miércoles, 13 de junio de 2012

El momento del clímax

Una sensación única, el final de un recorrido de subidas y bajadas, un estremecimiento interior que nace de lo más profundo de cada uno cuando la emoción íntima se hace casi palpable. Escalofríos inconscientes albergados en el seno de una súbita vibración que nos conduce al borde del desmayo, en el instante en que nada más importa. Calidez intensa mientras fuera domina el frío o el viento; sudores incontrolables después de esa tímida, aunque ineludible inflamación. 


Podríamos describir el orgasmo de mil y una formas distintas, pero seguramente, ninguna podría ser aceptada con objetividad. Cada persona es un mundo y siente a su manera, por lo que su percepción estará marcada por su propia experiencia y las circunstancias concretas. Por ello, la única definición universal solo nos la puede la ciencia. Así, el orgasmo se define como la culminación del placer sexual, después de llegar a un punto máximo de excitación que no es posible soportar sin lograr ese resultado final. También, se conoce como clímax, una palabra que procede del griego y que significa "subida" o "escalera". 

Se caracteriza por la contracción involuntaria de los músculos de la zona genital. Suele ser una sensación placentera, aunque en ocasiones, y a causa de unas caricias excesivamente prolongadas, puede causar cierta molestia o dolor. Su intensidad es mayor conforme mayor es la duración de los preliminares; así, cuando el sexo es rápido y directo al grano, el orgasmo puede conseguirse fácilmente, pero es mucho más superficial. 

CÓMO SE PRODUCE
Durante la relación sexual, tienen lugar tres fases principales. La primera comprende todos aquellos juegos cuya finalidad sea preparar el cuerpo del hombre y de la mujer para la unión sexual. Puede incluir caricias, masajes, estimulación oral (felación y cunnilingus), masturbación y prácticas más o menos conocidas. Todo esto provoca excitación sexual en la persona que lo recibe, más aún si se alternan las atenciones físicas continuadas con breves pausas que aumentan la tensión sexual y alargan el placer. 

La segunda fase dura tan solo unos pocos segundos: es la consecución del orgasmo, ya sea solo por medio de la estimulación oral o manual, o a través de la penetración. Pasados los preliminares, el ser humano alcanza un punto de satisfacción máxima, casi dolorosa, que solo se puede aliviar por medio del clímax, que apenas dura, como mucho, diez segundos.


En el caso de las mujeres, tienen lugar entre 3 y 12 contracciones vaginales, y normalmente, se produce al estimular el clítoris (existen casos de orgasmo vaginal, pero son mínimos). A veces, puede darse la llamada "eyaculación" femenina, pero no suele ser habitual. 
En el caso de los hombres, casi siempre el orgasmo va acompañado de la eyaculación, excepto en prácticas más específicas donde interviene más el control mental, como en el llamado sexo tántrico. 

La última fase engloba la relajación posterior. Es el momento de mayor satisfacción después de haber alcanzado la cima del placer, porque el ser humano se encuentra sosegado, tranquilo y feliz. La parte del cerebro que nos mantiene alertas se apaga por completo, por lo que no existe hueco para los miedos ni las preocupaciones. Los hombres suelen necesitar un tiempo de recuperación para iniciar otro contacto sexual, conocido como período refractario. En cambio, las mujeres pueden seguir recibiendo caricias y en pocos minutos, volver a llegar al clímax. De hecho, algunas de ellas son multiorgásmicas, porque su cuerpo es capaz de enlazar un orgasmo detrás de otro. 

DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES
El orgasmo masculino es mucho más fácil de conseguir que el femenino. Sencillamente, con la masturbación, apenas en cinco minutos, un hombre puede alcanzarlo. No obstante, el proceso de la mujer es bastante más complejo y lento. 

Para empezar, solo por medio de la penetración es muy difícil que una mujer logre el máximo placer. Es necesario que intervengan otras técnicas sexuales, ya que el clítoris es casi el único órgano responsable del resultado final. Por ello, a veces, se desencadenan frustraciones o desencuentros entre la pareja en el terreno sexual, porque hombres y mujeres tienen ritmos distintos que pueden generar problemas de adaptación o sincronía. 


Si se desea conseguir una satisfacción mutua, es preciso que el hombre controle sus sensaciones, variando el ritmo de la penetración, buscando distracciones alternativas (caricias o juegos de diverso tipo), con el objetivo de que la mujer pueda situarse, con más tiempo, a su mismo nivel de excitación. De esta manera, ambos podrán disfrutar del sexo y llegar a la meta en casi perfecta sintonía. 

Lo fundamental es que ambos miembros de la pareja conozcan bien su propio cuerpo para poder indicar a su compañero aquello que más les gusta. Como en casi todos los aspectos de la vida, la comunicación es la clave. 
Con todo y con eso, lo cierto es que el 95% de las mujeres logra alcanzar el orgasmo clitoriano a través de la masturbación, mientras que el porcentaje desciende hasta un 45% cuando es la pareja la que realiza las caricias. 
Solo el 30% alcanza el clímax a través de la vagina, es decir, solo con la penetración, lo cual es una lástima porque es más profundo e intenso que el clitoriano. 


CURIOSIDADES
Existen casos de mujeres capaces de conseguir 200 o incluso 300 orgasmos al día, por culpa del llamado Síndrome de Excitación Sexual Persistente (PSAS), una dolencia que solo afecta a las mujeres y que no guarda relación con el deseo sexual. Consiste en una excitación genital espontánea (cualquier factor externo puede causarla) y duradera, que puede prolongarse durante días o incluso semanas, y su tratamiento es psiquiátrico. 

Por otro lado, el clímax no es algo exclusivo de adolescentes y adultos, ya que a través de las ecografías, se han reconocido bebés que se masturban antes de nacer, es decir, dentro del útero. 
Hay personas que logran el clímax solo por medio de las caricias en una zona corporal concreta no vinculada inicialmente a su consecución, como pueden ser los pezones, las orejas, las cejas o incluso, al cepillarse los dientes (fue el caso real de una mujer que llegó a pensar que estaba poseída por el diablo). 
Sorprendente fue también la situación de una mujer que podía tener orgasmos con la mente, es decir, con solo pensar en ello. Decía no hacerlo muy a menudo, porque le resultaba agotador. 


1 comentario:

  1. ¡¡¡Que vivan los orgasmos!!! jejeje. Me ha gustado mucho el artículo Ali :-)

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