domingo, 10 de junio de 2012

RELATO CORTO: Experiencias de Ana. Él derribó las murallas


Así las cosas, pasó el tiempo. Centré mi vida en otras cuestiones que no tuvieran nada que ver con el amor y empecé a disfrutar del momento, sin esperar que llegase alguien que pudiera enamorarme. Un día, mientras estaba delante de mi ordenador, decidí entrar en una de esas páginas que tan de moda están ahora en las redes sociales, cuyo fin es conocer gente nueva o posibles parejas. Estaba registrada ahí por pura diversión, ya que mis expectativas eran nulas. Y entonces, recibí una petición de amistad suya.

Toni me había visto por allí y quería hablar conmigo y conocerme. Por sus fotos, me pareció un chico un poco serio, aunque tenía una mirada interesante que despertó mi interés. Empecé a hablar con él, nos intercambiamos las direcciones de Messenger y pasaron un par de meses hasta que él planteó que podíamos vernos en persona. Lo cierto es que, en ese momento, en vísperas de Navidad, yo no tenía ningunas ganas de conocer a nadie. Me gustaba charlar con él, ver nuestras opiniones, pero realmente, no quería volver a conocer a alguien a través de Internet. Pensaba que ya había conocido a unos pocos chicos en las mismas circunstancias (no han quedado reflejados aquí porque no fueron relevantes) y no habían despertado nada especial en mí. Por eso, creía que esta vez pasaría exactamente lo mismo.

Sin embargo, una noche, de manera totalmente fortuita, Toni y yo hablamos por teléfono cuando yo le comenté que estaba con mis amigos tomando algo. Él también se encontraba allí en ese momento porque estaba celebrando el cumpleaños de un amigo suyo. Me dijo que le avisara cuando supiera dónde iba a estar después y que él se pasaría un rato a conocerme personalmente. Sinceramente, no pensé que él viniera realmente, pero lo hizo. Salí fuera del pub y esperé a que apareciera. Nos dimos dos besos y le invité a entrar conmigo y con mis amigos. Estuvimos hablando, conociéndonos un poco más y desafiando el alto volumen de la música en aquel lugar.
Tiempo más tarde, me enteré de que mis amigos estuvieron haciendo apuestas para ver cuánto tardábamos en besarnos, pero lo cierto es que esa noche no pasó nada. Nos fuimos, me acercó a casa con su coche y la cosa se quedó ahí.

Fueron pasando los meses y yo seguía empeñada en no tener nada con nadie. No estaba pasando por mi mejor momento de aceptación personal (algo impropio de mí ya que, por suerte, siempre he tenido una buena autoestima). A eso se añadía que llevaba un tiempo sin ver a mis amigos más cercanos con toda la regularidad que hubiera querido y por ello, me sentía un poco sola. No quería poner remedio a ese estado emocional temporal por medio de una pareja sentimental, porque siempre he considerado que es lo peor que se puede hacer. Primero, uno debe estar bien consigo mismo y con su entorno para poder estar receptivo y querer a alguien. Y para mí, esa época no era nada propicia.

Mientras tanto, Toni y yo seguimos manteniendo contacto a través de la Red. Hablábamos casi todas las noches, antes y después de cenar, teníamos largas conversaciones virtuales en las que cada vez sabíamos más el uno del otro. No me quería precipitar, pero él mantenía la esperanza de que nos volviéramos a ver. No obstante, su paciencia llegó a un límite y varios días dejó de ser él quien me escribía primero, lo que me hizo despertar de mi letargo. Me había acostumbrado a que él fuera detrás de mí siempre y cuando me di cuenta de que había dejado de hacerlo, algo se activó dentro de mí. Me indigné en cierto modo y empecé a sentir curiosidad porque no sabía a qué se debía ese cambio.

Así, se giraron las tornas y empecé a ser yo la que buscaba su atención, hasta que un día le propuse volver a vernos. Fuimos al cine y durante la película, me lancé y le besé (su estrategia no había pasado de colocarme un brazo sobre mis hombros; su timidez inicial le impedía ir más allá). Cuando mis labios tocaron los suyos, algo se removió dentro de mi estómago y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Me había encantado cómo besaba y eso significaba un buen augurio para todo aquello (los besos son básicos para saber si algo puede funcionar o está condenado al fracaso). Después, nos fuimos a cenar a un italiano y cada uno se fue a su casa.

Quise tomármelo todo con más calma que en relaciones anteriores. Vi mucho interés por su parte (pienso que motivado por el hecho de que se lo hubiese puesto bastante difícil durante los meses anteriores), me escribía mensajes para quedar, se preocupaba por mí y podía notar su presencia aunque estuviera lejos. Le dije que quería esperar para acostarme con él para que fuera mucho más especial. La verdad es que solo una semana más tarde, tuvimos nuestro primer encuentro sexual, al aire libre. Podía percibir su experiencia y su habilidad; terminó de atraparme en cuanto intimé con él, y las pocas dudas que me quedaban se disiparon por completo. Digamos que solo con sus besos no podía saber del todo si aquello continuaría, pero el sexo me confirmó que me había ilusionado más de lo que había creído.

Otra semana más tarde, después de un rato de absoluta intimidad sobre el césped de un parque (era verano y hacía una temperatura perfecta), viví junto a él uno de los momentos más románticos de mi vida. Tumbado a mi lado y mirándome a los ojos, me besaba de vez en cuando, y una de esas veces, me susurró al oído te quiero. La magia del momento es difícil de describir con palabras, pero la sensación que tuve se quedará para siempre grabada en mi memoria. Nunca me habían dicho eso de esa manera tan especial, tan única, tan cargada de amor y de exclusividad. Como si la Tierra hubiera dejado de girar y nosotros dos fuéramos los únicos habitantes del planeta. Por dentro, mi alma temblaba de emoción, al tiempo que le abrazaba con fuerza.

Unos cuantos días después de ese precioso instante, hicimos un viaje al norte del país (no conocía ese lugar y me encantó) en el que nos recorrimos muy bien la zona. Allí, una tarde nos duchamos juntos y mientras el agua caía sobre nosotros, me acerqué a su oído y le dije que también le quería. Su mirada ilusionada y sus brazos rodeando mi cuerpo me lo dijeron todo, sin necesidad de hablarme. Aquellos días en los que dormimos juntos, nos dedicamos ratos llenos de amor y nos miramos a los ojos como si no hubiera un mañana, se han registrado eternos en mis recuerdos. Hacía ya demasiado tiempo que no disfrutaba de algo ni remotamente parecido y era muy feliz.

Hoy, a punto de celebrar un año juntos, recuerdo esos instantes con emoción. Fueron los comienzos de un amor que perdura, que se va construyendo a sí mismo. Toni derribó las murallas  físicas y mentales que me impedían volver a creer en el amor y me dio la confianza necesaria para liberarme y dejar de pensar en los peligros que conlleva enamorarse así. Porque amarle es, para mí, un riesgo del que no pude escapar. 

   ANA


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