Así las cosas, pasó el tiempo.
Centré mi vida en otras cuestiones que no tuvieran nada que ver con el amor y
empecé a disfrutar del momento, sin esperar que llegase alguien que pudiera
enamorarme. Un día, mientras estaba delante de mi ordenador, decidí entrar en
una de esas páginas que tan de moda están ahora en las redes sociales, cuyo fin
es conocer gente nueva o posibles parejas. Estaba registrada ahí por pura
diversión, ya que mis expectativas eran nulas. Y entonces, recibí una petición
de amistad suya.
Toni me había visto por allí
y quería hablar conmigo y conocerme. Por sus fotos, me pareció un chico un poco
serio, aunque tenía una mirada interesante que despertó mi interés. Empecé a hablar con él, nos intercambiamos las direcciones de Messenger y pasaron un par de meses
hasta que él planteó que podíamos vernos en persona. Lo cierto es que, en ese
momento, en vísperas de Navidad, yo no tenía ningunas ganas de conocer a nadie.
Me gustaba charlar con él, ver nuestras opiniones, pero
realmente, no quería volver a conocer a alguien a través de Internet. Pensaba
que ya había conocido a unos pocos chicos en las mismas circunstancias (no han quedado
reflejados aquí porque no fueron relevantes) y no habían despertado nada
especial en mí. Por eso, creía que esta vez pasaría exactamente lo mismo.
Sin embargo, una noche, de manera
totalmente fortuita, Toni y yo hablamos por teléfono cuando yo le comenté que
estaba con mis amigos tomando algo. Él también se encontraba allí
en ese momento porque estaba celebrando el cumpleaños de un amigo suyo. Me dijo
que le avisara cuando supiera dónde iba a estar después y que él se pasaría un
rato a conocerme personalmente. Sinceramente, no pensé que él viniera
realmente, pero lo hizo. Salí fuera del pub y esperé a que
apareciera. Nos dimos dos besos y le invité a entrar conmigo y con mis amigos.
Estuvimos hablando, conociéndonos un poco más y desafiando el alto volumen de
la música en aquel lugar.
Tiempo más tarde, me enteré de
que mis amigos estuvieron haciendo apuestas para ver cuánto tardábamos en
besarnos, pero lo cierto es que esa noche no pasó nada. Nos fuimos, me acercó a casa con su coche y la cosa se quedó ahí.
Fueron pasando los
meses y yo seguía empeñada en no tener nada con nadie. No estaba pasando por mi mejor momento de aceptación personal (algo impropio
de mí ya que, por suerte, siempre he tenido una buena autoestima). A eso se
añadía que llevaba un tiempo sin ver a mis amigos más cercanos con toda la
regularidad que hubiera querido y por ello, me sentía un poco sola. No quería
poner remedio a ese estado emocional temporal por medio de una pareja
sentimental, porque siempre he considerado que es lo peor que se puede hacer.
Primero, uno debe estar bien consigo mismo y con su entorno para poder estar
receptivo y querer a alguien. Y para mí, esa época no era nada propicia.
Mientras tanto, Toni y yo
seguimos manteniendo contacto a través de la Red. Hablábamos casi todas las
noches, antes y después de cenar, teníamos largas conversaciones virtuales en
las que cada vez sabíamos más el uno del otro. No me quería precipitar, pero él mantenía la esperanza de que nos volviéramos a
ver. No obstante, su paciencia llegó a un límite y varios días dejó de ser él quien
me escribía primero, lo que me hizo despertar de mi letargo. Me había
acostumbrado a que él fuera detrás de mí siempre y cuando me di cuenta de que
había dejado de hacerlo, algo se activó dentro de mí. Me indigné en cierto modo
y empecé a sentir curiosidad porque no sabía a qué se debía ese cambio.
Así, se giraron las tornas y
empecé a ser yo la que buscaba su atención, hasta que un día le propuse volver
a vernos. Fuimos al cine y durante la película, me lancé y le besé (su
estrategia no había pasado de colocarme un brazo sobre mis hombros; su timidez inicial le impedía ir más allá). Cuando mis labios tocaron los suyos, algo se removió dentro
de mi estómago y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Me había encantado cómo
besaba y eso significaba un buen augurio para todo aquello (los besos son
básicos para saber si algo puede funcionar o está condenado al fracaso).
Después, nos fuimos a cenar a un italiano y cada uno se fue a su casa.
Quise tomármelo todo con más
calma que en relaciones anteriores. Vi mucho interés por su parte (pienso que
motivado por el hecho de que se lo hubiese puesto bastante difícil durante los
meses anteriores), me escribía mensajes para quedar, se preocupaba por mí y
podía notar su presencia aunque estuviera lejos. Le dije que quería esperar para
acostarme con él para que fuera mucho más especial. La verdad es que solo una
semana más tarde, tuvimos nuestro primer encuentro sexual, al aire libre. Podía percibir su experiencia y su habilidad;
terminó de atraparme en cuanto intimé con él, y las pocas dudas que me quedaban
se disiparon por completo. Digamos que solo con sus besos no podía saber del
todo si aquello continuaría, pero el sexo me confirmó que me había ilusionado
más de lo que había creído.
Otra semana más tarde, después de
un rato de absoluta intimidad sobre el césped de un parque (era verano y hacía una
temperatura perfecta), viví junto a él uno de los momentos más románticos de mi
vida. Tumbado a mi lado y mirándome a los ojos, me besaba de vez en cuando, y una
de esas veces, me susurró al oído te
quiero. La magia del momento es difícil de describir con palabras, pero la
sensación que tuve se quedará para siempre grabada en mi memoria. Nunca me
habían dicho eso de esa manera tan especial, tan única, tan cargada de amor y
de exclusividad. Como si la Tierra hubiera dejado de girar y nosotros dos
fuéramos los únicos habitantes del planeta. Por dentro, mi alma temblaba de
emoción, al tiempo que le abrazaba con fuerza.
Unos cuantos días después de ese
precioso instante, hicimos un viaje al norte del país (no conocía ese lugar y me
encantó) en el que nos recorrimos muy bien la zona. Allí, una tarde nos
duchamos juntos y mientras el agua caía sobre nosotros, me acerqué a su oído y
le dije que también le quería. Su mirada ilusionada y sus brazos rodeando mi
cuerpo me lo dijeron todo, sin necesidad de hablarme. Aquellos días en los que
dormimos juntos, nos dedicamos ratos llenos de amor y nos miramos a los ojos
como si no hubiera un mañana, se han registrado eternos en mis recuerdos. Hacía
ya demasiado tiempo que no disfrutaba de algo ni remotamente parecido y era muy
feliz.
Hoy, a punto de celebrar un año juntos, recuerdo esos instantes con emoción. Fueron los comienzos de un amor que perdura, que se va construyendo a sí mismo. Toni derribó las murallas físicas y mentales que me impedían volver a creer en el amor y me dio la confianza necesaria para liberarme y dejar de pensar en los peligros que conlleva enamorarse así. Porque amarle es, para mí, un riesgo del que no pude escapar.
ANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario