jueves, 6 de septiembre de 2012

Dragón de Komodo

Es el lagarto más grande del mundo y vive, exclusivamente, en las islas de Indonesia Central: Komodo, Rinca, Gili Damasi, Gili Motang y Flores. Es el gran depredador de los ecosistemas en los que habita. Los científicos occidentales empezaron a estudiarlo en 1910. En libertad, es un animal en peligro de extinción y se encuentra en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En 1980, se fundó el Parque Nacional de Komodo, con el fin de proteger y cuidar a este animal. 

RASGOS FÍSICOS Y COMPORTAMIENTO
Mide entre dos y tres metros de longitud y su peso oscila en torno a los 70 u 80 kilos, aunque a veces, puede pesar incluso más. Tiene una cola fuerte y larga, que le es útil para apoyarse cuando descansa sobre sus patas traseras, y unos 60 dientes serrados de hasta 2,5 centímetros de largo.
Si no son devorados por otros depredadores cuando aún son crías, pueden vivir unos 50 años


Los ejemplares más jóvenes suelen ser de color verde con manchas amarillas, pero en la edad adulta, su piel adquiere un tono más pardo. Tienen el cuerpo cubierto de escamas que responden al tacto, debido a las terminaciones nerviosas con las que cuentan. Los machos son bastante más grandes que las hembras. 


Utilizan su lengua para detectar olores y sabores a varios kilómetros de distancia. Pueden ver algo que esté situado a más de 300 metros, pero su sentido del oído no está muy desarrollado. El órgano de Jacobson, un órgano complementario del sentido del olfato, les ayuda en su tarea de encontrar alimento, capturar presas y orientarse en la oscuridad. Son muy buenos nadadores y logran velocidades de hasta 20 kilómetros por hora en tierra. Son muy activos durante el día y les gusta el sol. 

Fundamentalmente, se alimentan de carroña y, en ocasiones, desentierran restos para comérselos. Suelen organizar emboscadas para capturar  roedores, serpientes, algunos mamíferos y aves. Además, son caníbales, ya que cuando una hembra tiene a sus crías, éstas tienen que huir y subirse a los árboles para evitar que su madre las devore. Los seres humanos también podemos ser presas de estos gigantes, que comen a grandes bocados e incluso, pueden tragarse animales enteros. Un ejemplar adulto puede comer hasta el 80% de su peso corporal de una sola vez. No obstante, les es posible permanecer varios días sin alimentarse, al disponer de un metabolismo lento. 

Las hembras y los machos alcanzan la madurez sexual a los nueve y los diez años, respectivamente. La temporada de apareamiento se da en julio y agosto. Aunque son animales solitarios, los machos suelen acompañar a las hembras en época de celo para evitar que otros miembros de la especie se acerquen a ellas. Es habitual que los machos inmovilicen a las hembras para la cópula, ya que éstas no suelen estar receptivas. Suelen poner una media de veinte huevos, que son incubados durante siete u ocho meses, hasta que las crías nacen en abril. 
El dragón de Komodo, además, puede reproducirse por partenogénesis, es decir, a través del desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas, por lo que las propias hembras pueden poner huevos en caso de que no haya machos cerca. 

UN ANIMAL MUY PELIGROSO
Con su venenosa mordedura debilitan y paralizan a sus presas. Por medio de sus afilados dientes y los músculos de su cuello, atacan a otros animales y esperan, pacientemente, a que éstos mueran desangrados. Según Stephen Wroe, investigador de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, "el dragón es verdaderamente venenoso. Tiene glándulas salivales modificadas que producen anticoagulantes y vasodilatadores, lo cual, en combinación con la dentadura y los músculos craneales del dragón, le permite matar a animales grandes a través de una pérdida rápida de sangre". 


Su saliva suele estar manchada de sangre porque su dentadura está cubierta, casi por completo, por tejido gingival, que se daña de manera natural durante la masticación. Esto favorece la aparición de bacterias virulentas en su boca. Por ello, en caso de que un ser humano recibiera la mordedura de este lagarto, podría sufrir graves infecciones e incluso la muerte

El 4 de junio de 2007 se registró el primer ataque a un ser humano en 33 años. Uno de estos dragones mordió a un niño de ocho años en la isla de Komodo y el pequeño murió desangrado. Los nativos le echaron la culpa del suceso a los ecologistas, que tiempo antes habían prohibido el sacrificio de cabras para dárselas a estos lagartos. Según los habitantes de la zona, esto había provocado que estos animales buscaran comida cerca de aldeas o pueblos. 

El 24 de marzo de 2009 un pescador murió por las numerosas heridas que sufrió en el cuerpo, las piernas, las manos y el cuello cuando se encontraba en el Parque Nacional de Komodo y fue sorprendido por dos de estos dragones. 


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