domingo, 20 de mayo de 2012

RELATO CORTO: Experiencias de Ana. Nuevo amor imprevisto


Así, con veintidós años me encontraba soltera, después de cuatro años en pareja, casi desorientada en temas amorosos y sin saber bien hacia dónde tirar, salvo por un pequeño detalle. Me había enamorado de forma imprevista, como si un huracán hubiera llegado a mi vida y hubiera arrasado con todo. Había llegado la etapa de los olores envolventes, innovadores, que dominarían mi voluntad y me harían perder el control. Había irrumpido en mi subconsciente un perfume masculino embriagador, que paralizaría mis sentidos, y que desde entonces y hasta ahora, es mi favorito. 

He olvidado mencionar que mientras aún estaba con Mario (ya en los últimos meses de relación) entré a trabajar en una empresa de logística. Allí conocí a un chico que, si en un principio me pareció un poco raro (fue solo la primera impresión), al final me atrapó por completo. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, cogiendo confianza el uno con el otro, haciendo más llevaderas las horas en el trabajo y compartiendo aficiones fuera. Llegamos a quedar un par de veces para comer y en parte gracias a él, descubrí la satisfacción de recorrer el mundo a pie y dejarme envolver por el aroma del aire fresco en la naturaleza. 

Cuando mi relación de pareja ya estaba rota, fue cuando me di cuenta de que uno los muchos motivos de esa ruptura había sido mi estrecha amistad con Jorge. Me había enamorado de él en silencio, sin pretenderlo y casi sin darme cuenta. Me encantaba su personalidad, su forma de ser, sus gustos, sus aficiones, su manera de ver la vida y analizarla. En definitiva, me encandiló por completo derribando todas mis posibles defensas. En apenas unos días, ya nos habíamos besado y todo fue muy deprisa en mi cabeza y, sobre todo, en mi corazón. Me cautivó su forma de conquistarme, ya que tuvo actitudes que me descolocaron. En un principio, no pretendía ni esperaba estar con él, porque pensaba que él solo me veía como una amiga y compañera. Antes incluso de habernos besado, ya me llevaba cogida de la mano por la calle, me abrazaba con emoción y me derretía con el olor de ese perfume que antes he nombrado. 

No sólo estábamos bien juntos, si no que también salíamos muchas veces por el campo y vivíamos experiencias que nos enriquecían (fue una etapa que recuerdo con mucho cariño, por la de actividades que compartimos). Me sentía muy bien a su lado. El sexo se había convertido en algo absolutamente necesario y en un vínculo muy fuerte entre los dos (en sus brazos, percibía que el mundo se detenía). Descubrí aspectos de mí que desconocía (las comparaciones no son correctas, pero en mi relación anterior no sentí ni lejos lo mismo en el aspecto sexual; podría decirse que estaba frustrada) y comprendí que hasta entonces no había sido yo misma en ese terreno. Me daba protección y seguridad y a su lado me sentía capaz de hacer muchas cosas que nunca habría imaginado.

Así las cosas, me atrevo a afirmar sin equivocarme que Jorge fue uno de los chicos a los que más he amado en mi vida. Y eso que sólo estuvimos juntos cinco meses, pero fueron muy intensos, desde el punto de vista emocional. Amé totalmente, hasta con la última célula de mi cuerpo, la última neurona de mi cerebro, el último poro de mi piel. Y me sentí correspondida la mayor parte, afortunadamente, aunque fue una relación bastante dura para mí, pues no recibía todo lo que yo daba, ni en la misma medida.

Cuando nos veíamos y pasábamos tiempo juntos, todo era perfecto. Aún recuerdo cómo todo empezó a la salida del trabajo, cuando nos quedábamos dentro de su furgoneta porque hacía frío. Puedo decir que a partir de ese momento se creó un lazo estrecho entre los dos. Sin embargo, cuando dejábamos de vernos, él desaparecía del mapa, no cogía las llamadas, a veces me colgaba sin explicación, hasta que pasaban los días y volvía a aparecer; era un ir y venir muy triste. Esa clase de situación era frustrante, puesto que era evidente que yo tenía más ganas de verle. 

Lo que más descolocaba era su actitud de profundo amor cuando nos veíamos. Nos podíamos pasar una hora sin hablar, solo mirándonos a los ojos y haciéndonos caricias, y no ocurría nada, porque el silencio estando juntos nos llenaba. Puedo decir que su mirada me decía una cosa y sus comportamientos posteriores me decían todo lo contrario. 

Nunca comprenderé nuestro final. Desapareció una vez más y yo, ya cansada, decidí de forma unilateral que aquello no conducía a nada. A día de hoy, aún no entiendo qué le pudo pasar por la cabeza, qué pensó, qué le hizo desaparecer y hacerme tan indiferente ante sus ojos. Algo cambió en su manera de ver la relación y eso la condenó al fracaso. Siempre me quedará la duda de si de verdad me quiso alguna vez o fue un gran actor, de los de Oscar. No lo sabré nunca, y quizá, por vivir con esa intriga, me costó mucho más superarlo y asimilarlo, aunque en un primer momento, me hice la fuerte y pasé página. 

ANA


No hay comentarios:

Publicar un comentario