multitud hasta el Paseo del Prado, cerca de la fuente de Cibeles. En contra de la austeridad y con frases como "lo llaman democracia y no lo es" y "detrás de los leones, hay muchos ladrones", los ciudadanos estaban cada vez con los ánimos más caldeados. Algunos, desde las redes sociales, comparaban la situación con la de Grecia. Descontrol, sangre y gritos configuraban el terrible panorama. 

El balance final fue de 35 detenidos y 64 heridos, de los cuales 27 fueron miembros de la policía. Uno de los heridos está en estado grave, con una posible lesión medular. Ya tenía diagnosticada una patología cervical anterior, un hecho en el que hacen especial hincapié todos los medios informativos que he consultado, como si se quisiese justificar de algún modo la brutalidad de la que el hombre ha sido objeto. Vergonzoso y triste. Mucho. 

Estamos llegando a unos extremos que nadie hubiera imaginado hace cinco años. Soy consciente de que muchísima gente no comparte mi opinión (porque si no fuese así, no se harían manifestaciones), pero considero que estas reuniones públicas cargadas de pancartas y buenas intenciones no sirven absolutamente para nada. Muchos me dirán que si todos pensasen como yo, las mujeres, por ejemplo, no habríamos conseguido nuestro derecho al voto, o cosas por el estilo. Estoy de acuerdo. No obstante, en situaciones como la que estamos viviendo, con una crisis económica galopante, recortes por doquier e injusticias por todas las esquinas, creo más sensato que la masa se una en otro sentido. 


Nuestro presidente, cuyo mandato está siendo lamentable hasta ahora (si se pone las pilas, lo mismo hasta nos sorprende, aunque mucho tendría que correr), vive ajeno a todos los esfuerzos de la ciudadanía por mostrar su descontento. Y precisamente por eso, las manifestaciones son inútiles. ¿Acaso Grecia ha mejorado su situación porque se haya echado a la calle la mayor parte de sus habitantes? ¿Sirve de algo poner en riesgo la vida, ante policías quemados por los recortes en sus propios sueldos, y por tanto, sedientos de cuerpos sobre los que descargar sus frustraciones? 

Me da la impresión de que estos actos colectivos sólo llaman la atención de los medios de comunicación internacionales, igual que a nosotros nos sorprendían los altercados generados por los griegos. Desde mi punto de vista, lo único que quizá podría provocar algún tipo de daño al sistema en el que vivimos, sería una huelga general. Sí, ya se ha hecho, cierto, pero me refiero a una de verdad, en la que NADIE acuda a su puesto de trabajo. Sin embargo, estamos todos muertos de miedo, no nos atrevemos a abandonar un trabajo con el que alimentamos a nuestra familia, un dinero seguro que tememos perder. Y ahí es cuando los políticos se parten de risa: estamos atados de pies y manos, somos unos cobardes; y la gente dócil es fácil de manejar. 

Y que no se confundan ni los manifestantes ni los miembros de la autoridad: ser valiente no es dar unos cuantos porrazos ni saltar vallas. Ser valiente es dejar al Gobierno en bragas porque ni un sólo ciudadano va a trabajar en todo el país, lo que generaría un caos importante. Ahí sí que me gustaría verles la cara a los políticos. Menuda satisfacción utópica. 


2 comentarios:

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  2. Sinceramente, el 25 S en Neptuno yo flipé bastante. No sólo con las cargas indiscriminadas si no con el hecho de que cada vez hay más gente suficientemente furiosa y desesperada como para ponerse a tirar piedras a la policía.

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