jueves, 31 de mayo de 2012

Un acoso telefónico sin límites

A comienzos de 2010, entró en vigor una ley por la cual quedaban prohibidas las llamadas comerciales protegidas con número oculto. Esta medida pretendía proteger a los consumidores y usuarios "para que puedan ejercer su derecho a manifestar su oposición a recibir propuestas comerciales no deseadas; cuando éstas se realicen por vía telefónica, deberán realizarse desde un número de teléfono identificable". Hoy solo ha cambiado la apariencia de esas comunicaciones, ya que las llamadas se siguen realizando con la misma frecuencia, aunque en este caso, los números son perfectamente visibles. 

Por tanto, considero que no se ha producido un gran avance en este aspecto. A diario, recibo unas diez llamadas de media en mi domicilio. Números de todo tipo, que ya he conseguido memorizar en cierto modo con el objetivo de ni siquiera molestarme en descolgar el auricular. Otras veces, cojo el teléfono pensando que pueden ser informaciones de importancia, pero cuando descubro que la señorita que está al otro lado pretende venderme una nueva tarifa de conexión a Internet, una colección de libros sobre el apasionante mundo de las orcas o una valiosa cristalería, lo único que se me ocurre es colgar de inmediato. No obstante, a veces consigo llevarle la corriente un rato. 

Creo que la idea es clara y sencilla: si quisiera comprar algo de lo que me proponen, iría yo misma a la tienda especializada en cuestión o me dirigiría por teléfono a quien fuera preciso. No necesito que sean ellos lo que me bombardeen con promociones que no me interesan lo más mínimo, ni tampoco quiero sentirme acosada en mi propia casa. Incluso en algunos casos he rechazado ofertas, y días más tarde, me han seguido llamando de la misma empresa para informarme sobre exactamente lo mismo. ¿Qué es lo que no entienden?

Algunos vendedores aburridos tienen mala uva de verdad. En los tiempos de mayor insistencia, llegaba a recibir cinco o seis llamadas casi seguidas, separadas por breves intervalos de cinco minutos. Llegaba un punto que ni me molestaba en levantarme del sofá para ver quién era, pues lo sabía de sobra. A veces, al descolgar después de esos intervalos que agotarían la paciencia de cualquiera, lo único que hacía quien estaba al otro lado de la línea era quedarse en silencio unos segundos, sin contestarme. Puede que penséis que podía tratarse de algún gracioso con ganas de reírse un rato, pero ya había constatado que era el mismo número de empresa de siempre; como he mencionado antes, los tenía localizados. 

A pesar de mi cansancio por las dichosas llamadas, también sé ponerme en el lugar de los teleoperadores, ya que una vez desempeñé esa función durante cuatro agotadoras horas. Creo que no me equivoco al afirmar que se trata de uno de los trabajos más estresantes a nivel intelectual, ya que te pasas mucho tiempo delante de un teléfono intentando comunicarte con gente anónima que no quiere saber absolutamente nada de ti ni de tus promociones y lo único que desea es la que dejes en paz. A eso debes añadir que la empresa te obliga a alcanzar un número mínimo de ventas si quieres continuar en ese empleo y, lo que es más importante, cobrar. En mi caso, debía vender dieciocho enciclopedias de salud y alimentación al día y transcurridas las cuatro horas de rigor, solo había conseguido una, por medio de técnicas dudosas (me faltó ponerme a llorar junto al auricular). 

Ahora con la crisis, la postura de vendedores telefónicos y consumidores es mucho más complicada. Hay ofertas para trabajar como teleoperador comercial por todas partes, porque solo se cobra por objetivos alcanzados. Y los usuarios cada vez se muestran más reacios a dejarse embaucar por ofertas a simple vista maravillosas, pero envueltas en veneno, en forma de comisiones, gastos de envío, pagos adicionales o compromisos a largo plazo.

No debe sorprender a nadie que mientras me encuentro escribiendo esto, acaba de sonar el teléfono. Era uno de los números comerciales que tanto conozco, y además, me han dejado un bonito mensaje de voz en el que me invitan a ponerme en contacto con ellos "a la mayor brevedad posible". Encima con exigencias y presiones. Mañana mismo corto la línea. 


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