sábado, 19 de mayo de 2012

Los sueños... sueños son

Nos vamos a la cama con miles de ideas y recuerdos paseando por nuestro cerebro. Necesitamos dormir unas siete u ocho horas diarias para tener un descanso reparador, poder almacenar toda esa información correctamente y además, estructurarla. Funcionamos como un ordenador cuyos datos deben guardarse en discos duros para garantizar que al día siguiente seguirán estando ahí. Si lo mantenemos encendido durante muchas horas, conviene reiniciarlo de vez en cuando. Con nuestra mente tiene lugar un proceso similar. 

Más que en el descanso, me voy a centrar en la actividad de soñar durante la noche. Según una investigación llevada a cabo por científicos canadienses, antes de almacenarse de forma definitiva, nuestros recuerdos pasan de una zona a otra del cerebro durante un máximo de una semana y, en ese tiempo, soñamos con ellos. Por ese motivo, no es casualidad que en nuestros sueños aparezcan personas que conocemos, situaciones que nos resultan familiares o hechos absurdos, pero conectados de algún modo con la realidad. 

Así, soñar está íntimamente relacionado con la zona del hipocampo, situado debajo de la corteza cerebral y que es fundamental en el proceso de la memoria. Freud llamó "residuos diurnos" a los recuerdos que se quedan en la memoria durante el día, y que en los cinco o siete días posteriores se ven reflejados en nuestros sueños. Nielsen, autor de una de las investigaciones sobre este tema, ha denominado a estos recuerdos posteriores "el efecto del intervalo de los sueños" y sostiene que los sueños están relacionados con la expresión de nuestro subconsciente. 

La descripción que da Allan Hobson, psiquiatra e investigador estadounidense, sobre un sueño es la siguiente: "(...) se caracteriza por una imaginación sensomotora vivida que se experimenta como si fuera la realidad despierta. (...) Tiende a desvanecerse rápidamente después de despertarse a no ser que se tomen medidas especiales para retenerlo". 

En el sueño no-REM (NREM), también conocido como sueño lento (o en el que no existe un movimiento rápido de ojos), existen cuatro etapas: la etapa 1 (transición de vigilia a sueño) en la que los sueños se pueden interrumpir fácilmente por ser más débiles; la etapa 2, en la que comienza el sueño; y las etapas 3 y 4 (sueño profundo, en el que puede producirse sonambulismo), en las que se desarrollan totalmente los sueños. 

Durante la fase REM (Rapid Eye Movement, Movimiento Rápido de Ojos), que supone un 20% del tiempo total de descanso, los sueños suelen ser más emocionales y extraños que en las fases NREM. En cualquier caso, al despertar y conforme pasan las horas, los detalles de lo que soñamos se van escapando de nuestra memoria. 

Resulta curioso que haya personas más propensas a sufrir pesadillas que otras (en mi vida, puedo contar con los dedos de una mano las que he tenido), pero sí existen ciertos factores que pueden influir en este hecho. Se dan con mayor frecuencia en personas inseguras, nerviosas, que sufren ansiedad o presentan un estado emocional débil. También repercute haber vivido alguna experiencia traumática o incluso, elementos externos, como ruidos o sensaciones desagradables que el cerebro capta durante la noche. 

Mis sueños recurrentes se relacionan con la muerte y el amor. En ocasiones, he llorado desconsoladamente dentro del propio sueño o he vivido tórridos encuentros amorosos (ya sean solo besos o algo más allá) con personas conocidas. Soñar con la muerte suele reflejar cambios relevantes en la existencia de cada uno, mayor madurez o espiritualidad. En el caso del amor, los significados que algunos atribuyen son felicidad y satisfacción con la vida actual, o bien, falta de cariño. 

Por supuesto, todo esto no son más que teorías que no se pueden demostrar. Personalmente, me encanta soñar, ya que me permite plasmar en mi mente situaciones inverosímiles de todo tipo que, al fin y al cabo, ha fabricado mi propio cerebro de un modo inconsciente. Y cuando tengo la suerte de recordar esas historias, me invade una sensación de paz que riego con una incrédula sonrisa. 


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