Directores: Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg
Reparto: Jason Biggs, Chris Klein, Seann William Scott, Alyson Hannigan, Tara Reid.
Año: 2012
País: EE.UU.
El título con el que he decidido encabezar esta crítica de cine no es casual. Considero que Steve Stifler se merece todo el protagonismo, a pesar de encontrarse en un puesto más bien secundario en los créditos finales. Sin este personaje irreverente, descarado, abierto mental y sexualmente y con un gran sentido del humor, ninguna de las películas de American Pie hubiese tenido tanto éxito. Es uno de esos personajes necesarios que aportan un significado real a la historia y le dan un toque absolutamente canalla.
Esta vez, el grupo de amigos formado por el mencionado Stifler, Jim, Oz, Kevin y Finch decide reencontrarse en una fiesta previa a una reunión de antiguos alumnos. Ya no son aquellos adolescentes con las hormonas disparadas (o al menos, no tanto), cuya meta era perder la virginidad. Las vidas de todos han cambiado y no tardarán en ser conscientes de ello, para bien o para mal.
Antes de ver el filme, es fácil asumir que después de tantas entregas de esta comedia gamberra, es bastante complicado mantener el listón tan alto como en las anteriores. Los diálogos siempre han sido ingeniosos, ocurrentes, cargados de doble intención y excelentes para despertar sonoras carcajadas del público. Todo eso podría hacer pensar que, en este caso, sería más de lo mismo, pero con un poco menos de gracia. Sin embargo, no es así. Los guionistas realizan un gran trabajo al lograr mantener las conversaciones y las situaciones más absurdas al mismo nivel o, en ocasiones, en un escalón superior.
Asumo el hecho de que no habría ido a verla al cine de no ser porque tenía descuento en la entrada, ya que es una cinta más adecuada para verla en casa. La sala se encontraba llena a rebosar e incluso, había varios sexagenarios casi más entusiasmados por ver la película que los jóvenes allí presentes. En las bromas o los chistes ridículos se reían como el que más y me fascinó su libertad para disfrutar de una comedia así de desenfadada, sin complejos.
Es una maravilla observar a estos amigos en la gran pantalla, ya que son un fiel reflejo de los jóvenes de hoy. Con sus diálogos, manifiestan el razonable proceso que conlleva la evolución desde la adolescencia hasta la edad adulta, y los cambios recogidos por el camino. Cuando teníamos quince o dieciséis años, todos llevábamos un Stifler en nuestro interior; éramos una explosión de sexualidad con piernas, hacíamos bromas sencillas y vulgares y no teníamos mayor preocupación que gustar a aquel compañero/a de clase especial. Es la edad la que modifica el sentido de todo.
Por ello, es una cinta recomendable para recordar con nostalgia las primeras películas, apreciar el crecimiento interior de los personajes y satisfacer los deseos de comedia y distensión del espectador por medio de la genialidad que vuelven a demostrar los actores. De nuevo, son estupendos los encuentros entre Jim (encarnado por Jason Biggs) y su padre, o la falta de modales de Stifler en todo aquello que se propone en relación a las mujeres.
Escenas míticas en la pequeña historia de esta pandilla.
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