viernes, 11 de mayo de 2012

La telebasura y otras sustancias

Igual que las drogas o algunos alimentos, como las salchichas, existen ciertos programas televisivos que generan una adicción que escapa a nuestra percepción y nuestro conocimiento. Es un efecto que casi nadie se atreve a reconocer, ya que parece bastante absurdo. Dicen que uno es adicto cuando modifica sus hábitos y su vida en general en favor de aquello que le genera la adicción. Conozco mujeres de avanzada edad que cancelan sus reuniones vespertinas con las amigas para poder ver Sálvame, en Telecinco. Ciertamente, es admirable esta conducta: soportar cuatro horas de gritos, peleas, acusaciones, insultos y comportamientos lamentables tiene su mérito. 

El concepto de telebasura nació hace ya unos cuantos años para denominar todos los contenidos emitidos en la caja tonta que no aportan interés cultural, que carecen de rigor (o lo tienen en escasa medida), que indagan en la vida privada de ciertos personajes, que invaden la intimidad o que ofrecen una puerta abierta al cotilleo del ciudadano. En ellos, se fomenta la polémica, el morbo y el sensacionalismo para atraer la atención de los espectadores. Los ejemplos más destacados hoy en día los representan dos programas de la misma cadena: Sálvame y Gran Hermano, aunque la oferta es infinita, especialmente en canales secundarios como MTV España o Divinity. 

Como periodista, en parte me avergüenzo de la televisión que tenemos porque no nos educa ni nos informa como debería; solo nos entretiene. El entretenimiento es importante y necesario, siempre y cuando se dé dentro de un marco de variedad de contenidos sanos y limpios, donde no aparezcan personajes turbios ni historias manchadas por el escándalo o la hipocresía. No obstante, en nuestras pantallas lo que suele divertirnos no es eso. Observamos con curiosidad los males de otros, juzgamos lo que nos muestran sin conocer a los portadores de la información ni el alcance real de sus datos, vemos en la vida de los demás lo que, posiblemente, nos gustaría tener en la nuestra. Y el que sostenga que no lo ha hecho ni siquiera una vez, demuestra que miente. 

Claro está que no todas las emisiones de telebasura son iguales ni influyen en el público de la misma manera. Sin duda, lo peor que hemos podido ver en años es el programa presentado por Jorge Javier Vázquez y cuya presentadora adjunta es la estrella nacional Belén Esteban (el lector apreciará mi ironía). Necesito con urgencia que alguien me explique cómo ha llegado esta señorita a ser la mano derecha de Vázquez y a tener programa propio (he leído por ahí que se estrena esta misma noche; que Dios nos ampare, si es que existe). Es insultante para la profesión periodística que una persona tenga sexo con un torero y por ese único motivo, lleve diez años en la televisión, opinando, mostrando a España su nula cultura, su vulgaridad verbal, su falta de estudios y de vergüenza. Como persona, me provoca indiferencia; pero invade mi terreno profesional y es cuando genera mi rabia y frustración. 

Ocurre un fenómeno inexplicable cuando uno se sienta a ver Sálvame (nunca he comprendido que la gente no reconozca que lo ha visto alguna vez; las audiencias hablan por sí solas). Hablen de lo que hablen los que se hacen llamar colaboradores, sus palabras te atrapan, empiezas a sentir curiosidad, quieres saber más, y te descubres embobado contemplando la pantalla con cara de imbécil. Cuando te das cuenta de ello, al menos ha transcurrido medida hora inútil en la que no has hecho nada de provecho. Es del todo ridículo, pero ocurre. 

Hay que saber reírse de uno mismo
En el caso de Gran Hermano, el embrujo es distinto. Quienes lo vemos, buscamos ver un reflejo cercano a nosotros mismos a través de las personas que conviven en esa casa. Contemplamos situaciones que pueden darse en la vida real y que nos permiten analizar posibles actitudes nuestras en circunstancias similares. Todo esto es muy bonito y podría resumirse es que somos potencialmente cotillas, lo cual quiere decir que quien aún no lo es, terminará siéndolo tarde o temprano. El cotilleo es genético.


Confieso estar absolutamente enganchada a esta actual edición del concurso; no recuerdo haber visto otra ni remotamente igual de emocionante. La forman los mejores concursantes, sin lugar a dudas, de estos 12 años de éxito arrollador. Inteligentes, carismáticos, divertidos, muy buenos en la convivencia y que saben mantener la compostura en términos generales. Opino que se trata del contenido de telebasura menos dañino, pues es vida misma, autenticidad, a pesar de basarse también en el morbo y la polémica. 

A dos semanas, como mucho, de que acabe GH, me pregunto qué veré entonces para matar los ratos de aburrimiento en casa. Han sido cuatro meses y pico observando vidas ajenas y ya nada será igual. Es uno de los efectos secundarios de la telebasura: esa absurda sensación de vacío  nocturno que deja los días de entre semana cuando ya no lo emiten. Creo que empezaré a ver Jersey Shore para quitarme el mono. 


1 comentario:

  1. Es cierto que la telebasura nos atrapa. Yo también estoy algunas veces en casa y tengo que decir que estoy enganchada a Divinity, en esas horas de después de comer en las que estás medio sobada y además con el calor que ahora nos cae encima...Pero es cierto que es una pérdida total de tiempo y que al fin y al cabo, cumple su objetivo, tenernos agilipollados delante de la pantalla, aunque sea por un lapso de tiempo pequeño, para que no tengamos necesidad de pensar y darnos cuenta de que hay cosas mil o millones de veces más importante, que las tontunas que nos dice la caja tonta.
    La telebasura es un asco y cada vez la tele es peor, más programas de cotilleos y que degradan a las personas...
    Una auténtica lástima....

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