miércoles, 16 de mayo de 2012

Un amigo no abandona

El ser humano necesita comunicarse y relacionarse con los demás para poder enriquecer sus ideas y su manera de vivir. Solo unos pocos ermitaños (conozco muy bien a uno) y las tribus más remotas viven alejados de la sociedad y mantienen un mínimo contacto con ella. Esta decisión personal pueden conllevar ventajas e inconvenientes, pero en cualquier caso, es algo muy poco habitual, difícil de comprender para la gran mayoría de la población mundial. 

Somos seres racionales y sociales que, a menudo, buscamos la aprobación de los demás, aunque sea de un modo inconsciente. Nos asusta la soledad y llenamos nuestro tiempo con actividades que transporten nuestros pensamientos a rincones apartados donde no lleguen ni la tristeza ni los malos recuerdos. Lo cierto es que, a partir de la edad adulta, estamos solos en todo, y los demás únicamente cumplen la función de complementos emocionales en determinados instantes. Son los que nos levantan del suelo cuando ya no es posible caer más bajo; favorecen el equilibrio mental. 

Sin embargo, siempre hay personas que, por su educación, su entorno o sus lazos familiares, desarrollan un tipo de conducta que se considera extraña. Son individuos a los que el contacto físico les resulta muy incómodo, por lo que suelen evitarlo en la medida de lo posible (esto es complicado, ya que vivimos en un mundo en el que los abrazos, los besos y los gestos afectivos son necesarios para mantener vivas las relaciones de todo tipo). Al mismo tiempo que rechazan tocar a las personas, son incapaces de establecer conversaciones de cierta profundidad y no empatizan con quien tienen delante. 

Las relaciones que mantenemos con los demás son diametralmente opuestas unas de otras. Me centraré en los tipos de amistad, tan diversos como el número de amigos que puede tener cada uno a lo largo de su vida. A simple vista, me he percatado de que es mucho más sencillo encontrar personas afines y extrovertidas al llegar a la edad adulta. En la infancia y en la adolescencia, existen demasiados prejuicios que suelen levantar murallas insalvables. 

Nuestra personalidad no se modifica, pero sí se adapta en algunos aspectos a la persona que tenemos enfrente. Si se trata de alguien reservado, tímido, que teme abordar temas íntimos, poco hablador o inseguro, nuestra forma de ser tenderá a definirse más tranquila, más comedida, más comprensiva. En cambio, en presencia de personas extravertidas, conversadoras, bromistas o espontáneas, aflorará nuestro lado más social, más directo o incluso impertinente. 

Nada es blanco o negro; también hay gris. Somos una unidad compleja construida a través de trozos diminutos, y sacamos una o varias porciones de esa composición en función de las circunstancias. Existen variantes de la amistad, que manifestamos en compañía sin perder un ápice de nosotros mismos. Por supuesto, siempre hay rincones para los secretos inconfesables, que se mantienen imperturbables, eternos.  

La mayoría tenemos, como mucho, dos o tres amigos especialmente íntimos, con los que debatimos cuestiones más intensas, sentimentales, y hablamos de dolores físicos y emocionales sin pudor, pues nos sentimos escuchados y comprendidos; son preocupaciones vitales que nadie más podría entender a un nivel similar. Estamos unidos a ellos por lazos invisibles, imposibles de romper, por mucho tiempo que pase. 

A otro alcance, están los amigos metafísicos, que son aquellos que se plantean el origen de las cosas, el porqué de ciertos asuntos que escapan a la lógica o al entendimiento humano. Son inconformistas, siempre quieren saber más, enriquecen los pensamientos, favorecen el razonamiento sobre temas que nunca hubiéramos imaginado. Con ellos, la conversación suele ser larga y constructiva, pero a menudo, aunque es paradójico, descuidan a sus amigos. 

Los amigos inseguros, por el contrario, suelen hablar de sí mismos sin parar. No entienden sus propias actitudes con otras personas y las manifiestan en público para buscar las opiniones del resto. Buscan el apoyo de alguien, se sienten traicionados con bastante frecuencia por hechos de poca importancia, les gusta llamar la atención y se comportan de forma específica para lograrlo.  Indagan y recogen puntos de vista para aplicarlos a sus propias experiencias. Suelen tener carencias afectivas. 

Por último, voy a mencionar a los llamados amigos recreativos. Son personas con las que compartimos gustos, aficiones o puntos de vista. Suponen un valioso intercambio de conocimiento a todos los niveles, aunque no suele ir más allá. Cuando el débil punto de conexión desaparece, la amistad se va con él. 


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